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Barcelona

Laforet mucho más que «Nada»

Una biografía de Anna Caballé e Israel Rolón revela la tortuosa relación que la autora mantuvo con el éxito y la escritura, y cómo repercutió en su vida privada 

Laforet, mucho más que «Nada» larazon

Todo lo que vino después tendría que medirse con ese primer éxito. Con esa primera novela que la catapultó al centro de la vida literaria y que la enterraría en una fama que la arroyó y de la que nunca lograría ya desprenderse. «Pensó que era el principio de algo que le sería muy fácil. No imaginó que esa obra sería su mejor libro. Que su sombra la perseguiría siempre. Que todo lo que hiciera luego se compararía con ese título. "Nada"pesaría sobre ella hasta el final. Dificultaría el camino de su libertad creadora. La haría comprender que lo que escribía también tenía repercusiones. Su familia paterna se enfadó con ella por su publicación. Desde entonces, examinaría con atención todo lo que redactaba». Una identidad difícilAnna Caballé, junto a Israel Rolón, ha publicado «Carmen Laforet. Una mujer en fuga» (RBA), Premio Gaziel 2009 de biografías y memorias. Una amplia biografía sobre una escritora tímida, celosa de su intimidad y cuyo talento quedó embargado por la leyenda del primer título de su trayectoria. «Se encuentra en la cúspide antes de que decidiera que quería estar ahí. Tenía 23 años. La provocó una gran perturbación. Era un premio muy importante. Se convirtió en el centro de atención. Era muy joven y arrastraba una identidad mal construida y todavía no tenía una vocación literaria definida», comenta Caballé. Después insiste: «Su relación con la escritura cambió por esa presión. Lo que hasta entonces era un divertimento se convierte en una obligación. En una forma de ganarse la vida. Hay que tener mucha disciplina para soportar esa presión. La profesionalización de la escritura le resulta difícil. Ella sólo quería ser feliz y se ve atada a las estrategias y plazos de las entregas editoriales». Detrás de la estampa de aquella chica de aire soñadora, solitaria, de rostro bello; de carácter rebelde, orgullosa y analítica, a pesar de su falta de disciplina, se escondía el trauma que provocó el fallecimiento de su madre y la tensa relación que tuvo con la nueva mujer de su padre: «Su madrastra sentía celos de los descendientes de su marido. Los hijos recuerdan a la madre. Es una situación difícil que se une a la pérdida de la madre». A ese ámbito familiar se superpone su primer amor, Rafael Lezcano, al que se aferra para escapar de Las Palmas y que después fracasaría cuando ella ya se encontraba en Barcelona. «Era una mujer con talento y con una personalidad increíble. Pero se da cuenta que su tía y su abuela también la fiscalizarían cuando se encontraba en esa ciudad». Una vida de mujeresUno de los puntos menos conocidos de la vida de Carmen Laforet es su etapa religiosa, un capítulo presidido por un fuerte catolicismo entre los años 1950 y 1952 que después menguó hasta disolverse en una tenue y personal religiosidad. «Se entregó a esta religión subyugada por la influencia de Lilí Álvarez, que era muy dominante. Para ella catolizar a Laforet era un triunfo personal». Otro aspecto que se menciona en la biografía es su inclinación de carácter sentimental hacia las mujeres. «La palabra lésbica, como he leído, es incorrecta –puntualiza Caballé–. Pero esa tendencia aparece en su obra y en su vida. Ella tiene amistades amorosas. Pero de una trascendencia que sublima el sexo. Es cierto que encontró más plenitud con otras amigas que con los hombres. Para mí hay un anhelo materno. Busca mujeres de gran presencia, que la puedan proteger, como Lilí Álvarez, deportista, rica y fuerte. La más influyente fue Linka. Queda fascinada por ella. Por eso se da cuenta de la lectura que puede hacerse en "Nada". El Nadal representó para Laforet una merma de libertad personal en todos los sentidos». Seis meses para una novelaLa leyenda dice que «Nada» surgió de un impulso. Seis meses. Caballé prueba que comenzó la novela mucho antes. Que la depuró y la corrigió. ¿Pero y el otro rumor? ¿El que señala la intervención de Manuel Cerezales? «Él no intervino en absoluto –se apresura a señalar Caballé–. Es cierto que la aconsejó y la recomendó que eliminara algunos pasajes. La obra empieza a escribirse en septiembre de 1939 y se termina antes del Nadal. Acaba la última parte muy deprisa. En seis meses. Laforet, demostró luego, que era una escritora de mejores comienzos que finales».