Barcelona
Matute gana el Cervantes prometido
Ana María Matute pudo decir ayer por fin que se sentía «enormemente emocionada» por ser la tercera mujer que obtiene el Premio Cervantes, galardón que siempre se le ha resistido pese a sonar su nombre todos los años.
La pasada noche no fue fácil para Ana María Matute. A la escritora le costó conciliar el sueño. Los nervios se apoderaron de ella. ¿El motivo? Quedaban unas pocas horas para saber si por fin sería galardonada con el Cervantes tras muchos años como eterna candidata. Ayer por la tarde se rompió el maleficio. Ya es la tercera mujer en conseguir siguiendo los pasos de María Zambrano (1988) y Dulce María Loynaz (1992). El Premio Cervantes, el más prestigioso de las letras española y dotado con 125.000 euros, tenía este años también otros favoritos, como Carlos Fuentes, José Manuel Caballero Bonald, Juan Goytisolo, Arturo Pérez-Reverte y Nicanor Parra.
Hacer justicia
Sin embargo, al final se impuso la autora de «Olvidado rey Gudú» haciéndose justicia a la obra de una autora que siempre ha contado con el respaldo de la crítica y del público. Pese a lo mucho que sonaba su nombre, Matute incluso llegó a dudar si realmente era la premiada, como le dijo a la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, cuando la telefoneó para darle la buena nueva. Ya más tranquila, la autora barcelonesa reconoció a la Prensa que «es un reconocimiento y lo tomo como eso. Pero nadie más que el lector puede decir si las puertas se abren o se cierran», agregando que con el Cervantes se ha premiado «si no la calidad, sí el esfuerzo».
A sus 85 años, Matute – a quien le gusta definirse como una mujer de «mala salud de hierro»– sigue en activo y piensa en nuevos proyectos literarios; 24 horas antes de recibir el galardón, no podía disimular su nerviosismo cuando hablaba con este diario, a la par que hacía balance de su obra. Su último libro editado, «La puerta de la luna», recoge todos sus cuentos, un género por el que nunca ha ocultado gran estima. «Es un libro importante en cuanto al tiempo, a la evolución. Hay cuentos de cuando yo tenía 15 años hasta los últimos.
También se incluyen aquellos que estaban dispersos en revistas y en periódicos. El último es de cuando yo tenía 75, lo que no quiere decir que no vuelva a escribir cuentos. Me gusta mucho el género. Aquí en España no se le ha dado importancia hasta hace unos años, pero, por ejemplo, en el mundo anglosajón hay escritores que básicamente han escrito cuentos o que es lo mejor que han hecho. Me parece muy justo, porque es algo muy especial, debe tener la intensidad de una novela pero con brevedad. Es como la poesía de la prosa».
Lectora apasionada
Matute empezó desde muy joven a interesarse por el mundo de las letras. A los cinco años ya escribió su primer texto literario, «aunque ya se puede suponer que con unas faltas de ortografía... A los cinco años, ¿qué quieres, hijo? Pero bueno, es que me gustaba mucho, pero sobre todo leer, leer... Soy una apasionada lectora».
La autora de «Pequeño teatro» o «Algunos muchachos» todavía recuerda que fueron las lecturas de los cuentos de los hermanos Grimm y de Andersen las que la animaron a probar suerte en el terreno de la narrativa, aunque también hubo otras influencias directas. «Aún recuerdo los cuentos que me contaban mi querida cocinera Isabel y mi tata Anastasia. La cocinera me explicaba historias espeluznantes, pero me encantaban como a todos los niños a los que les gustan los cuentos de miedo», rememoró la ya Premio Cervantes.
A la edad de 17 años escribió su primera novela, «Pequeño teatro», publicada 11 después y con la que se convirtió en la primera mujer ganadora del Premio Planeta en 1954. Después llegó «Los Abel», novela finalista del Nadal en 1947, que empezó a hacer conocida su creación literaria. Matute llevó a cabo su labor docente fuera de España: en la Universidad de Indiana, en la de Oklahoma y en la de Boston, donde conservan sus manuscritos en la colección Ana María Matute. Desde 1996 es miembro de la Real Academia Española, convirtiéndose así en la tercera mujer en ocupar un sillón. Tras de sí tiene una ingente producción literaria que ha sido traducida a 23 idiomas. En 1984 recibió el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil y en 2007 el Premio Nacional de las Letras Españolas al conjunto de su labor literaria. Tras permanecer casi dos décadas en silencio volvió a la literatura en 1993 para publicar la versión original de «Luciérnagas» y luego vinieron «Olvidado Rey Gudú», «Cuentos del mar», «Aranmanoth», «Paraíso inhabitado» y «La Puerta de la luna». De esa época silenciosa, recordó ayer que «fue una etapa de mi vida en la que sufrí mucho. En esta recuperación tiene que ver mi agente, Carme Balcells, quien casi me secuestró hasta que salió mi libro y volví a ser la Matute».
A la escritora no le gusta en exceso mirar atrás, ni siquiera reelerse, «porque si lo hago lo paso mal». En todo caso, quiere apuntar que «he hecho lo que me ha gustado y no he fracasado en esto». Pero lo que tiene claro es que todavía tiene bastante que decir, por lo que ya ha anunciado que trabaja en una nueva novela, de la que no quiere dar demasiados detalles. «Tengo necesidad de escribir este libro al igual que me pasaba con los otros. Lo tengo todavía en la cabeza. Nunca sé lo que puede durar un libro. Es un misterio. La vida es mágica y eso también es magia», aseguró la autora. Matute trabaja todos los días en su domicilio barcelonés desde la diez de la mañana, una labor que luego suele retornar por la tarde. Siempre a mano, en un cuaderno, como llegó por primera vez a la redacción de la revista «Destino» y preguntó por su responsable, Ignacio Agustí. Hoy, varias décadas más tarde, Matute ha logrado la gloria del Cervantes.
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