Pamplona
Fernando Robleño: «El esfuerzo tuvo recompensa y no olvidaré esta tarde pero me pensaría mucho repetirlo»
Aún relamiéndose después de saborear las mieles de un triunfo contundente, lleno de torería, en uno de los templos del torismo como la plaza francesa de Ceret y frente a seis astados de José Escolar -también los verá en Mont de Marsan y Dax-, Fernando Robleño revive una tarde que tal y como él mismo asegura marcará un punto y aparte en su carrera como matador de toros.
-Enhorabuena por el triunfo.
-Gracias.
-¿Ha asimilado ya la tarde de ayer?
-Estamos en ello. Estoy muy contento, feliz, porque sabía que era un reto muy importante y duro, porque todos sabemos lo que se exige en una feria como la de Ceret y el tipo de toro que sale a la plaza, serio, con mucho trapío. Encima seis toros de una ganadería como la de Escolar... Se juntaban un buen puñado de factores que me obligaban a una entrega y concentración especial. Cuando cayó el sexto con el descabello, me sentí liberado. Había soñado muchos años con una tarde como la que disfruté ayer y gracias a Dios he podido vivirla.
-Si tuviera que escoger un instante de la tarde de ayer, ¿cuál eligiría?
-Difícil. Es complicado escoger, porque me quedaría con todo, desde que salí de la habitación hasta que abandoné la plaza. Fue impresionante. Hubo muchos momentos emotivos, quizás, el más especial fue pisar la arena para hacer el paseíllo y comprobar que el tendido estaba repleto de gente. Llenar la plaza fue mi primer triunfo, me puso los pelos de punta. Llevaba calada la montera, pero en señal de respeto a la afición, decidí desmonterarme.
-¿Y qué pensó en esos momentos?
-Que no había marcha atrás. Me dije para mí mismo: «Fernando, hoy tiene que ser tu tarde».
-¿Cómo recuerda las faenas a sus seis oponentes?
-Con matices y muy variadas, porque lo bueno es que cada toro requería una lidia diferente y el aficionado se pudo divertir. Del primer toro, me quedo con dos tandas de naturales; el segundo fue muy exigente, mientras que al tercero le pude torear a placer. Ahí estuvo la clave de la gesta, porque aunque sólo me concedieron una oreja, no me vine abajo con la injusticia y seguí muy metido. El cuarto tuvo mucha bondad, pero duró poco y se rajó pronto; el quinto fue malo, difícil y sin humillar, me dio más de un susto. El sexto fue la guinda, un torazo de 600 kilos, me lo dejé a propósito para el final.
-¿Por qué?
-Una apuesta fuerte personal. Era la rúbrica. Salió agradecido y tuvo muy buen fondo. Lo disfruté muchísimo, incluso la gente siguió parte de la faena en pie, y me volqué a matarlo, salí trompicado, pero cuando lo descabellé me vino un subidón de ánimo muy fuerte. Es algo que no olvidaré en mi vida.
-¿Ha merecido la pena tanto esfuerzo?
-La preparación física y psicológica han sido muy duras. Ya desde que en noviembre se supo que iba a matar los seis de Escolar, la mentalización ha sido muy importante. Ahora siento todo ese esfuerzo recompensado y estoy muy orgulloso, pero sí te digo que si me preguntaran si volvería a matarlos de nuevo... me lo pensaría mucho y no estoy seguro de si lo haría otra vez.
-Tardes así marcan una carrera.
-Interiormente sí. Profesionalmente debería ser también así, pero veremos... En Francia, ha sido mi mejor tarde, la más rotunda de mi carrera. Supone un punto y aparte en mi trayectoria. En España, no lo sé, porque de la decena de tardes que he toreado este año, apenas he toreado tres en España (Madrid, Sahagún y Pamplona). Estoy disgustado con ese dato, me da mucha pena, porque no está nada fácil meter la cabeza en el circuito de ferias. Sólo me queda esperar que los empresarios españoles sepan valorar este tipo de gestas.
-Gestas de torero, que no de gladiador... Robleño dixit.
-Eso es, soy torero. A ver... no me molesta que me encasillen en esa versión de diestro peleón que se tiene que ganar los contratos con valor y jugándosela de verdad, pero por encima de todo, yo soy torero. Ayer se pudo comprobar: no triunfé a base de porrazos ni arrimones, triunfé toreando. A estas alturas no voy a cambiar mi concepto, soy fiel a mi forma de torear y no renunciaré a ella, llegué donde llegué.
-¿Y hasta dónde le gustaría llegar a Fernando Robleño en el mundo del toro?
-Hombre, el sueño de todo torero es ser figura. Pero, esa palabra pesa mucho, es muy complicado llegar a ese escalón, está al alcance de muy pocos, aunque me encantaría. Mi verdadero deseo es ser un torero respetado por el resto de profesionales, tener una carrera por derecho y que torear en todas las ferias se convierta en algo habitual.
-Habla de respeto, Madrid se lo mostró el pasado San Isidro, también con la de José Escolar.
-Sin triunfar, fue un triunfo. No hizo falta cortar orejas. Me tocó un lote muy duro, con muchos problemas sólo para ponerte delante de ellos, pero ambos me sirvieron para mostrar el momento en el que estoy. Madrid me mostró su admiración y para mí, ser un torero de Madrid, siempre esperado en Las Ventas, es un gran privilegio.
-¿Le volveremos a ver en Otoño por allí?
-Ojalá. No se ha producido ningún contacto, si me llaman, voy allí sin pensarmelo. Como siempre he hecho, porque Madrid me lo ha dado todo como matador de toros, le debo prácticamente la totalidad de lo que soy. Además, por incongruente que parezca, cada vez que toreo allí salgo sin presión y sólo pensando en disfrutar.
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