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Lengua

Estas son las palabras gallegas más bonitas que no te puedes perder

Del ‘agarimo’ a la ‘morriña’ pasando por las ‘carballeiras’, el ‘sapoconcho’ o el ‘polvo’, ejemplos del idioma de una tierra muy ‘enxebre’

La catedral de Santiago. Cedida

Todas las lenguas tienen su origen. Una especie de relato que las retrotrae a un momento en el que comienzan a disponer de vida propia. En el caso del gallego, su historia conduce a la Edad Media, cuando junto al portugués constituía una variante del mismo idioma: el galaicoportugués.

Con el paso del tiempo, a partir del siglo XIV, ambas lenguas comenzaron su desarrollo independiente. Una separación de caminos que, como suele suceder en estos casos, se debió a motivos sociales y políticos, entre los que destaca la separación del reino de Portugal.

Hoy, siete siglos después, el gallego es la lengua propia de Galicia y cooficial de la comunidad, tal y como conoce el Estatuto de Autonomía, que apunta que “todos tienen el derecho de conocerla y usarla”, responsabilizando a los poderes públicos de la normalización del gallego en todos los ámbitos.

Pero más allá de connotaciones legales, el gallego tiene también sus propias curiosidades. Esas que hacen que sea un idioma tan querido, tal vez por su forma de sonar, como muestra, por ejemplo, el diminutivo que suaviza una palabra: -iño. En Galicia una casa pequeña no es una casita, sino una ‘casiña’.

El cariño

Una terminación, la de -iño, que entronca directamente con alguno de los términos más bonitos del gallego, enmarcados en diferentes formas de cariño, que en gallego no es cariño sino ‘agarimo’ y se puede manifestar, como en cualquier lado, con ‘apertas’ (abrazos) y ‘bicos’ (besos), paso previo a la ‘ledicia’ (alegría).

Palabras sin traducción

Formas más melodiosas, quizá, que casan con todas otras palabras biensonantes y que, a veces, pueden resultar indescifrables, como sucede con ‘enxebre’, algo característico de un país o lugar, auténtico, que no está falseado. ¿Su traducción? No existe. Tal vez por eso, y por su propio significado, Galicia sea una tierra tan ‘enxebre’.

Aunque existen otros términos inolvidables en la lengua de Rosalía, como esa ‘morriña’ que enlaza con la ‘saudade’ más portuguesa y que supone, en cualquiera de sus términos, una invitación a la nostalgia.

Términos marineros

Una añoranza que puede conducir también al mar y a sus oficios, caso de las ‘redeiras’, sentadas siempre con la vista puesta en el horizonte sobre el mar, encargadas, silenciosas, de reparar las redes de pesca con sus manos, la aguja o lanzadera, una navaja, una tijera y ganchos para sujetarlas.

Algo parecido sucede con los ‘mareantes’ que, en este caso, se refiere a todos aquellos que trabajan en el mar, y no, como en castellano, a las personas que marean.

El paisaje

Pero más allá del mar, Galicia enamora por su paisaje, por esos verdes infinitos que ocultan ‘carballeiras’ (robledales) salpicados por ribeiras (orillas de un río). Esos mismos ríos en los que abundan los seixos (cantos rodados) decorando su caminar hacia el océano. Allí, tal vez, se encuentre un ‘sapoconcho’ (tortuga).

La gastronomía

Y en un verdadero listado de palabras gallegas que enamoran tampoco puede faltar el buen comer. Aquí las opciones autóctonas se multiplican, desde el polvo (pulpo) a la empanada (pastel salado) para concluir en las filloas (crepes), que pueden ser dulces o saladas.

Expresiones peculiares

Aunque los ejemplos no tienen porque surgir en solitario. Existen también en Galicia expresiones propias, concretas y concisas, que no dejarán de sorprender. Puede ser el acaso de ‘andar a cachelos’ (ir a trompicones) o ‘ir polo de abaixo’ (ir cuesta abajo). Todo superable mientras que no caigan ‘chuzos de punta’ (llover a mares).