Sevilla
La condesa de Latores cenó con el Papa
La escritora y periodista María Teresa Álvarez, condesa de Latores, vive semirretirada de Madrid. Con Paloma Gómez-Borrero descubrió la Roma que inspiró su última novela histórica y acabó enganchada a la Ciudad Eterna. Ahora pasa allí grandes temporadas y asegura, aún con emoción reciente, que en otoño la ciudad resulta única. No es para menos. «A través de Paloma conocí a importantes personajes de la Curia», comentaba. «Me descubrieron la ciudad, sus monumentos, aspectos muy interesantes del Vaticano... Con uno de esos personajes suelo verme para comer o cenar y hace días me citó en Santa Marta, la residencia que el Papa Francisco prefiere a la fastuosidad vaticana. Éramos tres en la mesa y cuál no sería mi sorpresa, cuando dos mesas más allá estaba también Su Santidad. Incluso se autoservía con toda humildad. Me dejó pasmada». Así relataba su experiencia la condesa de Latores, que casi se emociona con tan encomiable impacto.
Imagen inédita
Muchos también lo harán con el libro de veintisiete recuerdos que Paloma Gómez-Borrero ha rematado como homenaje al que fue su pontífice preferido. «Son anécdotas de Juan Pablo II, fruto de los veintisiete viajes en los que lo acompañé», sostiene la periodista, que acto seguido añade: «Era entrañable, tierno y muy cariñoso. Estaba muy pendiente de todos los del equipo periodístico y nunca dejaba de felicitarme por mi santo y cumpleaños. Era muy detallista, pese a su firmeza. He recuperado esos momentos únicos como homenaje a su próxima santificación. Intento ofrecer una imagen inédita de aquel gran hombre que llega a santo en un tiempo récord, algo habrá hecho».
Cambiando de tema, me sorprende la postura adoptada por la politiquería sevillana respecto a Rocío Jurado, nada que ver con la prisión de José Fernando Ortega Mohedano o las reticencias del torero, a quien ahora reprochan que ni se haya puesto en contacto con el hombre atacado por la panda de gamberros subidos de tono. O algo más. El propio encarcelado así lo reconoció en su confesión, donde apechuga con gran parte de la responsabilidad; incluso, con la de haber conducido sin carné a 140 por hora. Lo tiene crudo. Pero voy a hablar de esto que parece afrenta, menosprecio o desconsideración con «la más grande», que, paradójicamente, rotula el auditorio de la Expo, donde estrenó «Azabache» con Imperio Argentina, Nati Mistral, Juanita Reina y María Vidal. Era una idea exaltadora de la copla que surgió viendo el éxito mundial del «Tango argentino» montado por Claudio Segovia y Héctor Orezzoli, que buscaban hacer con la copla un «show» tan innovador como el de tango o el posterior «Blues and blue», también impresionante. Cuando Claudio Segovia murió, su compañero se deprimió y abandonó la exaltación coplera de aquella Expo felipista nada impactante. Del despilfarro de antaño sólo quedan ruinas y un antiestético rascacielos plantado en sus solares. Es algo que rompe la hasta ahora armónica panorámica bética. Recurrieron a Gerardo Vera, que no tenía ni idea de quién era Marifé de Triana y menos aún una Juanita Reina, que ni le sonaba, al punto que todo empezaba con la salida de un caballo blanco... ¡llamándose Azabache!
Cundieron los despropósitos donde la Jurado imponía el «ordeno y mando» incluso censurando canciones de la Piquer por su aversióny encono con doña Concha. El Museo de Arte y Costumbres Populares de Sevilla ahora reúne una colección evocadora de la canción española que incluye trajes de Juanita Reina y otras figuras. Pero no consta ninguno de Rocío Jurado, aunque su gente ya tenía preparados tres de los que nunca podrán verse en ese museo que resultó un sueño imposible. Además, los vascos, como consecuencia de la crisis, pretenden cerrar ahora el del Balenciaga en determinadas épocas del año. Era lo que faltaba para rematar el despropósito que atenta contra la moda española.