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Menchu Álvarez del Valle, la abuela de Doña Letizia: “Sigo fumando aunque mi hijo me regaña”
Este jueves, la bisabuela de la Princesa de Asturias y de la Infanta Sofía cumple en su casa, en una aldea de la España vaciada, 92 años. Se define como “la abuelina de mis bisnietas”
“Casi me da un infarto cuando cumplí los 90 años porque mis amigas de la tertulia “El Garabato” me organizaron una celebración sorpresa. Yo creí que era una tertulia más y me habían preparado una fiesta en la que estaba hasta el último jefe que tuve en la radio”. Así me respondía ayer la abuela de la Reina Letizia mientras le envolvían un regalo en una tienda de Ribadesella. Fue descolgar el teléfono y saludarme con esa voz fuerte y cantarina que le miente a la edad que cumple. A continuación se pone a toser y no puedo evitar reprenderla: “Menchu, ¡sigues fumando!”. Me responde que “sí, sigo porque me gusta y a estas alturas pues qué quieres que te diga. Me gusta y fumo. Lo he intentado dejar porque mi hijo me regaña. Fíjate dónde llego a veces, que si está mi hijo, fumo a escondidas, que es el colmo”. Una vez se puso un tope de ocho cigarrillos diarios, “que unas veces cumplo y otras no, según me encuentre”.
A Menchu la acompaña la soledad pero es feliz porque no está sola. “Mi hijo está pendiente de mí”, aunque ella sigue defendiendo su independencia a capa y espada. Mañana cumplirá 92 y no espera recibir sorpresas: “Será un día normal. Ya me han felicitado todos y me han hecho todos los regalos en Madrid, donde pasamos la Nochebuena y la Nochevieja. Creo que mañana vendrán mis dos ahijadas a casa, en realidad, son madre e hija, la que es mi ahijada es la madre, que es una hija de un doble primo hermano mío. No espero más visitas”. Y, por si acaso, esta tarde cumplirá el mismo rito de todos los años. “Encargaré por teléfono mi tarta de chocolate en la panadería. Sabes que soy golosa, y además es muy cómodo porque llamaré esta tarde y mañana me la traerán a casa. Soplaré solo 11 velas, que son la suma de los años que cumplo, 92”. Menchu es afortunada y lo sabe: “Es precioso cumplir esa cantidad de años y más en buenas condiciones. Es cierto que he perdido algo de movilidad y, a veces, por falta de uso, pierdo agilidad con las palabras y tengo que buscar algunas porque las olvido, pero enseguida encuentro una que también sirve. Hay días en los que apenas hablo, tan solo con mi hijo, que me llama a diario. Quizá esa falta de conversación hace que se me pierdan las palabras”.
Lo que no se le pierden son sus deseos de cumpleañera. “Que toda mi familia sea feliz, que mis hijos, nietos y cuatro bisnietas encuentren el camino que quieran encontrar. Yo soy vieja y ya tengo mi vida hecha, tengo de todo y no necesito nada. Qué puedo pedir para mí. Solo quiero la felicidad de los míos. Es mejor estar rodeado de felicidad, se contagia”. Y añade que “mi familia está muy pendiente de mí, demasiado diría yo, porque soy muy independiente. Siempre lo he sido y aún puedo seguir siéndolo”.
Muestra de ello es que varios días a la semana se sube a su pequeño Renault Clio y pone rumbo a Ribadesella para hacer sus compras o para participar en la tertulia “El Garabato”, formada por un grupo de amigas de entre 31 y 92 años, que se juntan para charlar o escuchar las cuitas de sus invitados. La próxima será el día 22 y hablarán precisamente de la España vaciada, que Menchu conoce bien. Si no fuera por el repetidor de internet que se instaló hace unos años en casa, estaría más desconectada del mundo. Lo del viejo Clio me sorprende y se lo digo: “Mientras pasemos la ITV el coche y yo, para qué quiero cosas nuevas, si soy vieja. Y los coches no me llaman la atención, el que tengo cumple su función y me va bien”.
A estas alturas, Menchu es más de desprenderse que de acumular, y sí, claro que puede agradecer que su hija Henar le haya regalado alguno de los cuadros que pinta. «Nosotros somos, en opinión de Henar Ortiz, muy dados a personalizar los regalos. Por ejemplo, los pequeños hacen un dibujo y los mayores una composición de fotos. Yo le he regalado varios de los cuadros que pinto». Menchu se define como “la abuelina de mis bisnetas”, y prefiere como regalo “un beso de cada una de ellas. Qué más puedo pedir. Creo que no hay nada mejor que ser abuelina. Es muy bonito”. Además de los besos de las cuatro bisnietas, dos de Doña Letizia, uno de Telma y otro de Érika, le encantan las flores, el chocolate negro, los arándanos, conectarse a la tablet, fumarse sus cigarrillos griegos y sentarse en el mirador de su casa, que dista tres kilómetros del mar Cantábrico, a ver su mejor cuadro: el paisaje del valle en el que vive, porque la abuela de la Reina Letizia es más asturiana que la sidra y las fabes. Nació en Cantabria, de donde salió con seis años, rumbo a León. Allí vivió la guerra y, según cumplía 15, su familia se instalaba en Asturias, donde se convirtió en una celebridad mucho antes de recibir el título popular de “abuela de la Reina”. Su programa "Coser y cantar” en la radio asturiana “nos dio popularidad. Antes había talleres de costura y nos escuchaban mucho. Ahora, la gente no cose, a mi casi se me ha olvidado”. Ahí, en ese trocito de la España vaciada, ante un plato casero de fabes con almejas y con un culín de sidra en la mano, el Rey Felipe entendió el “Puxa Asturies” que lleva su familia política grabado a fuego y que ahora él repite cuando le brindan la ocasión. Antes de despedirme de Menchu, me ruega: “No escribas un texto cursi”.
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