Copa Confederaciones
«Forza campioni» por Lucas HAURIE
La dictadura de lo políticamente correcto despojó a Marcello Lippi de su sempiterno purito, que fue como cortarle la melena a Sansón. La selección que se ha llevado a Suráfrica, a su imagen de espléndido sesentón, es mayor, con nueve supervivientes del título conquistado en Alemania. Pero está loco quien la entierre a pesar de que los Cannavaro, Gattuso, Zambrotta o Camoranesi no son ni sombra de lo que fueron. En realidad, nunca fueron gran cosa excepto cuando, todos juntos, se ponen esa túnica «azzurra» que les inocula el gen de la competitividad. El campeón del mundo debuta hoy. Un respeto. No están finos, pero da igual: los italianos se toman la fase previa como una formalidad porque su torneo empieza en octavos. A un partido, son imbatibles. Ni siquiera la fastuosa España de la Eurocopa pudo con ellos. Hubo de recurrir a los penaltis.Ninguno de sus jugadores se puede contar entre las veinte mejores individualidades del Mundial y la mitad de sus avejentados elementos tendría dificultades para encontrar hueco entre los 23 de cualquier selección mediana. La Italia de hoy no sabe si es deuda del Catenaccio o anhela la clase de los Baggio, Antognoni, Del Piero, Zola o Totti. Menotti preguntaría si se siente toro o torero; José Luis Perales no sabría si es gavilán o paloma. Mis amigos, conocedores de mi procedencia medio transalpina, me dicen eso de «¿quillo, qué? ¿Papas o bistec?» Ni idea. Nadie sabe a qué juega, lo que es seguro es que no juega bien. ¿A quién le importa? La «nazionale» siempre logra que sus «tifosi» nos sintamos orgullosos de ella. Y como salga de la trampa de un grupo incómodo (ojito con Paraguay), habrá que sudar sangre para eliminarla. Quedan avisados los estetas.
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