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Brasilia

El fútbol «limpia» sus templos

Paneles solares, recogida de lluvia, césped artificial y sistemas para enfriar las gradas son algunas de las medidas que están adoptando los estadios en los últimos tiempos. Tanto la UEFA como la FIFA aumentan su compromiso medioambiental para los próximos años, aunque en tiempo de crisis surge un nuevo criterio: la sostenibilidad económica 

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Mientras el resto del mundo mira los 11 de cada color sobre la hierba concentrados en cantar su himno, este semanario mira a las gradas y se pregunta, ¿son los estadios de fútbol iconos de la preocupación medioambiental? Estéticamente los estadios de fútbol han dejado de ser cajas de madera, como eran en los orígenes en Inglaterra, construcciones rectangulares cuya única función era delimitar el terreno de juego, según datos del World Green Building Council: «El número de estadios deportivos con certificado LEED está en torno a los cincuenta».
Para los expertos consultados, el salto cualitativo de los últimos años es evidente. «Se están transformando en referencias arquitectónicas en materia de sostenibilidad en tres campos; en el energético se busca reducir consumos, reciclar el agua para el uso en baños y el riego; y en los materiales que sean reciclables. También es importante la sostenibilidad económica», explica Mark Fenwick, de Fenwick Iribarren. Hace tan sólo seis meses, y por iniciativa de la UEFA, se publicó la primera «Guía UEFA para la calidad en los estadios», donde sus autores –«este libro está hecho en España», señala Fenwick–, trasladan las recomendaciones de la UEFA y la FIFA a seguir los criterios de los dos máximos organismos certificadores de calidad medioambiental:el Breeam inglés, de carácter gubernamental y el LEED estadounidense, organismo de carácter independiente.
En esta Eurocopa, lo más sobresaliente que ha conseguido recabar este suplemento en lo que a medidas energéticas se refiere son el uso de 30.000 bombillas de bajo consumo LED en el estadio de Kiev (Ucrania) y 1.700 iluminarias LED que cambian de color en la fachada del Estadio Nacional de Varsovia (Polonia), el ejemplo de «reciclaje» más evidente de este torneo, construido sobre el antiguo Bazar Europa, el mercado al aire libre más grande del continente y un lugar donde se podía encontrar desde todo lo preciso para cubrir las necesidades básicas hasta armamento o documentación falsa. Amén de la compensación de las emisiones en el traslados internacionales de los miembros de la UEFA, libre paso en el transporte público con las entradas a los partidos y «la reutilización del 85 por ciento del material en Polonia y la conversión en biogás del 35 por ciento de la basura», según informa Thierry Favre, Jefe de Desarrollo de las Asociaciones Nacionales de la UEFA.
Si se puede determinar un hito del cambio, quizá sea éste el Allianz Arena de Múnich, el estadio que comparten el Bayern y el 1860 y que cambia de color según el equipo que actúe de local. Una estructura al que todos los estadios tienden a parecerse últimamente, incluido el Arena de Gdansk, en el que España disputa todos los partidos de la primera fase. «En temas como el uso de materiales, los estadios han sido pioneros», explica Julián Franco, vicedecano del Colegio de Arquitectos de Madrid. En el Arena, el material utilizado en la estructura fue el Etileno-Tertraflúoretileno o ETFE, un plástico en forma de lenteja relleno de aire que consigue reducciones de la necesidad energética sorprendentes allí donde se ha instalado.

FIFA y sus copas verdes
La FIFA mira el futuro como una posibilidad de aportar su parte. No es que en el pasado se haya olvidado de hacerlo; en Sudáfrica la FIFA gastó 400.000 euros en una planta de biogás en la provincia de Gauteng, para compensar el CO2 emitido durante el Mundial. Además, quiso lanzar una señal inequívoca de sus intenciones en 2007 con su nueva sede, emisiones cero, en Suiza, la Home of FIFA. Pero el paso definitivo, según sus propios datos, ha sido exigir información exhaustiva sobre protección medioambiental a partir de los convenios de candidatura del Mundial de 2018 y 2022: «Con objetivos cuantificables en agua, residuos, energía, transporte, contratación y cambio climático». Qatar ha prometido que los 12 estadios del Mundial 2022 utilizarán energía solar: «El estadio de Qatar Foundation en Education City será el primero que usará energías renovables para enfriar el interior hasta los 25 grados, cuando en el exterior hay 50», explica Fenwick del estudio responsable del diseño.

Ejemplos concretos
Brasil intenta antes convertirse en la madre adoptiva de los mundiales verdes. Y da la impresión de que empezó este otoño purgando su casa de empleados supuestamente corruptos. Bajo el título de CopaVerde se esconde un ambicioso plan de diseño de estadios sostenibles. Once de las doce estructuras se construyen o rehabilitan bajo criterios LEED. La idea de estos eco-arenas comienza en Brasilia, donde el estudio de arquitectura Castro Mello Arquitectos ha diseñado el Estadio Nacional incluyendo 169.000 m2 de paneles solares, con capacidad para alimentar unas 1.000 viviendas diarias, tanques para la recogida de agua de lluvia, luces LED y materiales cien por cien reciclados: «Dependiendo del uso del estadio, esta instalación de 2,5 MW puede representar entre el 50 y el 120 por ciento de la necesidad energética», explica Vicente Castro Mello, autor del proyecto.
Los expertos consultados hablan también de sostenibilidad económica: «Para hacernos una idea, el coste medio de asiento del estadio del Espanyol es de 1.500 euros. Costó 62 millones de euros y tiene capacidad para 41.000 espectadores. Pero hay estadios que se pasan de precio. En el estadio olímpico de Londres, el asiento cuesta unos 10.000 euros. No entendemos tanta diferencia», explica Fenwick. En España, donde no hace falta contar cómo está la construcción, el siguiente paso llegará desde Bilbao, con el nuevo San Mamés de César Azcárate ya en proceso de certificación LEED. En tiempos de crisis, la rehabilitación es «una responsabilidad y un ahorro» señalan los consultados. Franco apunta otro camino, el césped artificial «tiene menos costes de mantenimiento. En EE UU casi todos lo tienen y aquí las ciudades deportivas. Ha cambiado mucho y no necesita riego», apunta. Ahora tendrían que dar el salto a los terrenos de juego, aunque ahí hay que lidiar además con la sensibilidad de los jugadores, como ha pasado estos días.