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Sevilla

Raquel Revuelta vuelve a desfilar 10 años después por Jesús MARIÑAS

Las pasarelas revientan con bodas espectaculares, el triunfo de mayo que cantó el poeta romántico y hasta cursilón.

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Pero viene pintiparada por la abundancia de casamientos sonoros y con grandiosidad. Olfo Bosé y Ekaterina pasearon felicidad no recién estrenada, sino sostenida, en los desfiles nupciales de Barcelona, que supusieron también avalancha VIP. Una lista rematada por Piqué y Puyol apuntándose a la cena de clausura montada por Alberto Palatchi ante un catálogo de «celebrities». Fueron la guinda de unos días encantadores con las siempre atrevidas propuestas de Fontecappallo. Esta vez le tocó a la imponente señora Briatore, a quien por última vez vimos exhibirse en la Moda Adlib ibicenca antes de que El divino echara sus puertas, ya a punto de su reapertura a mediados de junio rebautizado como El lío.
La Gregoraci apenas destacó en las incesantes muestras barcelonesas. Impactó el regreso de Raquel Revuelta, que aprovechó su colaboración con el cordobés Raffaelle para pasar un brazo por el hombro de la que fuera su pareja, Alvaro Bultó. El deportista anda bastante «depre» por la salud de su madre y Raquel fue un buen alivio. Rompieron por aquello tan manido de la distancia, que todo lo debilita. Incluso una pasión como la que él tiene sin disimulo por la empresaria sevillana. Alternará la pasarela con su dedicación a las dos revistas que tiene, su agencia de modelos catapultadora de «mises» y con cuidar la recién iniciada relación con El Tato.
Raquel marcó escuela en sus tres salidas, todas con trajes multicolor. Ofreció abrigos espectaculares, algunos con el inevitable cuello Balenciaga, perfecto corte y espaldas magníficamente elaboradas. Un prodigio de costura realzado por el estilo clásico de Raquel, un aire que imprime a las alumnas que forma en Sevilla y que luego abarrotan la exhibición de Moda Flamenca que sirvió para inyectar nueva savia a lo que parecía estancado en lunares y volantes. Supone una evolución muy agradecida y un paso adelante donde Vicky Martín Berrocal ya marca tendencias, que contrasta con el clasicismo siempre de buen gusto de esa Lina que lo mismo vistió a Rocío Jurado que a Isabel Pantoja. Aunque en la historia bética quedan las batas casi etéreas de Justo Salao: en «Azabache» dejó huella de preciosismo, aunque Juanita Reina e Imperio Argentina le pedían más adornos a ver cuál de las «grandes» de la copla resaltaba más en escena. Eran descacharrantes intentando sobresalir con relumbres una más que otra.