Londres
Murdoch: «Mis empleados me han traicionado»
Se le notó incómodo desde el primer momento. Contestó a muchas preguntas con monosílabos, dejó largos silencios que hacían ver su desconocimiento de determinadas cuestiones y dio golpes en la mesa durante sus intervenciones, incapaz de controlar esa autoridad que ha impuesto durante toda su vida.
Rupert Murdoch ayer se mostró serio y un tanto altivo. No quería estar allí. Lo dejó muy claro desde el primer momento: «‘News of the World' sólo representaba el 1 por ciento de mi negocio», por lo tanto veía un tanto absurdo su presencia en aquella sala. Pero, por primera vez, a sus 80 años, el magnate australiano tenía que responder a las preguntas de unos políticos que hasta hace tan sólo dos días le hacían la reverencia a su paso. «Éste es el día más humillante de mi vida», dijo antes de que empezara la sesión.
Rupert Murdoch y su hijo James se sentaron ayer ante el Comité de Cultura, Medios y Deportes para esclarecer algunas cuestiones del escándalo de las escuchas ilegales del ya desaparecido dominical.
James intentó responder a muchas de las preguntas dirigidas a su padre. Era el «poli bueno», el que no paraba de repetir una y otra vez sus disculpas y la intención de la empresa de poner de nuevo las cosas en su sitio. Él era quien tenía los números en la cabeza y el que había preparado mejor el discurso, pero el protagonista era su padre. Todos querían escuchar sus palabras.
Eso sí, los que esperaban ver a un octogenario derrumbado se quedaron con las ganas. El magnate australiano aseguró con vehemencia que no tenía conciencia de los pinchazos telefónicos que los redactores de su polémico dominical realizaron durante años para sus suculentas exclusivas. Es más, el dueño de News Corporation aseguró que fue tan sólo hace dos semanas cuando se enteró de que los mensajes de Milly Dowler, la niña asesinada en 2002, habían sido manipulados. «Me sentí impresionado, horrorizado y avergonzado».
En definitiva, el gran césar negó cualquier responsabilidad en el escabroso asunto y culpó de todo lo ocurrido a sus lugartenientes. «Siento que la gente de confianza, no sé a qué nivel, me ha defraudado y creo que se comportaron vergonzosamente. Traicionaron a la empresa y me traicionaron a mí y son ellos los que lo van a pagar», matizó.
Sin la confianza de los lectores
Con todo, el magnate australiano siguió defendiendo a Rebekah Brooks. Cuando los diputados le preguntaron por qué había decidido cerrar el dominical sensacionalista antes que despedirla, Murdoch explicó que «News of the World» cerró porque «habían roto la confianza de los lectores».
Por otra parte, el magnate negó que hubiera pedido algo a cambio a los políticos que había ayudado a mudarse al número 10, entre ellos, David Cameron, que hoy también deberá enfrentarse al debate sobre el asunto en el Parlamento. La relación del «premier» con la empresa ha sido muy comentada. Sobre todo después de las fotografías que le mostraban tomando café con James Murdoch durante la época en la que se ofertaba la compra de BSkyB. El dueño del imperio mediático aseguró que finalmente no se había adquirido la televisión de pago «por la histeria» creada por los medios de la competencia y que con el primer ministro había tomado algún que otro té tras las elecciones de mayo de 2010, cuando éste le invitó a Downing Street –por la puerta trasera, eso sí, para evitar la foto– para agradecerle su apoyo.
A pesar de que muchos consideran que ha llegado la hora de que sus herederos se hagan cargo del negocio, Murdoch insistió en que no pensaba jubilarse, ya que era la única persona capacitada para arreglar el gran escollo.
Wendi «Lee» Murdoch
La gran sorpresa de la comparecencia no fue la agresión del cómico y activista, «Jonnie Marbles» a Rupert Murdoch, –pues lo avisó en su Twitter– sino la reacción de su mujer, Wendi, de 42 años, que no dudó en levantarse y propinarle un tortazo. La tercera esposa del empresario australiano había estado sentada detrás escuchando cómo los Murdoch respondían a las preguntas del Comité hasta que Marbles, interrumpió la sesión con un plato lleno de espuma blanca al grito de «millonario malo». Wendi, que ahora es productora de cine y que en su día trabajó para una de las compañías del imperio, se levantó, antes incluso que el policía, y le dio una torta. Al finalizar, Tom Watson, uno de los diputados que había interrogado al magnate le dijo: «Su mujer tiene un buen gancho de izquierda».
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