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Crítica de cine

«Secuestrados»: Amargo sabor de boca

Director: Miguel Ángel Vivas. Intérpretes: Fernando Cayo, Manuela Vellés, Ana Wagener, Dritan Biba. España, 2010. Duración: 85 minutos. Terror.

«Secuestrados»: Amargo sabor de boca larazon

El arranque de «Secuestrados» nos sirve en bandeja de plata la figura retórica que Miguel Ángel Vivas utiliza para representar el tiempo del miedo: el plano-secuencia. Que los ritmos de una mudanza a una lujosa casa situada en una apartada urbanización sean los mismos que los de una cadena de torturas infligida por un grupo de albanokosovares (o rumanos o etcétera) a una familia bien, podría hacernos pensar que Vivas pretende equiparar lo corriente con lo extraordinario. Dicho de otro modo, parece decirnos que el miedo y la violencia ya anidan en la hipócrita cotidianeidad de una familia burguesa. Ese es territorio exclusivo del «Funny Games» de Haneke, al que «Secuestrados» remite sin sonrojarse. Sin embargo, pronto queda claro que a Vivas del plano-secuencia sólo le interesa lo que tiene de «tour de force», de musculosa demostración de virtuosismo técnico.

El exhibicionismo formal está al servicio de lo visible, de lo que el ojo está obligado a ver. En esa dictadura del exceso –con homenaje a «Irreversible» incluido– anida un comentario xenófobo sobre quiénes son los ejecutores de la violencia, camuflado por la virulencia de un hiperrealismo que quiere vendernos un descarnado ejercicio de género como un cuento de denuncia.