Santiago de Chile
Huidobro ya tiene quien le escriba
Un tomo recoge la poesía esencial del chileno junto a cartas y ensayos
Viajaba en barco con un criado y una vaca para que sus hijos tuvieran leche fresca. Renunció a sus títulos nobiliarios y a su fortuna, hasta el punto de morir arruinado, y todo a cambio de la innovación, una búsqueda que le llevó a andar por el filo de la poesía y a definir su propio camino, el creacionismo; se casó dos veces y se fugó con una joven de quince años, cuya familia envió sicarios tras de él; se codeó con todo aquel que tuvo algo que decir en las vanguardias europeas, de Picasso y Juan Gris (ambos lo retrataron) a Apollinaire, Cocteau, Eluard, Buñuel, Breton y Tzara; casi rueda con Chaplin «Cagliostro», un proyecto que la irrupción del cine sonoro echó a perder; su carácter polemista le embarcó en encendidas controversias con Pablo Neruda y su falta de modestia –se consideraba el mejor poeta del mundo– era proverbial, pero fue también generoso con sus amigos y querido por muchos, como sus más cercanos discípulos, Gerardo Diego y Juan Larrea; luchó en la Guerra Civil española y escribió artículos sobre la II Guerra Mundial, donde recibió una herida que, años después, le causaría un derrame fatal... En fin, se podrían escribir muchos libros sobre Vicente Huidobro (Santiago de Chile, 1893-1948), una de las voces fundamentales de la poesía hispanoamericana. De la poesía en español.
El poeta, un pequeño dios
Pero no se había hecho: mucho menos conocido en nuestro país que coetáneos como sus paisanos Neruda o Nicanor Parra, faltaba un esfuerzo reivindicador de su obra y del impulso que forjó en las letras. Así lo entiende el estudioso italiano Gabriele Morelli, y en esa dirección apunta el libro que ha coordinado para la Fundación Banco Santander, «Vicente Huidobro. Poesía y creación», un tomo que recoge, para empezar, una selección cuidada de poemas del chileno con el objeto de que sirvan para entender su concepto de la «creación»: siempre asir la realidad desde una nueva perspectiva, nunca limitarse a reproducirla. En «Arte poética», uno de sus primeros poemas, extraído de «El espejo del agua», y efectivamente casi una poética en sí mismo, ya dice: «Por qué cantáis la rosa, oh, Poetas!/ Hacedla florecer en el poema». Y añade dos versos después: «El poeta es un pequeño Dios». Crear, como la naturaleza crea el árbol, era su premisa.
Crítico –«la poesía castellana está enferma de retoricismo; agonizante de aliteramiento, de ser parque inglés y no selva majestuosa», asegura en su prefacio al poemario «Adán»– y rupturista en fondo y forma (el caligrama que acompaña a estas líneas es un ejemplo de los terrenos en que investigó), Huidobro no fue bien admitido por todos y mantuvo notorios desencuentros con más de uno de sus contemporáneos. «Ha sido siempre un autor con mala reputación en España», explica Morelli sobre el escaso conocimiento de su obra a este lado del Atlántico, aunque deja clara su importancia: «Huidobro empieza a modernizar la poesía española». El chileno, un trotamundos errante, llegó a nuestro país en 1916 y volvió varias veces, codeándose con Cansinos Assens, entre otros intelectuales. Aunque murió en Cartagena de Chile, cerca de Isla Negra, vivió en Madrid y París. En fin, un personaje que pide a gritos una película. De momento, ya tiene una buena antología que recoge también una jugosa selección epistolar con Gerardo Diego, Guillermo de Torre, Luis Buñuel... Sin desperdicio.
Neruda, «para tontas», y Lorca, «mediocre»
El polemista Huidobro igual se enzarzaba con Pablo Neruda que ninguneaba a Federico García Lorca (en la imagen). El volumen recoge una entrevista publicada en 1939 en la que dice del de Fuente Vaqueros: «Es un poeta muy mediocre. Para mí no tiene ningún interés. En general, los poetas españoles carecen de imaginación y de inteligencia poética». Y añade sobre el segundo: «No me gusta lo calugoso, lo gelatinoso», e insinúa que la suya es «la poesía especial para todas las tontas de América».
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