Polémica
Rocío Carrasco reniega de la boda con Antonio David que acabó en tragedia
En aquel enlace matrimonial noventero todos hicieron de tripas corazón y escondieron sus resentimientos
Hace veinticinco años, el 31 de marzo de 1996, una embarazada Rocío Carrasco declaraba amor eterno a Antonio David Flores en la capilla “Las Vírgenes” de la finca “Yerbabuena”. La eternidad solamente duró tres años, hasta que Fidel Albiac y las continuas discusiones de la pareja rompieron un matrimonio que algunos, como la madre de la novia, nunca vieron con buenos ojos. “La más grande” y el ex guardia civil nunca fueron una suegra y un yerno al uso. Tampoco Fidel le gustaba a la icónica cantante.
Pero en aquel enlace matrimonial noventero todos hicieron de tripas corazón y escondieron sus resentimientos. Hasta José Ortega Cano, el marido de la artista, “estaba tan agustito” que se lanzó a cantar en el escenario como si fuera el mismísimo Camarón de la Isla. Así le fue. Acabó discutiendo con su mujer entre bambalinas, cuando ella le censuró que exhibiera su “arte” pasado de copas.
Rociíto apenas había cumplido la mayoría de edad, Antonio los 20, los cohetes y la música recibieron a una novia montada en calesa, con un peinado rococó y extensiones de dos kilos de pelo natural y un metro de longitud. La felicidad ocultaba los nubarrones que presagiaban lluvia.
Antonio se quedó de piedra al ver a su chica, y años después, cuando ya primaba el desamor, contó irónico que “la vi llegar y parecía una inocentada. Tirabuzones, una especie de peluca, lentillas azules… Me preguntaba si estábamos celebrando el carnaval”. Pero no dijo nada que pudiera deslucir un día tan dulce.
Tampoco expresó sus verdaderos sentimientos, su disgusto por esa boda, una Rocío Jurado que ya auspiciaba que esa unión acabaría en fracaso. Calló porque veía feliz a su hija. Ortega pasaba de todo… menos de la juerga. A mi lado, porque estuve invitada a esa boda, un familiar de los Flores esbozaba una sonrisa maligna: “el torero es el bufón de la fiesta, no creo que después del espectáculo le vayan a grabar un disco”.
Antes del numerito, los ochocientos invitados habían degustado todo tipo de aperitivos fríos y calientes, lomos de merluza y pechuga de faisán, y una tarta nupcial demasiado empalagosa.
Hoy, un cuarto de siglo más tarde, los protagonistas de tan mediática boda se han desperdigado por caminos tan diferentes como marcan sus odios y rencores. Ortega, Antonio David y Amador Mohedano, hacen causa común contra Rocío Carrasco y Fidel. La Jurado y su ex marido Pedro Carrasco yacen bajo tierra. El cisma familiar es tan grande que los unos solamente se acuerdan de los otros por temas judiciales o sonados desencuentros. Si “la más grande” siguiera viva no habría tantos desafueros. Ella imponía la ley del silencio entre los suyos, y los altercados no traspasaban los muros de su casa.
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