Una venta estratégica
El "pelotazo" inmobiliario de Anna Gamazo en el barrio de Salamanca de Madrid
La coleccionista de arte y sus hermanos han vendido un edificio familiar ubicado en la calle Padilla de la capital al fondo Persépolis, cuyo socio es cuñado del príncipe Kubrat de Bulgaria
Anna Gamazo Hohenlohe-Langenburg está más acostumbrada a comprar que a vender. Durante las últimas décadas, junto a su marido, el financiero Juan Abelló Gallo, ha adquirido algunas de las obras de arte más impresionantes del mundo que ahora forman parte de su espectacular pinacoteca particular en la que figuran cuadros firmados por Goya, Zurbarán, Ribera, Murillo, Canaletto, Sorolla, Modigliani o Picasso, su favorito. Sin embargo, hace unas semanas, a la empresaria y filántropa le tocó vender. Ella y sus hermanos, Clara y Germán, fruto del matrimonio de Pimpinela Hohenlohe, primogénita de Piedita, la aristócrata más fascinante de la «belle époque», y el noble Claudio Gamazo, se desprendieron de un edificio ubicado en la calle Padilla de Madrid con gran valor sentimental para ellos.
El inmueble, ubicado en el barrio de Salamanca de la capital, en las inmediaciones de la Fundación Juan March, pertenece a la familia principesca alemana desde 1948. Al parecer, en él vivió Anna antes de casarse con Abelló en junio de 1968 y también ha sido residencia de Germán, actual marqués de Soto de Aller y conde de Gamazo. Sin embargo, la familia ha decidido liquidar este bien tan preciado, valorado en ochenta millones de euros, tal y como ha podido confirmar LA RAZÓN, aunque Cinco Días avanzó esta intención de la familia hace un tiempo. El comprador ha sido el fondo español Persépolis, una compañía fundada en 2014 por la empresaria estadounidense Mitra Ghamsari y de la que es socio el argentino Marcelo Berenstein, marido de Vega Royo-Vilanova, cuñado del príncipe Kubrat de Bulgaria y uno de los los promotores inmobiliarios más «vip» en este momento que cuenta con más de veinte años de experiencia en Wall Street. Padilla, 32 se convertirá en una «branded residence». Es decir, una serie de apartamentos asociados a servicios hoteleros de cinco estrellas. En Miami, las alianzas comerciales de Persépolis son con marcas de lujo como Armani, Bulgari, Missoni o Fendi. Entre sus servicios se encontrarán, presumiblemente, los de la consejería, restauración, la limpieza, mayordomo a conveniencia, además de áreas comunes como gimnasio, jardines, piscina o spa. Y, por supuesto, seguridad 24 horas. Porque los compradores, al igual que los apartamentos del Four Seasons, cuya venta promovió Khali El Assir, nuera de Francis Franco e hija del empresario libanés Abderramán El Assir, íntimo amigo del rey Juan Carlos en el exilio, serán millonarios. De hecho, un ático se llegó a vender por diez millones de euros.
El edificio de los Hohenlohe fue construido por Luis Gutiérrez Soto, el arquitecto más reconocido de la época y el artífice del estilo de construcción del Barrio de Salamanca o el edificio del Ministerio del Aire, entre otros, como el hoy Teatro Barceló, símbolo de La Movida. Hasta la fecha, la familia alquilaba los espacios de Padilla, 32 como apartamentos u oficinas y era también la sede de su filial inmobiliaria. La idea de Persépolis es ambiciosa, ya que esta empresa pretende desembolsar doscientos millones de euros para rehabilitar, a su vez, otros dos edificios de Madrid, donde el lujo de las grandes cadenas hoteleras ha llegado para quedarse.
Nuevos aires para el Quexigal
Aunque ya no pertenece a la familia desde hace varios años, El Quexigal, donde Anna y Juan se casaron hace 55 años, también podría convertirse en breve en un hotel. Ubicado en Cebreros (Ávila), se trata de un pabellón de caza que mandó construir Felipe II a Juan de Herrera, autor del cercano Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y que hoy pertenece a la familia Álvarez, propietarios de Eulen y Vega Sicilia, de actualidad estos días porque han llegado a un acuerdo tras trece años de enfrentamientos por el control del imperio levantado por su padre, David Álvarez. Pero antes de que pasaran a sus manos, allí vivió Piedita y su marido, el príncipe Max Hohenlohe, abuelos de Anna, quienes, huyendo de la II Guerra Mundial, se instalaron en la fría sierra abulense. Atrás, quedó su fantástico Palacio de Rothenhaus, en la afueras de Praga, y multitud de obras de arte, atrapadas para siempre tras el Telón de Acero. Sin embargo, El Quexigal, con ni más ni menos que 67 habitaciones, se transformó pronto en una casa-museo que albergó la mayor colección de cerámicas de Talavera de la Reina y sus paredes se llenaron de tapices de gobelinos, cuadros de Tiépolo, Goya, Berruguete, Murillo o El Greco. Hasta que en 1956 se incendió y se quemaron numerosas obras de arte. Aquello fue una gran tragedia para la familia. Por eso, Anna Gamazo y sus hermanos saben que unas veces se gana… y otras se pierde. Ahora les ha tocado ganar.
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