La crónica de Mariñas
Bertín y Fabiola son la desgraciada pareja del momento
Sin duda se han convertido en la pareja del momento: interesan, preocupan, inquietan, intranquilizan, producen pesar y, todo hay que decirlo, también nos distraen. Súbitamente y de sorpresa olvidan la discreción mantenida durante veinte años donde nunca destacaron ni llegaron a inquietar con su corazón contento. Perfectos y modélicos en todo, se ve que, o tal malpensamos, era apariencia, táctica, tranquilidad aparente o acaso premeditación Aunque no lo creo porque son muchos veinte años para fingir y soportar lo que no hay. Nadie lo resistiría. Fabiola es clara. Rotunda. De una sinceridad nueva, pero tristona y resignada –«Hemos hecho lo imposible, pero no ha podido ser. Nos crispábamos sin motivo y era agotador»–.Solo le faltó añadir un ¡ay! lastimero y añorante que personalmente suelto por ellos. Me apena lo suyo por lo que suponían y tenían de ejemplares, perfectos y siempre supuestamente calmados. Su ruptura llena todas las portadas donde les dan distintas versiones: recogen la excusa de Bertín reconociendo la posible «culpa» y hasta los duros momentos pasados sin que existan terceras personas. Que de todo hay en la viña del Señor. Tal sinceridad inédita los humaniza, acerca y hace que mejoren las opiniones, hasta ahora bastante extremas apoyando o entendiendo a cada uno.
No hay unanimidad en el trato ni el juicio. Tras el flechazo de 2001 tardaron cinco años –tiempo más que suficiente para razonar– en casarse en la Huerta de San José que Bertín posee en las afueras de Sevilla.
Un sitio perfecto, siempre idílico para acunar, sellar y afirmar lo recién nacido.
Sevilla también fue marco de su última aparición conjunta. Fue en los premios «Radio Olé». Chocan y sorprenden sus palabras disculpándose. No vienen a cuento y suenan gratuitas tras veinte años juntos siempre dando una imagen tranquila, estable, apacible y conformada. Ya se sabe cómo las apariencias engañan. Eso ocurría ante tan sorprendente desenlace.
Una pena, veinte años por la borda aunque hayan sido muy disfrutados. Se excusan argumentando que «somos personas de mucha personalidad». Quedamos a la espera, aguardando novedades, decisiones no sé si sentimentales, o mantendrán la serena tranquilidad actual. Ojalá sigan así.