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ANÁLISIS Por qué la muerte de un hijo
Por lo general resulta fácil aceptar aunque a regañadientes la muerte natural por vejez, enfermedad, accidente, o podemos entender la muerte violenta en un accidente de tráfico o laboral, incluso podemos llegar a explicar la muerte criminal en un atraco a un Banco, pero si hay una muerte sin sentido, que rompe todos los moldes, y ante la que sentimos la más profunda de las angustias es sin duda la muerte de uno niño a manos de su propia madre.
Los psiquiatras solemos explicarnos que en plena enfermedad depresiva grave una madre acabe con la vida de sus hijos ante la desesperación patológica de creer que cuando ella no esté el dolor y la miseria se va a abatir sobre ellos (homicidio por compasión), o con el posterior suicidio de la misma (suicidio ampliado), inclusive entendemos que en plena intoxicación por drogas o alcohol una madre acabe con su hijo por error, omisión o confusión, y ya finalmente cabría en un esfuerzo extraordinario entender el llamado Síndrome de Medea, la muerte de los hijos comunes para castigar al padre ausente que quiere la separación conyugal o ya la tiene, pero en el fondo, las anteriores posibilidades nos repugnan.
En Madrid, el caso solo ha hecho nada más que empezar, ¿por qué? ¿Qué culpa tiene el niño de los desastres paternos o maternos? ¿Quién pudo salvar al niño? Nadie nos va a responder la pregunta. El caso es que la desesperación casi siempre está detrás de esta ruptura de uno de los tabús más antiguos del ser humano, la muerte del propio hijo, y más a manos de la madre, que fue quien le dio la vida. «Yo le di la vida, yo se la quité» ¿Pero quién ha ganado en esta trágica partida?
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