Estilismo
Radiografía del retrato real: un vestido de la talla 36 y una capa que copió Grace Kelly
Todos los datos del diseño de Balenciaga que la Reina ha lucido para su retrato más viral. Una creación de 1948
Desde que se conoció que Annie Leibovitz iba a realizar los retratos para el Banco de España de los Reyes, había mucha expectación por conocer cuál sería el resultado. Tras la polémica de la fotógrafa con Isabel II, cuando le dijo aquella frase «less dressy» que tanto molestó a la soberana británica, había morbo por conocer qué habría pasado con las instantáneas de Don Felipe y Doña Letizia.Y parece que se volvió a repetir la orden de la artista (que ya había dejado claro que la reina en la sesión iba a ser ella).
Si bien el Rey aparece vestido de uniforme, descartando las opciones que había de frac y chaqué, la consorte se presenta ante los ojos del espectador con un vestido de fiesta. Eso sí, nada se ha dejado a libre albedrío. Para la ocasión se trabajó mucho el mensaje que se quería enviar con la indumentaria y si bien la Casa Real no suele comunicar de quién va vestida la Reina, en esta ocasión sí que ha habido una intención. Por una parte, reivindicar el talento del mayor modista de todos los tiempos: Cristóbal Balenciaga. Por otra, reconocer también el papel de instituciones como la Fundació Antoni de Montpalau, una de las grandes referencias de moda de nuestro país con una colección que roza las 20.000 piezas y que colabora de manera habitual con museos como el Museo del Traje o el Museo Balenciaga.
El trato que reciben estas piezas en los museos estatales, que al ingresar son consideradas al mismo nivel que «Las Meninas» (por poner un ejemplo cercano a las propias fotografías de Leibovitz) hizo imposible que el vestido saliera de, por ejemplo, el Museo del Traje, cuyas prendas solo se puede exponer en maniquí. De hecho, Josep Casamartina reconocía a LA RAZÓN que lo de la reina ha sido algo extraordinario: «Si hubiera sido para una ceremonia, hubiéramos dicho que no, pero al tratarse de una foto tan controlada y tener una experiencia previa con una producción de Manuel Outumuro donde posaron con nuestros vestidos modelos como Martina Klein o Judit Mascó, no podíamos decir que no». Eso sí, la fundación se llevó una contrapartida: Casa Real se encargó de la consolidación del modelo que, como también indica Casamartina, es muy delicado, al tratarse de un diseño en tul de seda drapeado y con una estructura interior en falla.
Lo cierto es que el vestido no fue la única opción que se barajó en Zarzuela para la foto. En febrero de este año, desde la fundación enviaron varias fotografías con las propuestas que podían encajar y se seleccionó este diseño y otro de 1962, que va con la capa fucsia que aparece también en el retrato. «Los llevamos a Madrid y se hizo la prueba del conjunto del 62 y del vestido negro. El de color marfil se descartó y se probó el otro en el maniquí que tienen con las medidas de la reina».
Desde esta semana, ese vestido que se data alrededor de 1948 (y que coincide con otras piezas muy similares de la misma fecha que conserva el Museo del Traje), se ha convertido en historia de nuestro país, por lo que también ha despertado mucha curiosidad saber más datos de él. Es conocido ya que perteneció a María Junyent Quinquer, hija del pintor Sebastià Junyent. Huérfana, se crio junto con sus hermanos con su tío, Oleguer, un famoso escenógrafo que le inculcó el amor por el arte. A la Fundació Antoni de Montpalau llegó a través de una donación realizada por el nieto del pintor, Oleguer Armengol Junyent: «En 2008 nos lo ofreció», recuerda Casamartina. «Fui a ver todo lo que tenían y le ayudé a catalogar las piezas. Abrió un armario me dijo que cogiera algo. Cogí este vestido que vi que era Balenciaga». El mismo Casamartina tiene dudas de cómo llegó ese vestido a la familia, ya que vivían al lado del taller del maestro vasco y no resultaría raro que incluso fuera un regalo del propio modista: «Balenciaga, a las señoras que le caían bien, les regalaba vestidos». Lo que sí que está claro es que es una producción realizada en el taller de Barcelona, por lo que lleva la etiqueta EISA, que es como aparecen firmadas todas las prendas confeccionadas en las casas de Madrid, San Sebastián y Barcelona, a diferencia de las de París, que sí aparecen con el apellido del creador.
Una de las curiosidades del vestido es su talla: «La talla del vestido es aproximadamente una 36. Tiene la cintura estrecha de los años 40 y 50 y tiene un cuerpo pequeño». De hecho, al ser un diseño realizado a medida de una persona, el tallaje industrial no vale, pero al parecer a Doña Letizia le encajó como un guante.
Y si llama mucho la atención el vestido, que ya ha pasado a ser posiblemente uno de los más famosos de nuestro país y de las creaciones de Cristóbal Balenciaga, todavía es más destacable e importante la capa: «Es más importante la capa que el vestido», asegura Casamartina. «Fue un encargo de Carmen de Robert Giró-Cajigal, marquesa de Robert y condesa de Torroella, que lució el día de la boda de Don Juan Carlos y Doña Sofía. Nos llegó a la fundación a través de su hija, María, que era muy fan de la colección. Cuando tuvo los vestidos me llamó y me dijo que tenía cosas para donarnos». Se trata de una pieza que llegó a fotografiar Kublin, el fotógrafo favorito de Balenciaga, y que, incluso, llegó a enamorar a Grace Kelly: «Nos contaron que durante el enlace de los reyes la princesa de Mónaco se acercó a la marquesa para preguntarle quién le había hecho el diseño y encargó uno igual en otro color».
Secreto de Estado
Durante meses el look se guardó como un secreto de Estado: «Si te dicen que es un secreto, yo soy un hombre de palabra. Solo lo sabía nuestra presidenta y nadie más. Llamábamos de vez en cuando y les facilité los datos del vestido. Desde Casa Real, además desde el primer momento, nos confirmaron que se daría conocer la colaboración de la fundación, como un reconocimiento a una institución como la nuestra». Esto, además, servirá como apoyo al proyecto que tienen en la ciudad de Sabadell, donde más pronto que tarde parece que podrán disponer de un espacio donde poder exhibir su colección, y donde el vestido y la capa de la reina doña Letizia seguro que tienen un lugar de honor, al ser ya dos prendas que han pasado a la historia de nuestro país.
La fuerza del vestido de Balenciaga
La Fundación Antoni de Montpalau está empezando a disfrutar de los efectos secundarios de esta colaboración con la Casa Real y Leibovitz: «El día que se dieron a conocer las fotos no paraba de sonar el móvil», recordaba Casamartina a LA RAZÓN. «Contesté porque me gusta contestar a todo el mundo y más en un día como ese donde la prensa quería conocer más datos del vestido. Resultó que la llamada era de un señor de Lugo que a raíz de esto nos quería donar un diseño de Pedro Rodríguez. Es una pieza de su abuela que utilizó para la boda de Fabiola».
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