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La Habitación Roja en terapia
Un viento helado recorre las letras del último álbum de La Habitación Roja, cierto desamparo que te paraliza, como al borde de un precipicio. «Es curioso que digas lo del precipicio, porque eso fue lo que me dijo mi pareja: ‘‘Te veo al borde del precipicio. Y así no me vales''», me dijo. «Y resulta que la que está enferma es ella, no yo», dice Jorge Martí, voz y guitarra de la banda, y junto a José Marco, los que siguen en la formación original desde el año 1995.
«Ahora empezamos los dos a aceptar la situación, pero la composición del disco surge de ese momento el que pensaba cómo eran las cosas antes y cómo van a ser a partir de ahora y tenía una profunda sensación de pérdida continua. Como la historia de… Me obsesioné con historias de montañeros, de esos tipos que llegan a la cima de un 8.000, que es lo que yo había conseguido con mi relación y con mi vida, y cuando están descendiendo están tan agotados que piden que les dejen solos porque ya no pueden más. Les da igual morirse. Y yo me sentía así», relata Martí.
Mensaje de esperanza
Martí vive con su pareja y sus hijos pequeños en Noruega. Ella está mejor, no padece una dolencia degenerativa grave pero padece una enfermedad rara difícil de sobrellevar. «Todo el mundo tiene problemas, y peores que los míos, pero lo que hemos vivido lo cantamos en ‘‘Indestructibles'' –uno de los cortes del disco. Esa sensación de que todo va bien pero se puede acabar en cualquier momento. Y también el mensaje de esperanza que tiene el disco», asegura Martí.
Van surgiendo las claves del álbum de las vivencias de la banda. Cada uno de los cinco miembros vive en una ciudad. Marco vive en L'Eliana (Valencia) Marc Greenwood en Valencia, Pau Roca en Madrid, y Jordi Sapena en Barcelona. Todos han pasado malos momentos desde «Universal» (2010), curiosamente el LP que más popularidad les ha dado. Ha habido problemas de salud, económicos, rupturas sentimentales. Mudanzas. «Pasa en cualquier grupo de amigos», intercede Marco.
«Pero no somos superhéroes. Nos han sacudido fuerte y por eso este disco tiene eso de liberador, ese punch», añade Martí. «Tuvimos una reunión y la unión es total, pero había que plantearse cosas. Muchos de nosotros podríamos vivir mejor con un trabajo de nuestros estudios o en empresas familiares. Mucho mejor. La música nos da para vivir, pero no estamos en esto por la pasta».
Así que La Habitación Roja es «una expedición al Himalaya, con pocos medios, como los antiguos. Sin sherpas ni nada, sin caminos encordados». Dejando de lado las pasiones humanas, el sonido eléctrico del disco era lo que buscaba el disco. «Me encantan las canciones de ‘‘Universal'' pero me aburría tocándolas, dice Marco, batería. Y no es que ahora seamos Iron Maiden…». La producción de Santi García, con un largo currículum en el hardcore, ha sido decisiva. «Ha cambiado canciones como un calcetín».
Hay muchas energías de corriente alterna en el álbum, pero el sentimiento de la banda es el de quien se siente en el campo base. «¿Sabes? Estamos más tranquilos. Me ha afectado mucho sentirme rechazado, porque parecía que de La Habitación Roja se esperaba un enorme pelotazo. Y yo lo he sentido todo muy dentro, como si defraudáramos. Hemos hecho lo que queríamos, al máximo. La gente es la que tiene que juzgarlo porque es quien le da sentido a lo que hacemos. No es la prensa, no es la fama, es quien te dice que tu música le da algo positivo», afirma Martí. Como cantan en «Fue eléctrico»: «la música nos salvará, nos hará creer que se puede creer». «Creo que la música nos ha dado mucho y estamos muy agradecidos», concluye Martí.
Alpinismo puro
«Hay mil vídeos en YouTube. Yo me quedaba mirándolos hasta las tantas», dice Martí. «He visto mucho de Edmund Hillary, de los antiguos, y sobre Iñaki Ochoa de Olza», montañero navarro que falleció en 2008 en el Annapurna (montaña que da título a una canción) y al que trataron de rescatar pero fue imposible. «Sé que hay gente que no lo entiende. La amistad, jugarse la vida. Hablo del alpinismo puro. Y creo que es una metáfora de la vida. El idealismo, como un músico. Crees en la música y te dedicas a ello por la sensación de tocar el cielo», señala Martí.
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