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El BCE pone a los sacaperras en su sitio por José Clemente

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España e Italia, por no decir también Francia y Grecia, viven su particular encrucijada histórica y atraviesan momentos tan delicadamente graves que cualquier medida adoptada hoy no es más que papel mojado a las pocas horas. Otros muchos países han pasado por la misma situación antes que nosotros, y no en una ocasión como puede parecer ahora, sino en varias de ellas, especialmente los del centro y norte de Europa, tras la II Guerra Mundial, y en Estados Unidos e Inglaterra con la crisis financiera que desataron las «subprime» en el resto del mundo, especialmente en la Unión Europea, no sin antes anunciarnos el tamaño de la crisis que se nos venía encima cuando vimos caer de la noche a la mañana imperios económicos del tamaño de Lehman Brothers, Goldman Sachs y Merrill Lynch, que en su piramidal caída abrieron un boquete del 15 por ciento de la economía norteamericana. Suerte tenían y tienen los del Tío Sam de disponer de una maquinita de hacer billetes de dólar que, inmediatamente, se puso a trabajar (Reserva Federal), y que reintegró a los Bancos y otras entidades e instituciones de la todopoderosa USA las cantidades suficientes para que el circo no se cerrara. Habían conseguido pasarnos lo que creímos que era una pelota, pero resultó ser más bien una patata caliente.

Y todo ello trufado, como no podía ser de otra manera, por el cambio de las monedas nacionales a la moneda común (euro), dentro de los ajustes también nacionales de países como Alemania (unificación entre la RFA y la RDA); la secesión conocida como la revolución de terciopelo en la antigua Checoslovaquia (división del país en dos naciones Chequia y Eslovaquia); la desaparición de la antigua Yugoslavia del mariscal Tito en varios países como Croacia, Eslovenia, Serbia, Montenegro y Bosnia-Herzegovina, y la delicadísima atomización de la extinta URSS, que dejaba por un lado un montón de repúblicas de claro predominio islámico, y, por el otro, montón de repúblicas bajo la órbita de Moscú con la Perestroika en su punto final, un beodo Yeltsin subido al lomo de un carro de combate frente al Parlamento ruso, y un astuto jefe del KGB, Putin, esperando la hora de su asalto al poder. Y todo ello trufado, como decía al principio de estas Crónicas Murcianas, con los clásicos derramamientos de sangre inocente que conllevan este tipo de procesos y los golpes de talonario convenientes para suturar las heridas y amortiguar tanto dolor ante la vida nueva que anuncia su presencia golpeando la puerta de tu casa.

Por eso allá donde se producen desgracias humanas acuden presurosas las aves de rapiña o los animales carroñeros como los buitres, cuervos o hienas, que están entre nosotros aunque en la mayoría de los casos no reparemos en ellos. Incluyo en este asqueroso grupo a todos los especuladores, sin distinción por el color del cuello de su camisa, pues también los hay que en antesalas de delegaciones del Gobierno, como la de Sevilla, alguien de cuyo nombre prefiero no acordarme montó el primer chiringuito financiero para dar el pelotazo, con permiso de «mi hermano, Alfonso». ¿Lo recuerdan? ¡Pues ahí empezó el mamoneo en España!, hasta la última de María Antonia Munar, ex presidenta del Consell Balear que dice ahora que a los corruptos no se les debe ingresar en la cárcel en base a un Código Penal que es un mamotreto infumable. Qué es un mamotreto hecho a medida de los socialistas y a reformar, creo que estamos todos de acuerdo, pero que ella debe ir a la cárcel, también.

Y para no desviarme de la cuestión quería centrarme en el peso que tienen algunas palabras frente a mil gestos que apuntan en esa misma dirección. Comenzábamos la semana con una prima de riesgo por encima de las nubes, rozando e incluso superando esa barrera psicológica de los 600 puntos, que acompañado de un despeñamiento de nuestro sistema bancario bien diseñado por las agencias de rating, podrían y pueden poner a un país al borde de su bancarrota. Eso era al principio de esta misma semana, cuando el Banco Central Europeo (BCE) por boca de su presidente Mario Draghi, insistía el sábado 21 de julio en que su labor no consistía en socorrer a los países zarandeados por los especuladores, mientras Ángela Merkel y Jyrki Katainen intentaban a la desesperada convencer a sus respectivas oposiciones para que dieran apoyo al fondo de ayuda a España, o de rescate o de intervención, que algunos están empeñados en llamar bien sea en entrevistas o ruedas de Prensa.

Este es un buen fin de semana para disfrutar en la playa o estrenarla quien aún no lo haya podido hacer. Creo que entre la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Londres y el tostarse un poco al sol pillamos a todos los especuladores juntos, al menos a los de la City, que son los que más nos marcan. La procesión europea va por otro lado. Los austríacos, como buena parte de los países del norte de Europa son reticentes a las ayudas acordadas para España e Italia en la cumbre de Bruselas y bajo las condiciones que se hizo. Pero la UE no puede permitir un día más que el continente se convierta en el lejano oeste americano, donde imperaba la ley del más rápido, sino en una Unión económica y política de primer nivel, que es lo que más duele a quienes quieren sacar tajada de esta crisis. Por eso, las breves o casi telegráficas declaraciones de presidente del BCE hace dos días en el sentido de que «se hará todo lo que sea necesario para preservar el euro», han actuado con más fuerza que una bomba de neutrones. La especulación sobre la deuda de compra para su posterior reventa, frenada en seco. Y nuestro índice del IBEX 35 con valores positivos por primera vez en las tres últimas semanas, mientras que a la prima de riesgo le remitía la fiebre y se colocaba a niveles de los quinientos puntos, aire para respirar en plena tormenta de arena en el desierto. Bienvenida la tregua, pero no olviden que agosto suele ser un mes de infarto, pues es cuando los sacaperras más trabajan.