Londres
La música amansa a la fiera
Kate Moss contrajo matrimonio ayer con el guitarrista de The Kills
Cuando una se casa con un rockero espera que su vida cambie para zambullirse en un mundo de sexo, drogas y «rock and roll». Pero con Kate Moss la historia es diferente. Tras pronunciar ayer el «sí quiero», era ella la que terminaba con una etapa de luces y sombras para dar comienzo a una era de rutinas familiares y cierta paz, situaciones a las que nunca ha estado acostumbrada. Con Kate las cosas siempre han sido así: rompiendo moldes. En la pasarela impuso sus propios cánones de belleza. En su vida personal, supo renacer de sus cenizas cuando cayó en el profundo agujero de la drogas. Ella es única, se sabe que es única y su boda no podía perder su sello. La supermodelo se casó ayer con el músico Jamie Hince, componente del grupo The Kills.
Cuando una amiga en común les presentó en el backstage después de un concierto en septiembre de 2007, comenzaron una relación por la que pocos apostaban. Al fin y al cabo a Kate tan pronto como le venía el amor se le iba. Es cierto que tuvieron sus crisis y que ella incluso le llegó a tirar sus maletas por la ventana, pero, esta vez, sin saber por qué, algo había cambiado. Hince, de 40 años, le ofrecía su rock, pero también una serenidad y una figura paterna para su pequeña Lila, fruto de su relación con el periodista Jefferson Hack. Las piezas del puzzle, por primera vez, encajaban. Así que después de muchos rumores, desmentidos en los rotativos e incluso la pérdida del anillo de compromiso en el festival de Glastonbury, Kate pasó ayer por el altar.
Para ver el gran reportaje de Mario Testino –el fotógrafo preferido de Diana de Gales y el responsable de la foto oficial de los duques de Cambridge– habrá que esperar hasta el mes de septiembre de la edición estadounidense de «Vogue». Había exclusiva y fuertes medidas de seguridad en el pequeño pueblo de sureste de Inglaterra elegido para el gran evento. Aún así la modelo no tuvo problemas en que los vecinos y los curiosos la vieran entrar a la iglesia dentro de un Rolls Royce plateado.
Un gran cordón de seguridad rodeaba los pequeños pueblos que se sitúan cerca de su mansión –una casa de dos millones de libras elegida para celebrar la fiesta a lo largo de todo el fin de semana– y el perímetro estaba flanqueado con una valla de casi 2,5 metros de altura. La zona de los Cotswolds, donde se ubican varias bucólicas aldeas en plena campiña inglesa, estaba tomada literalmente por policías y guardias de seguridad que controlaban el acceso al pueblo de Southrop, donde la pareja contrajo matrimonio en la iglesia de San Pedro. Varias carreteras se habían cerrado y los agentes se ocupaban de que sólo accediesen a determinadas zonas los invitados o los residentes, a quienes se les habían entregado pases especiales.
Serena y sonriente
La novia iba acompañada de su padre y de su hija. Su cara parecía angelical. Debajo del velo –diseño completo de John Galliano– se pudo ver a una Kate serena y sonriente. Había prescindido de su habitual raya negra y el pelo lo había dejado suelto y ligeramente ondulado. Dos detalles florales a ambos lados de la cabeza unidos por una cinta servían como único adorno. De lo poco que se podía ver del vestido destacaban unos diamantes repartidos por toda la falda. El indispensable elemento azul lo llevaba en la suela de los zapatos, creados especialmente para ella por Christian Louboutin. Se había dejado claro desde el principio: la boda sería una mezcla entre el festival de Glastonbury y una gran fiesta en el Ritz. En otras palabras, durará tres días al más puro estilo rockero, pero no faltará el glamour en cada uno de los detalles.
Cada una de las damas de honor, por poner sólo un ejemplo, iba vestida por diseñadores como Stella McCartney y Erdem. Y tanto el novio como su «best man» –el músico cambió la tradición y en vez de a un amigo eligió a Allison Mosshart como particular madrina– iban de Yves Saint Laurent.
Entre el selecto grupo de invitados, destacaban Naomi Campbell, que escogió a Riccardo Tisci, Bryan Ferry, la editora de «Vogue», Anna Wintour, la artista británica Tracey Emin o el actor Jude Law.
Está previsto que la pareja deleite a sus invitados con tres días de celebración, una fiesta valorada en 500.000 libras. El catering correrá a cuenta de un equipo formado por los chefs de uno de los restaurantes favoritos de la novia, el exclusivo Chino Tang del hotel de lujo Dorchester y el Ritz de París. Durante estos días también se ha visto cómo llegaban a la mansión camiones cargados de cajas de Grey Goose Vodka y champán Dom Perignon. Ayer había rumores sobre la música. Se esperan las actuaciones de Iggy Pop, Beth Ditto, Snoop Dogg y Carl Barat, ex compañero de banda de Pete Doherty, el ex de Kate.
La redención de Galliano
No estuvo en la boda y tampoco se pudo averiguar nada sobre sus posibilidades de escaparse a Londres con el juicio aún en proceso. Pero Galliano estaba más presente que nunca y sólo el hecho de ser elegido para crear el vestido de la novia supone ya un nuevo renacer para él. Creó para un traje de gasa en color hueso, con superposiciones en reflejos dorados.
En busca de chicos malos
- Muchos, polémicos y, casi siempre, tormentosos. Así han sido los noviazgos de Kate Moss. La rubia de mirada angelical (cuando quiere) nunca se adaptó a los cánones de la pasarela y su rebeldía también la plasmó en su vida amorosa. Durante los 90, en los inicios de su carrera como modelo, acababa sus romances con la misma rapidez que los empezaba: los músicos Evan Dando y Bobby Gillespie, o el actor River Phoenix forman parte de esta fugaz lista. Hasta Russel Brand, actual marido de Kate Perry, recuerda una noche de pasión junto a ella. No fue hasta que conoció a Johnny Depp cuando se serenó un poco. Su relación duró cuatro años, pero terminó a causa de la infidelidad de ella con Lenny Kravitz. Se la relacionó luego con Billy Zane, pero fue con el periodista Jefferson Hack con quien tuvo a su única hija. En 2005 empezó con el conflictivo Pete Doherty, que la llevó por el lado más oscuro.
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