Caso Malaya
Mi beso a Isabel Pantoja veinte años después por Jesús Mariñas
Perdonen si resulto poco modesto, pero no deja de ser un triunfo, una suerte de recompensa y premio al saber estar. Isabel Pantoja volvió a darme ejemplo veinte años después de nuestras últimas palabras con ósculo incluido. Toda una vida de encontronazos se olvidaron en el estreno de «Yo no soy esa» cuando abandonó a Encarna Sánchez y vino a mí, como volvió a hacer el lunes en el Palacio de Congresos de Barcelona donde se celebró la multitudinaria entrega de los Premios Protagonistas, en el que la tonadillera fue galardonada.
En el acto, Luis del Olmo desmintió una jubilación que había comentado a sus íntimos, ahora me dice que «en broma». Su esposa Merche, una gallega de pro, fue más allá: «No se irá nunca, ya lo conoces». Luis remachó el comentario con un «buena la has montado con tu comentario en LA RAZÓN». Ni una crítica a lo adelantado. Y es que todo le sale redondo menos la elección de administradores. Frente a la entrega minuciosa y perfecta de su secretaria Maite Clará, que lleva medio siglo trabajando con él, la estafa multimillonaria sobrevolaba el aparatoso Palacio de Congresos por cuyas paredes chorreaba agua pese a estar recién construido. Lo observaron Paco Flaqué y Mar, la intrépida «¡Vuélveme loca!» que se quedó pasmada ante el gesto de la Pantoja cuando se acercó a mí con un beso a cuestas. Me sonrió y la felicité por el premio que le daban y por la futura paternidad de su hijo Kiko. Iba radiante y justificó sus salidas del recinto «para fumar, que dentro no dejan».
Vimos a Gallardón con una Tita Cervera –asediada como nunca–, y a José Creuheras con Alicia Sánchez-Camacho anticipando barrida electoral. Por eso Duran Lleida se escondía bajo una bufanda en pata de gallo verdosa, mientras que Trías apenas rebulló ante la sempiterna y cálida sonrisa de Jordi Hereu. Camacho no paró de explicar que «Luis del Olmo fue el primero que me dio mi oportunidad política, hace 15 años ya, como tertuliana». Recuperé a Jorge Arenas, que no sé si me reconoció, al conde de Godó siempre chispeante con Màrius Carol, biógrafo de Josep Carreras. Javier de Benito exhibió galantería con sello propio y a Juanito Armengol le bailaba la chaqueta, mientras Mario Beut destacó con su clásica elegancia y una gabardina verde. Su Lolita anda mal, ay, como el ánimo de una Estrella Morente hermosísima con turbante, pero con la pena a cuestas: «Nos dicen que hagamos investigaciones en La Luz y veremos claro por qué murió mi padre», comenta. Serrat rió ante el despiste de Sara Carbonero, que le atribuyó la autoría de la frase «Caminante no hay camino». Yo lo vi todo de cielo abierto tras el perdón, el perdón de Isabel. Conmovió mis entrañas y ya estoy con ella. Parece cosa de campaña electoral.
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