Estocolmo
Luis Alfonso de Borbón: ¿Luis XX de Francia?
Luis Alfonso de Borbón detenta un derecho al que no puede, ni debe, renunciar en virtud de las tradicionales Leyes Fundamentales del Estado, el de Jefe de la Casa de Borbón y pretendiente legitimista al trono de Francia
El 5 de febrero de 1984 hacía mis prácticas de Medicina en la Clínica Universitaria de Navarra. Ese día llegaron malheridos al Hospital de Navarra don Alfonso de Borbón y Dampierre, duque de Cádiz y de Anjou, y sus hijos don Francisco, duque de Bretaña, y don Luis Alfonso, duque de Touraine y luego de Anjou. Impresionados por la noticia, todos estábamos pendientes del desenlace. Francisco falleció y a Alfonso le costó recuperarse, destrozado por la pérdida de su primogénito.
He conocido a tres personas cercanas al duque de Cádiz: Federico Trenor, barón de Alacuás; su abogado, José Antonio Dávila; y el embajador Carlos Abella, destinado en Estocolmo cuando el duque era embajador en Suecia. Alfonso era gentil, de suaves y educadas maneras, y cierta tristeza fruto de una vida jalonada de desgracias. El 30 de enero de 1989, otra noticia convulsionó los teletipos: el duque de Cádiz había fallecido en un accidente de esquí. Se le enterró en las Descalzas Reales, junto a su hijo Francisco. Sobre la negra lápida, tres flores de lis y, en letras doradas: «Sus Altezas Reales don Alfonso y don Francisco de Borbón», con sus fechas de nacimiento y muerte. No podían ocupar el escurialense Panteón de Infantes. Sobre Luis Alfonso recayó el peso del legitimismo francés. En 1998 vino a una conferencia mía en el CSIC sobre Luis XVII de Francia. Le acompañaba el barón de Alacuás, albacea de su padre. Luis Alfonso asumía la importancia de conocer la historia de su Casa. Pero, ¿por qué el legitimismo le considera Jefe de Casa Real de Francia? Después de Luis XVI reinaron sus hermanos Luis XVIII y Carlos X. Éste, tras la Revolución de 1830, abdicó en su nieto Enrique, duque de Burdeos, sobrino del delfín Luis Antonio, duque de Angulema, que hubiera sido Luis XIX. Pero el poder lo tomó su primo Luis Felipe de Orleans, rey de los franceses, al que Carlos X había nombrado regente durante la minoría de su nieto.
El último rey reinante de Francia murió en 1836 y Luis Felipe, catorce años después. El rey «de iure» «Enrique V» murió en 1883. «Luis XIX» no tuvo hijos de María Teresa, hija de Luis XVI y María Antonieta. Enrique, conocido como conde de Chambord, tampoco los tuvo de María Teresa de Módena. En 1873, cuando, durante la presidencia de MacMahon, se le ofreció el trono, aceptó régimen parlamentario, constitución, estatuto real parte de la legislación francesa y no superior a ésta, separación de poderes, bicameralismo, libertades civiles y religiosas... pero no renunció al uso de la bandera blanca de los Borbones. En el Castillo de Chambord vi la carta en la que manifestaba su fidelidad a esa bandera así como la carroza adquirida por el conde de Damas para entrar en París. A su muerte, los derechos pasaron a Juan de Borbón, conde de Montizon –«Juan III», pretendiente carlista a la Corona española y a la de Francia–, «aîné des Capétiens». Se basaba esta sucesión en las Leyes Fundamentales del Estado y en la indisponibilidad de la Corona. El rey de Francia no puede designar sucesor, abdicar, ni renunciar a una corona que sólo administra. El delfín, en virtud del «ius filiationis» y del «ius primogeniturae» comparte esa obligación («ius conregnandi»). Felipe V fue siempre reconocido, incluso por Luis XIV –carta de éste al Parlamento de París de 1 de febrero de 1701–, como príncipe de la sangre y heredero de la Corona de Francia en caso de extinción de la rama principal. La renuncia de 5 de noviembre de 1712 y el Tratado de Utrecht –firmado para conseguir la paz– fueron nulos en esta materia como opuestos a las citadas leyes. Así lo afirmó Jacques-Antoine de Mesmes, presidente del Parlamento. Con él coincidían Saint-Simon, Condé y hasta Voltaire. Luis XVI llamaba a Carlos IV «Jefe de la Segunda Rama de la Casa de Francia» y así lo defendió ante los Estados Generales en 1789 el embajador español en París y lo corroboró la Constitución francesa de 1791. Chambord legó sus bienes al duque de Madrid, quien, al fallecer «Juan III», pasó a ser «Carlos XI». Al morir en 1909 le sucedió «Jaime I» (III de España para los carlistas). Había tomado el título de duque de Anjou y le sucedió su tío Alfonso Carlos, «Carlos XII», duque de San Jaime y de Anjou. Mientras, los Orleans eran considerados por muchos monárquicos franceses como detentadores de los derechos a la corona.
Pero el legitimismo tenía sólidos argumentos. Al morir Alfonso Carlos en 1936 sin descendencia de sus dos matrimonios, Alfonso XIII se convirtió en el agnado de los Borbones y de iure en «Alfonso I» de Francia, colocando el escusón de las armas plenas de Francia en las suyas. Don Alfonso, que recibió el collar del Espíritu Santo de su primo «Jaime I», tuvo cuatro hijo varones y dos hijas. Muerto Alfonso, conde de Covadonga, y luego Alfonso XIII, el segundo de sus hijos, Jaime, duque de Segovia, se convirtió en duque de Anjou y en jefe de la Casa de Francia como «Enrique VI» (se llamaba Jaime Enrique). Al fallecer en 1975 su hijo el duque de Cádiz, de Anjou, de Borbón y de Borgoña, pasó a ser «Alfonso II de Francia». Su muerte hizo que Luis Alfonso, «Luis XX de Francia», detente unos derechos inalienables. Su obligación es llevarlos con la misma dignidad, estoicismo y discreción que hasta ahora.
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