Opinión

La crónica de Amilibia: Ante las «megamenazas», démonos a la bebida

El economista Nouriel Roubini, en imagen de archivo
El economista Nouriel Roubini, en imagen de archivolarazon

El payaso gritó en la pista central que el circo estaba ardiendo. Todos creyeron que se trataba de una bufonada del clown y rieron. El payaso repitió sus gritos, pero los espectadores reían cada vez más fuerte. Todos murieron, incluido el payaso, me imagino. Ahora llega el Doctor Catástrofe (profesor Nouriel Roubini, uno de los analistas económicos más reputados) con su libro «Megamenazas» bajo el brazo y nos dice que «es muy posible que la Tercera Guerra Mundial ya haya empezado». Pero no queda ahí la cosa. Añade que «en una década viviremos la madre de todas las crisis de Deuda y el fin de la era del crecimiento: el mañana será una época de caos e inestabilidad crónica». Y no deja a un lado «el colapso demográfico, la emergencia climática o la normalización de las pandemias».

Le grito al televisor que yo no lo veré. Es la ventaja de ser viejo. Libros como el de Roubini deberían estar patrocinados por Johnny Walker o JB porque ante ese cúmulo de «megamenazas» yo solo veo una opción clara y honesta: darse a la bebida y al frenesí. Pero la salud ya no me lo permite. Es la desventaja de ser viejo. Así que tendría que considerar refugiarme en un convento budista del Himalaya, apuntarme a la rondalla de los Hare Krishna o peregrinar a Lourdes con Tamara Falcó. Hace más de medio siglo, le pregunté a Sean Connery en Marbella qué haría si mañana fuera el fin del mundo. Me respondió sonriendo y sin soltar su hierro número 9: «Seguir jugando al golf».

La infanta Elena ha enviado a Froilán a Abu Dabi con el abuelo. Pero, ¿qué hacemos los que no tenemos abuelo ni sabemos jugar al golf?