Música
Coldplay se moja
Coldplay«Mylo Xyloto». Voz y piano: Chris Martin. Guitarra: John Buckland. Bajo: Guy Berryman. Batería: Will Champion. 20-V-2012. Estadio Vicente Calderón. Madrid.
Como si hubiese querido anticipar esa catarata a la que hace referencia «Every teardrop is a waterfall», sobre las siete y media llegó el diluvio. Primero fue una lluvia tímida, casi amable por aquello de refrescar la tarde, pero pronto se transformó en tormenta, mientras Rita Ora, primera telonera de la velada, se mantenía impasible sobre el escenario. «Está lloviendo», dijo, y siguió como si no fuera con ella, bajo un improvisado tejadillo, mientras el público desplegaba los paraguas (a pesar de la prohibición, se colaron unos cuantos) y en la entrada se disparaba la venta de chubasqueros. Empezó a correr el rumor de que Coldplay podía suspender. Nervios. Pero la nube se alejó a tiempo. El «show», ya saben, debía continuar.
Con todo vendido desde hace meses –las casi 50.000 entradas se agotaron en un visto y no visto–, Coldplay llegaban al Vicente Calderón para ratificar su estatus como la gran banda contemporánea de «stadium rock», la única capaz de mirar a la cara a U2 o The Rolling Stones, aunque sea desde el punto de vista de las cifras. Ya eligieron Madrid como escenario para presentar mundialmente el irregular «Mylo Xyloto», que en esta actuación defendieron casi al completo, por mucho que las críticas hayan sido más bien tibias con el quinto álbum del grupo británico.
Miles de seguidores esperaban desde primera hora de la tarde a las puertas del estadio colchonero, que en apenas cinco días deberá tener su césped impoluto para acoger la final de la Copa del Rey. En la prolongada espera hubo tiempo para hacer la ola, debatir sobre si eran mejores los primeros Coldplay o estos, decididamente entregados a un público masivo y, sobre todo, para cobijarse de la lluvia, que también quiso sumarse al espectáculo de Chris Martin (voz, guitarra y piano), John Buckland (guitarra), Guy Berryman (bajo) y Will Champion (batería). El tema central de «Regreso al futuro» marcó la cuenta atrás hacia el concierto, aunque lo cierto es que no hubo aquí ningún viaje, sino el presente de una banda que ha multiplicado su popularidad con cada lanzamiento.
La sintonía inicial de «Mylo Xyloto» sirvió como prólogo, dando paso a la ochentera «Hurts like heaven», tema que en directo se muestra bastante más convincente que en el álbum. Se resolvió de paso el misterio de las pulseras que la organización entregaba al público a la entrada, encendiéndose de forma coordinada para crear un vistoso mosaico de luz y color, rematado con fuegos artificiales. Simple, sí, pero con sobresaliente resultado. Y de inmediato atacaron la coreadísima «In my place», que se presentó con la conocida lluvia de confeti, efecto que se repetería varias veces a lo largo del concierto. El catálogo de trucos se completó con luces estroboscópicas, cinco pantallas gigantes en forma de círculo y una avalancha de globos con los que el público se lo pasó en grande, hasta el punto de casi perder el hilo de temas tan válidos como «Lovers in Japan» o «The scientist». Porque también hubo música, claro, aunque por momentos pareciese un elemento más dentro de un montaje consagrado al entretenimiento.
Épica musical
Himnos no les faltan, desde luego, aunque de calidad desigual, tendiendo a una épica que en ocasiones resulta más forzada de la cuenta, con el habitual desfile de ooh-ohhs y demás coros. Entre tanto, un Chris Martin agradecido y casi zalamero se dirigía al público en un esforzado español, dando paso a «Yellow», más eléctrica de lo habitual, y a la potente «Violet hill», uno de los mejores momentos de su repertorio, que luego se desinfló con la fallida «Princess of China», incluyendo la voz enlatada de Rihanna, y sobre todo con un tramo al piano que resultó fuera de sitio entre tanta artillería visual.
Unos oe-oe-oe-oe fueron más que suficiente para levantar al personal y recordarles que entre la vía lacrimógena que marcó sus inicios y el hedonismo reciente, Coldplay ha optado descaradamente por esta segunda opción. «Don't let it break your heart» ejerció de puente antes de «Viva la vida», canción que ya hemos escuchado hasta la saciedad pero que sigue funcionando como el primer día. A partir de aquí, el concierto –algo rácano en duración, todo sea dicho– recuperó el pulso, con el notable doblete de «Charlie Brown» y «Paradise», lo más boyante de su último trabajo, demostrando que aún hay motivos para creer en Coldplay, como la banda de referencia del pop-rock más comercial que es, a pesar del patinazo que en líneas generales ha supuesto este «Mylo Xyloto», que en directo sale mejor parado que en disco. Ya en los bises, rescataron dos de los temas más celebrados de sus primeros trabajos («Clocks» y «Fix you»), para acabar montando una auténtica discoteca con «Every teardrop is a waterfall», que cumplió sin mayores sorpresas con su función de fin de fiesta, incluyendo, faltaría más, un nuevo surtido de luces, pulseras, confeti y fuegos artificiales. ¿Viva la vida? Pues que viva.
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