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Así actuaba la «malvada» Ghislane Maxwell
El pasado turbio de la conseguidora de Epstein: una mujer la acusa de haberla violado decenas de veces
Cayó Ghislaine Maxwell. Tenía al FBI detrás suyo desde hacía un año. A falta de Jeffrey Epstein, ahorcado por su propia mano en una celda de Nueva York, Maxwell era lo más cerca posible que la justicia todavía podía actuar en el mayor escándalo sexual de los últimos años. Tan violento, excesivo y salvaje que ha salpicado a miembros de la realeza británica y propiciado dimisiones al más alto nivel en el MIT, tan perverso y sabroso que incluso ha merecido una serie documental en Netflix.
En el cóctel, cuajado de menores de edad explotadas sexualmente, celebridades del mundo del espectáculo, bacanales y acusaciones sísmicas, reinaba Epstein, que ya franqueó con suerte una acusación por pederastia hace una década gracias a la mano blanda y el trato de favor que le brindó la fiscalía de Florida. Pero también estaba su ex novia, ex amante, reina del cuore, heredera de una fortuna británica.
La misteriosa y, a juzgar por el testimonio de sus presuntas víctimas, obviamente sádica, Maxwell. Nacida en 1961, en la localidad francesa de Maisons-Laffitte, Francia, fue la novena hija de Robert Maxwell, dueño de la editorial Pergamon Press. La pequeña recibió una educación exquisita en la Universidad de Oxford. Reina de la noche londinense de los años ochenta, vivió como una tragedia la caída en desgracia de su padre, que en el 91 compró el «New York Daily News», uno de los dos diarios punteros de Nueva York, y falleció a finales de ese año.
Sobre el padre pesaba la acusación de haber robado cientos de millones de dólares y haber estafado a miles de pensionistas. Varios de sus hermanos acabaron en la cárcel, aunque posteriormente fueron absueltos. Maxwell cambió el Reino Unido por EE.UU. Comenzó a trabajar en una empresa de la milla de oro neoyorquina, conoció a Epstein. El resto es leyenda. O pesadilla. Ahora el FBI la ha atrapado en Bradford, New Hampshire, según explicó en rueda de Prensa la fiscal Audrey Strauss, del distrito Sur de Manhattan.
Estaba en busca y captura por abuso sexual y explotación de menores. También por mentir bajo juramento. Los investigadores consideran que Maxwell jugó un papel decisivo en la trama de Epstein: muchas de las jóvenes, algunas de 14 años, habrían sido captadas por la rica heredera. Primero engatusaba a las presuntas víctimas haciéndose pasar por una amiga a base de regalos de todo tipo. Poco después las facturaba rumbo a algunas de las mansiones que Epstein poseía en medio mundo.
Cuando las muchachas estaban fuera de EE.UU., Maxwell les habría arrebatado sus pasaportes y amenazado con represalias. Uno de los testimonios más duros ha trascendido estos días. Una mujer, entrevistada por la cadena Fox y cuya identidad no ha sido revelada, asegura que Maxwell la violó en numerosas ocasiones. En otras actuó como «entrenadora» de las prácticas que Epstein reclamaba. «Hazlo de esta manera y hazlo de esa otra forma», confiesa que le decían, «porque una vez que te conviertas en modelo, esto es lo que esperarán de ti».
A veces Maxwell era testigo de las violaciones. Otras participaba. A veces ella era la única agresora. Los ataques comenzaron en 1991, cuando la chica tenía 14 años y Maxwell, 30. Se extendieron durante dos. «Ella me violó. Diría que más de 20 o 30 veces. Es tan malvada como Epstein. Es una violadora». La menor quedó embarazada de Epstein. Fue obligada abortar. «El hecho de que tuve que matar a mi hijo nos afectó a mí y a mi familia», sostiene. También asegura que quiere testificar ante el juez. Espera que otras mujeres sigan su ejemplo. «Es una malvada», dice, «Dudo que Epstein hubiera podido obtener esa cantidad de víctimas de no haber sido por ella».
En un testimonio estremecedor, asegura que sus violadores sospecharon que la menor podría haber desvelado su infierno a su familia. Sostiene que la violaron por última vez. En grupo. Tras drogarla. Después habría sido conducida por un chófer armado hasta el jardín de la casa de sus abuelos, donde fue arrojada desnuda. Amenazaron con matarla si hablaba. «Básicamente, desaparecí», sostiene.
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