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De Gere a DiCaprio: élites que buscan que les miremos en misa

En esta época del postureo ético, el protagonista de «Pretty Woman» resurge en España

Leonardo DiCaprio
Leonardo DiCaprioJonathan ShortGTRES

La mejor respuesta sobre la fiebre «woke» que me han dado nunca fue en una entrevista con Óscar Aibar, excelente director de cine. Es algo que solía decir su abuelo: «Nunca te fíes de la gente que se sienta en la primera fila de misa». A otros nos lo contaron de forma algo más plana: «Una cosa es predicar y otra dar trigo». No hay que dejarse hipnotizar por el escaparate de los Goya y similares porque está lleno de gente que alaba a Open Arms mientras convierte su mansión en un búnker (Gere), defiende la okupación pero luego intimida a sus inquiokupas (Daniel Guzmán) o sermonea contra el cambio climático y luego posa sonriente con coches deportivos (Miguel Ángel Silvestre). Así funciona la burbuja progre, que es la primera fila de misa del globalismo.

En favor de Gere podemos decir que se le veía venir de lejos. Fue el máximo icono de la moda de comprometerse con el Tíbet, esa luminosa teocracia machista especializada en presionar padres para que les cedan la crianza de los lamas reencarnados en sus retoños. Otras celebridades se han «wozikado» más tarde, pero lo que une a todos es el concepto de «opiniones lujosas», acuñado por el periodista político Rob Henderson, que alude a una paradoja que podemos resumir así: las creencias de las élites sociales –en este caso, culturales– están tan alejadas de las del pueblo llano porque los de arriba pueden defender ciertas posturas extravagantes sin pagar sus consecuencias. Es más sencillo que alguien de La Moraleja sea partidario de las fronteras abiertas porque la criminalidad que acarrea la inmigración apenas afecta a los barrios altos.

Leonardo DiCaprio y Tobey Maguire en Ibiza
Leonardo DiCaprio y Tobey Maguire en IbizaGtres

Más ejemplos: durante el apogeo del Black Lives Matter, muchos estudiantes de campus pijos defendían el movimiento «Defund the police» («Dejad de financiar a la policía») porque, si eso ocurriese, ellos seguirán estando protegidos por la seguridad privada de sus urbanizaciones. Leonardo Di Caprio puede mirar con desdén la monogamia porque no necesita un matrimonio para tener una vida estable. Para él un divorcio nunca es un drama, como tampoco lo ha sido regalar un palacete de 25 millones de euros en Londres a su actual novia veinteañera. Lo mismo ocurre con debates como las drogas, las armas y la meritocracia: las celebridades «progres» se pasan el día opinando sobre asuntos que pueden resolver con un golpe de tarjeta, mientras que los demás lo podemos terminar pagando con la vida.

Vivimos en la era del narcisismo y del postureo ético. Una vez cubiertas las necesidades materiales, las estrellas buscan brillar en el plano espiritual. Causas como el multiculturalismo, la ecología y el feminismo son ideales para exhibir buenismo sin crear ningún conflicto en las salas VIP de todo el planeta, recibiendo aplausos de personas que seguramente tienen su capital trabajando a todo trapo en empresas de armas, fracking y seguridad militar en las fronteras. Los discursos tipo Richard Gere son ideales para sentir que has lavado tu culpa por viajar en jet privado, tener siete mansiones y por el hecho verificable de que hace cuatro décadas que no interactúa con alguien pobre, quitando aquellas dos horas en que serviste puré de patata en la ONG de José Andrés entre una nube de fotógrafos admirados de tu espíritu solidario.