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Lucía Bosé, sol y sombra con Luis Miguel Dominguín
Se casaron por lo civil en Las Vegas
A las 14.30 de este lunes 23 de marzo, el cantante Miguel Dominguín Bosé, desde México comunicaba el adelanto de un viaje que posiblemente su madre, Lucía, no quería haber realizado aún. “Queridos amigos... os comunico que mi madre, Lucía Bosé, acaba de fallecer. Ya está en el mejor de los sitios”. Un mensaje que coincidía con el de su nieto, Olfo: “Volando libre”. Su vida se apagaba en Brieva, Segovia, a los 89 años.
Paradojas de la vida, Lucía nacía, en 1931 en la ciudad que fue el foco de la pandemia que se la ha llevado, Milán. Posiblemente allí habría sido una desconocida pastelera si su explosiva belleza no la hubiese reconocido con el título de Miss Italia (1947) y una entrada al cine tres años después por la puerta grande. Es precisamente el rodaje de la película de Bardem ”Muerte de un ciclista” en 1955, lo que la trae a España. Y en uno de esos altos entre toma y toma, conoce en una fiesta al “torero”. Que no era un diestro cualquiera, era “El Torero”, con mayúsculas, Miguel González Dominguín. Ella era una belleza con carácter, pero él no se quedaba corto. El hombre que dejó para la historia la conocida frase, cuando Ava Gadner al día siguiente de haber sucumbido a sus encantos, le pregunta a dónde va, Dominguín le contesta; “a dónde voy a ir, a contarlo. No me acuesto con Ava Gadner si al día siguiente no lo puedo contar”.
Eso sucedía en 1954, un año antes de que apareciese la actriz italiana, en la vida del torero. Dos imanes tan bellos y tan potentes tenían que casarse de forma no convencional. Primero, lo hacen en marzo de 1955 por lo civil en Las Vegas y en octubre por la iglesia. Así legalizados, Franco y especialmente, su mujer Carmen, muy piadosa, les podría seguir teniendo en sus oraciones y en sus cacerías. Los hijos llegaron inmediatamente. Primero nacía un varón, Miguel, que con el tiempo tuvo sus tiras y aflojas con un padre de carácter tan masculino al que le podía resultar difícil ver a su primogénito con mallas de ballet o faldas largas. Profesionalmente, Miguel adoptó el apellido de la madre, las hijas, Lucía y Paola, adoptarían el de Dominguín, por el que era conocido el padre, aunque en el DNI de los tres constase, el González, como era preceptivo.
A la Italiana, le costó seguir con su carrera en el cine, aún hizo grandes películas con Buñuel, pero “el torero” no le daba tregua. Hicieron de su casa, en una urbanización en las afueras de Madrid, Somosaguas, el centro de operaciones familiares y artísticas. Esa vivienda era un hervidero de personajes ilustres degustando las famosas viandas que cocinaba la Mamma Lucia. Ilustres como el íntimo de la familia, el pintor malagueño, Pablo Picasso, que fue el padrino en Cannes, junto a su mujer, Jacqueline, de la hija pequeña del matrimonio, Paola. Porque en la casa de los Picasso en la Costa Azul, pasaban los veraneos los hijos del matrimonio Dominguín-Bosé. Picasso adoraba las corridas de toros, de ahí su estrecha vinculación con una de las figuras de la época, Luis Miguel. Años después, uno de los dibujos que el malagueño les regalaba para distraer a los críos, originó algún quebradero de cabeza a la matriarca del clan. Los celos, los traspiés del torero, el fuerte carácter de ambos, sus personalidades dominantes y la vida gris en una sociedad pazguata, motivaba, trece años después, la separación de una pareja tan mediática. Separación porque el divorcio llegaría tiempo después, al no existir esa opción en España, estamos en 1968.
Poco duró el matrimonio, poco más de una década, pero han sido dos personajes condenados a estar unidos para toda la vida, no solo por los tres hijos y nueve nietos que forman el clan de los Bosé, es que la Mamma, siempre la Mamma, ha tenido presente al torero, casi hasta el final de sus días. Unos días que pintó de azul como los Ángeles y como sus escuderos alados que consiguió reunir en un Museo segoviano. Con esa custodia y a la vera del torero, tiene que estar ahora Lucia Bosé.
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