Historia
Jáuregui otro más
Ramón Jáuregui es otro veterano de la izquierda al que no ha beneficiado la proximidad de Smiley. Dos casos anteriores e interesantes fueron Gregorio Peces-Parba y Santiago Carrillo. Ambos están identificados con los valores de la transición. Peces-Barba era buen símbolo socialista, era un hombre de la Constitución y la convivencia. Pero bastó que se acercara a Smiley para que se pensara en él como el que dividió a las víctimas del terrorismo y el que hostiga a la Iglesia católica. Quizá por eso parece más disgustado. Carrillo era la imagen de la superación de la Guerra Civil, el que recordamos con Fraga en el Club Siglo XXI. Pero Smiley lo rozó con sus alas intransigentes y hoy Carrillo está más asociado a la intolerancia izquierdista, precisamente lo que procuró dejar atrás durante años. Acaso por eso también parece cada vez menos alegre. Se repite la historia con Jáuregui, un socialista con una carrera marcada por la tolerancia y la moderación. A él también le arrojó Smiley su aliento sectario, y ya es diferente. Empezó hace un par de meses, insultando a los ciudadanos y alegando que pretender que se resuelvan sus problemas con menos impuestos «es para tontos» (véase «Jáuregui listo», LA RAZÓN, 28 junio), y lo acaba de repetir con la visita del Papa, cuando se apuntó a la demagogia de pedir al Vaticano que colabore para acabar con el Valle de los Caídos. Dicen que lo peor de Smiley es la economía. No lo creo. Lo peor es esto.