Entrevista
Ospina, abogado de Arrieta: "No nos planteamos negociar"
El letrado asegura que no tienen relación con la defensa de Daniel Sancho y que están siguiendo una estrategia "temeraria por lo que tiene de arriesgada"
A cuatro kilómetros del Tribunal Provincial de Koh Samui, junto a una playa tan paradisíaca como privada, nos espera Juan Gonzalo Ospina, Juango para los amigos, dispuesto a soltar sus últimas frases a punto de iniciar el viaje de regreso a España. Antes de encontrarnos en el vestíbulo del hotel Thai Fight, cruzamos parte del exterior desde el buffet, única palabra francesa referente al mundo de la cocina que refleja decadencia. Y en los jardines del mismo, piscinas de esas donde el agua se desborda para emoción del cliente, cascadas que parecen acariciar las paredes por donde descienden y fuentes que emiten sonidos maravillosos que, junto con el de las olas y el piano, creen a uno estar llegando al cielo, ante tanto placer que queda clausurado cuando bebemos el primer trago de café, infumable. Claro que estamos en un hotel y junto a su buffet de desayunos. Ospina, vestido de punta en blanco, comienza con su disertación. Porque si algo tiene el abogado de la familia Arrieta es un don de palabra que augura puestos altos en próximas listas electorales.
Juango tiene claro que el mejor escenario posible durante este juicio no sería la pena capital, aunque reconoce que «las pruebas de las que dispone el juez apuntan claramente hacia un asesinato con premeditación, y queremos que quede demostrado que Daniel Sancho vino a Koh Phangan con la intención previa de acabar con la vida de Edwin Arrieta. Conminados con la familia Arrieta y el respeto por los derechos humanos, no desearíamos la pena capital, pero tanto la familia como yo aceptaríamos la decisión final del tribunal, que está claro podría sentenciarle a la pena capital». Aunque Ospina acepta que el peor escenario tendría que ver con la excéntrica posibilidad de una absolución o un homicidio imprudente, ya que «está claro que, entre la compra de los cuchillos, el alquiler de la segunda vivienda y cómo quedó la cara de Arrieta, con las cuencas de los ojos totalmente destrozadas, entendemos claramente que la causa de la muerte fue por una agresión brutal en la que Edwin no se pudo defender».
Tailandia es un país muy interesante, avanzado, donde la seguridad es una de sus mejores virtudes. Pero eso no quita para que hayan aflorado rumores que se asocian a tres pecados reunidos. El primero, que el juicio se esté produciendo a puerta cerrada, con la prohibición expresa del juez no sólo de que los periodistas no podamos entrar sino de que las personas que pueden asistir (diplomáticos, familia, abogados…) puedan comentar nada de las sesiones con el exterior. El segundo pecado tiene que ver con que la plataforma HBO, a través de Cuarzo Producciones, ha pagado supuestamente una altísima cantidad de dinero a Rodolfo Sancho por interpretarse a sí mismo.
La corrupción cierra esta mesa de tres patas, aclarando que Tailandia no es Argentina, aunque tampoco Suiza. O sea, que como en estas tierras se compran policías, uno se pregunta qué ocurriría con los jueces si de maletines habláramos. «No tenemos ningún tipo de conversación con los abogados de Sancho, por lo que ni nos planteamos un escenario de negociación, aunque, cómo no, si esa posibilidad se pusiera encima de la mesa lo valoraríamos. Aunque no es sólo una cuestión de dinero, sino también de que el acusado acepte su culpabilidad y pida perdón».
Ospina se condecora continuamente por estar participando en este juicio, no sólo como abogado en la sombra, sino como coacusación con el ministerio fiscal, según me demuestra en unos documentos que examino y apruebo. Pero incluso así, en esa posición de poder, ayer abandonó el país cuando me reconoce que no volverá al juicio salvo tsunami. «Con mi abogado tailandés trato continuamente durante el juicio, sentado detrás, y le propongo preguntas, así como le comento cosas. Yo participo de manera absoluta», añade Ospina, orgulloso de poder decidir en este juicio volcánico. Sin embargo, Ospina se va, aunque tranquilo: «El juicio se está desarrollando con normalidad y con unos estándares de calidad propios de cualquier estado europeo, cuando además todos los testigos están ratificando sus declaraciones previas».
Su motivación es moral
Con Marcos García-Montes, Juan Gonzalo Ospina mantiene una paridad entrañable: ambos, y con pasión explícita, comentan en público que no están aquí para ganar dinero, como si los abogados fueran conocidos por pedir limosna a las puertas de las bocas de metro. Ospina ante este comentario contesta así: «Defiendo a la familia Arrieta por una cuestión moral y porque no tienen recursos, no ya para pagarme, sino para que ellos puedan vivir tranquilamente, como lo hacían cuando Edwin Arrieta estaba vivo. Luego, la experiencia vital que este caso nos da es evidente, permitiéndonos asociarnos con el ministerio fiscal como coacusación, obsequiándonos con el acceso al expediente, poder proponer pruebas y acceder a la sala los días del juicio. Y claro, dejo para el final la repercusión mediática, que nos permite tener acceso a diferentes medios de comunicación. No hemos recibido ningún dinero de la familia Arrieta, cuando hasta nosotros les ayudamos a repatriar el cadáver de nuestro bolsillo. Hemos pactado un porcentaje de una hipotética indemnización que sabemos que no se va a producir».
La actitud desafiante de Sancho
Ospina también explica la compleja estrategia de la otra parte: «En los tres días que he trabajado durante el juicio oral me han sorprendido las miradas desafiantes de Sancho, sus comentarios, suspiros, que no son propios de una persona que siente arrepentimiento. A su vez, se dirige a otros testigos, haciendo juicios de valor por los que fue corregido en más de una ocasión por su señoría. Hasta en España su línea de defensa sería temeraria por lo extremadamente arriesgada». Ospina también se pregunta, tras las públicas amenazas de Sancho contra Arrieta, «dónde están esos mensajes de WhatsApp donde supuestamente le amenazaba, dónde están esos e-mails o esos indicios que pudieran acreditar que Daniel estuvo amenazado».