Perfil
El «reality» de los Bono, los Kardashian de Castilla-La Mancha
¿Son los Kardashian castellano manchegos? Guapos, con cierta alcurnia y con redes sociales. El clan del exministro socialista no deja de surtir contenido a las revistas del corazón. Les buscan y ellos se dejan querer. La matriarca, Ana Rodríguez, es la única al márgen de un «show» sin fin.
No se llaman Kim, Kourtney, Khloé, Kendall o Kylie, no son los Kardashian, su día a día no obedece a una estudiada campaña de márketing, y su vida no es un «reality» donde casi todo tiene un precio. Son los Bono, la versión patria –salvando las muchas distancias– de un clan mediático desde el primer al último miembro. Es el universo familiar del exministro de Defensa socialista, también expresidente del Congreso de los Diputados y expresidente de Castilla La Mancha, José Bono, oriundo de Salobre (Albacete), hijo del alcalde y nacido en una familia acomodada. Un hombre afable y de convicciones que da apellido a una familia que por diversas circunstancias se ha convertido en un clan mediático que genera interés en la prensa del corazón, donde copa titulares.
Los Bono padres
El de José Bono (70) y Ana Rodríguez Mosquera (63) fue un matrimonio unido sin aparentes fisuras durante 29 años. El desgaste de la convivencia (ese mantra que se usa cuando no se conoce a ciencia cierta la razón de una ruptura), fue la excusa para poner fin al matrimonio. Su buena relación tras el divorcio es un raro caso para estudiar. El cariño que se profesan mutuamente tras haberse roto el amor rompe moldes. En este «buenrollismo» solo un lunar: en 2006, Ana escribió, «desde la rabia», según ella, «El club de las perfectas divorciadas», donde se cobró alguna que otra cuenta pendiente con su exmarido. José Bono refunfuñó en un principio, pero no hizo mella en la relación. La bella matriarca se mantiene alejada de los focos y centrada en cuidarse y cuidar a los suyos.
Amelia, de Tous a Instagram
Amelia (40) es la mayor y la más mediática del universo Bono. Su matrimonio con Manuel Martos entroncó dos clanes patrios sin igual, los Bono con los Martos, la familia del cantante Raphael. Por aquel momento Amelia era dueña de varias franquicias de Tous, que gestionaba junto a su madre. Manuel, su marido era, junto con Álvaro de Azcárate, la mitad del dúo «Mota», un grupo indie que llenaba aforo en pequeños locales de la capital, intentando hacerse un hueco en el panorama musical. Con el paso de los años la pareja pasó del anonimato al primer plano mediático. Amelia participando en el concurso de TVE «Bailando con las estrellas», Manuel como jurado de «Operación Triunfo». Para entonces Martos era habitual de los medios y trabajaba como productor ejecutivo y director artístico de la discográfica Universal. Paralelamente, Amelia, que intentó ser empresaria de la mano de Tous, pisaba con fuerza en el universo de las redes sociales, algo que le va de maravilla con su carácter inquieto. Hoy tiene 400.000 seguidores en Instagram y 49.000 en Tik tok, donde sus bailes y coreografías son aplaudidos virtualmente. El anuncio de separación en julio cogió por sorpresa a todo el mundo, entre otras cosas porque ponía en evidencia el idílico mundo marital que la pareja vendía en las redes. Si sorprendente fue la ruptura más lo ha sido el impacto que ha causado esta semana la nueva relación que mantiene Amelia. La mayor del clan Bono ha sido fotografía en Sotogrande con Fernando Ligués, un empresario de 47 años que trabaja en una multinacional y padre de familia numerosa como ella. Las fotos de ambos montando en bicicleta han roto la tranquilidad del chalet familiar que aún comparten Manuel y Amelia en Aravaca. «Lo importante es que todos seamos felices y la familia esté bien», contestaba elegante Martos a la prensa, entre lacónico y desconcertado.
Ligués, es un financiero de perfil profesional absolutamente contrario a Manuel Martos. Licenciado en Ciencias Empresariales por la Universidad Complutense de Madrid, es socio directivo en Vaciero Corporate, una consultora. Además es consejero en Network Mobility Solutions, dedicada al alquiler de automóviles, y administrador único de otras tres compañías, 360 F.L.B. Consultores en Dirección Empresarial SL, Spiramonde Textil S.L., y The Gift Factory SL.
Ana, la gran desconocida
Ana (37) es la más desconocida de los cuatro hijos del matrimonio. Alérgica a la fama y abogada de profesión, entra y sale de la prensa rosa a su antojo. Tan pronto hace un editorial de moda en una conocida cabecera del mundo del corazón, como que rehúsa hablar de sus parejas. Su relación en aquel momento con Gabriel Funes, un aparejador, supuso para la joven más de un quebradero de cabeza. Ana y Gabriel no encajaron la fama con buen ánimo. Compartían por entonces piso en pleno centro de la capital donde solían escabullirse de los fotógrafos de las formas más imaginativas. En julio de 2017 fueron padres de una niña de nombre Ana, como su abuela. Tras varias crisis la pareja emprendió vidas separadas. En el plano laboral, tras tres años trabajando en Londres como abogada de Dragados, montó con unos amigos, Lintons. Hace 5 años fichó por la Fundación Iberdrola, donde trabaja en el departamento de cumplimiento normativo y gobierno corporativo de la entidad de Ignacio Galán, íntimo de su padre.
Bono Jr., novio a la fuga
La vida de José Bono hijo (39) está marcada por una pasión que ha convertido en su profesión: los caballos. José es, desde enero de 2020, administrador único de la sociedad Hípica Almenara SL, a través de la que gestiona la explotación de la Hípica de Toledo, propiedad de la familia. De trato cariñoso, se desenvuelve en el ambiente hípico con la soltura del que se siente en casa. Prometido con su novio Aitor Gómez, su boda se fue al traste, en parte por las restricciones de la pandemia y también por los rumores de crisis continua en la pareja.
Sofía, la (gran) estrella del clan
Si hay una estrella fulgurante en el universo Bono esa es la pequeña del clan, Sofía (21). Vive a caballo entre Madrid y Londres, ciudad donde cursa sus estudios de diseño de interiores y decoración en el Regents University. Antes cursó varios años en Toledo y tras la separación de sus padres, en Suiza, en el Brillantmont School, uno de los internados más elitistas de Lausana. El centro cuesta 70.000 euros al año.La pequeña de los Bono mantiene una amplia actividad en redes sociales, donde tiene más de 19.000 seguidores en Instagram. No tiene inconveniente en contestar las preguntas más incisivas de sus seguidores. Sale desde hace unos meses con Borja Gómez de Mendoza, «Boyi», un joven jerezano, un año mayor que Sofía, devoto de los toros, la caza, la Virgen del Rocío y la Feria de Abril. Y muy relacionado con la aristocracia, ese cóctel que tanto gusta a los Bono. Últimamente prodigan en las redes menos fotos juntos. Antes, tuvo otro novio, en el internado, que era latinoamericano.
La joven acaba de hacer un documental sobre su proceso de adopción en Chile hace dos décadas. Junto a Berenice Lobatón, hija de Paco Lobatón y Mari Pau Domínguez, pretende ayudar a otros padres y niños, con la intención de que la adopción deje de ser un tema tabú. Todo el clan promete mil y una aventuras. Esos sí, con distintos escenarios: el patriarca no olvidemos sigue siendo un ilustre ciudadano dominicano.
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