Nueva York
Los demócratas hacen un último esfuerzo para impedir un «baño de sangre»
Estimaciones extraoficiales rechazan "poner techo"al número de escaños que podrían perder ante los republicanos
El presidente estadounidense, Barack Obama, cierra filas ante lo que puede ser no sólo el mayor descalabro político desde que llegó a la Casa Blanca, sino el peor varapalo del partido Demócrata en 15 años, las elecciones legislativas del próximo martes que, de cumplirse los peores augurios, terminarán con una mayoría bicameral republicana, que no sólo tendrá capacidad para bloquear cualquier propuesta de ley que Obama pretenda sacar de ahora en adelante, sino que le obligará a hacer uso de su capacidad de veto presidencial para suprimir los intentos para deshacer sus dos principales triunfos: la reforma financiera y la reforma sanitaria.
"Baño de sangre"o "pesadilla demócrata"son algunas de las coletillas que se están viendo en los medios estadounidenses, que anticipan una remodelación drástica del gabinete de comunicación presidencial, cuya labor en esta campaña ha sido simplemente desastrosa y que ha llevado al ex presidente Bill Clinton a ejercer de maestro de ceremonias improvisado, hasta el punto de sugerir al candidato demócrata al Senado por Florida, Kendrick Meek, a retirarse, sin conseguirlo.
Los demócratas están pendientes de 39 escaños, los que necesita el partido Republicano para hacerse con el control de la Cámara de Representantes. Las perspectivas no son buenas: según ABC News, al menos 45 escaños tienen verdaderas posibilidades de cambiar de bando (escaños "toss-up", como el lanzamiento al aire de una moneda) y, de ellos, en 43 se sienta un demócrata.
"Los demócratas se creían que eran inmunes a lo que se le viene encima", asegura a ABC un ayudante republicano. "Ahora es cuando estamos viendo carreras abiertas, y los toss-up pintan pero que muy bien". En lo que se refiere al Senado, sólo un tercio de sus escaños saldrá a votación, 36 para un total de 100 --dos por estado--. Además, se elegirán 37 gobernadores estatales.
En conjunto, las legislativas funcionarán como un ajustado termómetro de la temperatura política en Estados Unidos, en la que los demócratas esperan sacar el mejor resultado posible de "unos comicios muy difíciles"para los que sus candidatos "no han podido prepararse mejor", en palabras del presidente del Comité para la Camapaña Demócrata al Congreso, Chris Van Hollen.
"Todo se va a reducir a la participación y la persuasión de los independientes", estimó Van Hollen en última instancia. "Muchos grupos prorepublicanos se han retirado, por lo que la lucha va a ser justa, y está en el aire", añadió. Existe cierto desencanto popular con la labor del Congreso.
Una reciente encuesta de Gallup recogida por la web Político revela que un 37 por ciento de los estadounidenses cree que el Congreso ha rendido por debajo de sus posibilidades a lo largo de estos dos últimos años. Un 35 por ciento no ha notado diferencias respecto a otras legislaturas.
Dependiendo de si el encuestado es demócrata o republicano, su percepción sobre la eficacia del Congreso varía, pero sí existen diferencias de proporción respecto a la postura más "lógica": un 53 por ciento de los republicanos expresa su decepción con la labor de ambas cámaras, mientras que un 39 por ciento de los demócratas encuestados considera que su partido ha realizado una buena gestión de la mayoría de la que gozan.
El analista Stu Rothenberg, del 'The Rothenberg Political Report', estima el peor escenario posible para los demócratas, ésto es, el de la derrota total. "Tienen posibilidades reales de perder hasta 50 escaños, un baño de sangre histórico, con unas pérdidas que podrían incluso superar los 52 escaños cedidos a los republicanos en 1994", asegura el analista, que, con todo rechaza, "poner un techo"al número de asientos que podrían perder.
Medio centenar de asientos sería más que suficiente para asegurar la pérdida de la mayoría demócrata en la Cámara Baja (los demócratas pasarían de 255 a 205 escaños, los republicanos subirían desde los 178 a los 228) y la designación del actual líder de la minoría, John Boehner, como nuevo presidente de la Cámara de Representantes y el representante Eric Cantor, por Virginia, como nuevo líder de la nueva mayoría republicana. Como nota particular, estas serán las últimas legislativas en las que el Congreso mantendrá la proporción de escaños según la población censada en el año 2000. La nueva distribución según el nuevo recuento realizado en abril de este año podría conceder a Texas, feudo republicano, cuatro asientos más de los 32 que ya tiene.
La "masacre"comenzaría en Florida (25 representantes), donde el 54% de la población se ha declarado en contra de su plan de reforma sanitaria.
El republicano Marco Rubio parte como favorito al Senado y su compañero de partido Rick Scott ostenta una pequeña ventaja en la carrera a gobernador.
La crisis y la reforma sanitaria asustan también a los votantes de Pensilvania (21 representantes), que parecen apostar por los republicanos Tom Corbett para la Gobernación, y por Pat Toomey para el Senado. Texas (32 representantes) es una causa perdida. Pero Ohio (18 representantes) podría terminar convirtiéndose en la derrota más amarga: un estado que Obama ganó por cuatro puntos de diferencia en las presidenciales está a punto de caer en manos de los candidatos republicanos, Rob Portman para el Senado, y John Kashich como gobernador, según una reciente encuesta de la Universidad Quinnipiac recogida por el 'Daily News', que concede a Obama un índice de aprobación de sólo el 40 por ciento.
El ex presidente Bill Clinton --quien la semana pasada se declaraba, según amigos cercanos, consternado por la pésima gestión demócrata de las elecciones-- ha asumido extraoficialmente el timón de la carrera electoral. Su último esfuerzo ha consistido en conservar Florida, al pedir al candidato demócrata al Senado, Kendrick Meek, que se retirara de la carrera y respaldara al independiente Charlie Crisp para tener más posiblididades de victoria frente a Rubio.
Meek se negó hasta en dos ocasiones, a sabiendas de que es el tercero en la carrera con sólo un 15 por ciento de aprobación. Clinton le dijo que "podía ser un héroe"y dar la victoria a Crisp (35%, siete puntos por detrás de Rubio), según destapó este jueves la web Politico. La apuesta no funcionó.
La estrategia de Florida, para el analista de 'Time', Jay Newton-Small, es un ejemplo de "todas las maniobras de los demócratas en estas elecciones: han hecho demasiado poco, demasiado tarde".