Desde los quince años de edad, Isabel II ha dedicado un rato cada noche a escribir su diario secreto. En él contaba sus impresiones, anécdotas, pensamientos y cualquier hecho relacionado con su familia.

Hoy, esos cuadernos, están debidamente custodiados y no saldrán a la luz, porque la reina así lo decidió en vida. Escribir se convirtió en una especie de desahogo vital. En ellos desgranaba lo bueno y lo malo que marcaba su existencia, y solamente hubo una persona que tenía acceso a los cuadernos, su marido Felipe. El resto de la familia jamás los ha leído.

¿Aparecerán en esa especie de memorias sus verdaderas opiniones sobre su nuera Lady Di, la esposa de su nieto Harry , Meghan, el escándalo sexual en el que está implicado, su hijo Andrés, las infidelidades de su otro hijo, Carlos, a Diana, su opinión sobre el resto de familias reales europeas…? Un enigma que se quedará en eso, enigma, si su sucesor, Carlos III, respeta la firme postura de su progenitora de mantener los diarios en el más profundo secreto.

También son un misterio los documentos que la monarca guardaba en ese maletín de color rojo que llevaba con ella en sus reuniones oficiales y sus viajes institucionales.

Una fuente palaciega desveló en una ocasión que “la reina ha dado orden de que nadie la moleste cuando escribe… salvo emergencia nacional o ataque nuclear”.

La única llave de la caja fuerte donde se guardan esos escritos la tenía la fallecida. Se supone que ahora será su hijo y heredero quien la custodie. No se conoce el número exacto de unos cuadernos que abarcan ochenta y dos años de la vida de su autora, tan solo que son de cuero negro y están ordenados cuidadosamente por fechas.