Memoria histórica
¿Y si los hermanos Lapeña no estuvieran en el Valle de los Caídos?
A pesar de que el juez considera que hay una «alta probabilidad» de que los restos de los hermanos Lapeña se encuentren en el mausoleo franquista, otros indicios apuntan al barranco de la Bartolina, en Calatayud.
A pesar de que el juez considera que hay una «alta probabilidad» de que los restos de los hermanos Lapeña se encuentren en el mausoleo franquista, otros indicios apuntan al barranco de la Bartolina, en Calatayud.
El pasado lunes tuvo lugar en el Valle de los Caídos el trabajo de campo de los técnicos del CSIC para determinar si la estructura arquitectónica del mausoleo permite realizar las exhumaciones ordenadas por los jueces. Entre ellas ha recibido especial atención mediática el caso de los hermanos Lapeña –Manuel y Antonio Ramiro– fusilados por el bando nacional en los primeros meses de la Guerra Civil por sus actividades sindicalistas en Villaroya de la Sierra (Zaragoza). A pesar de que esta fue la primera sentencia en decretar una exhumación en este mausoleo lo cierto es que los indicios que apuntan a que los restos de los hermanos Lapeña están realmente en el Valle distan mucho de ser concluyentes. ¿Y si en vez de en el polémico monumento estuvieran a cientos de kilómetros, cerca de donde perdieron trágicamente sus vidas, en un barranco cercano a Calatayud?
El 4 de abril de 1959 llegan al Valle de los Caídos los restos mortales de 81 personas procedentes del barranco de la Bartolina de Calatayud. La documentación que acompaña estas nueve cajas (con nueve cadáveres cada una) no incluye el nombre de los hermanos Lapeña ni, de hecho, nombre alguno, ya que en aquel entonces ya habían pasado 23 años desde el comienzo de la Guerra Civil. No se trata de un caso inusual ya que de los casi 34.000 restos humanos que descansan en el mausoleo, 12.424 aparecen sin nombre en el libro registro del Valle de los Caídos.
Se da la circunstancia, además, de que los hermanos no fueron ejecutados en el mismo lugar, ni en el mismo día. Manuel (al parecer el fundador de la CNT en Calatayud) fue fusilado por los nacionales en la Bartolina el 27 de julio de 1936 y existe acta de defunción de 14 de agosto de ese mismo año. Su hermano Antonio Ramiro se ocultó en un primer momento para después entregarse a las autoridades del régimen en octubre y perder la vida en la tapia del Cementerio Municipal de Calatayud ese mismo mes. El problema es que no parece a priori plausible que en aquel convulso tiempo las autoridades del bando nacional se preocuparan de juntar los restos de los dos hermanos ejecutados a varios kilómetros de distancia de manera que aparecieran uno junto a otro en 1959, cuando fueron enviados al monumento franquista los restos que se pretenden exhumar. Pero este no es el único indicio que hace al menos cuestionable que los hermanos Lapeña estén en el Valle.
En 1999, el Ayuntamiento de Calatayud recogió del barranco de la Bartolina hasta 200.000 metros cúbicos de tierra para realizar labores de sellado en el vertedero municipal de esta localidad, situado muy cerca del luctuoso escenario de los fusilamientos del 36. Según Arico, (Asociación para la Recuperación e Investigación Contra el Olvido, la principal organización sobre memoria histórica en Aragón), en este movimiento de material podrían haberse trasladado restos mortales de hasta 2.700 personas ejecutadas por el bando nacional procedentes de varios pueblos de la zona como Ateca, Torrijo de la Cañada, Villarroya de la Sierra, Villalengua o Aniñón. Por lo tanto, la pregunta que es pertinente plantearse es: ¿si Arico reconoce que en la zona de la Bartolina pudo haber restos de hasta 2.700 ejecutados, porque no podrían estar entre ellos los de los hermanos Lapeña? ¿Qué hace pensar que no estén entre esos 2.700 sino precisamente entre los 81 que llegaron al Valle de los Caídos en 1959? Faltando datos concluyentes en un sentido o en otro, ¿no sería más razonable pensar que estén entre los 2.700 de la Bartolina que entre los 81 del Valle?
Según el abogado de la familia La Peña, Eduardo Ranz, la presencia en el Valle de los restos de los hermanos Lapeña es incuestionable y queda consignada en el auto judicial de 2016. "El juez estimó demostrada la alegación de la familia por vía documental, testifical y declarativa", afirma. La primera vía documental correspondería a los documentos aportados por Patrimonio en el que se prueba la entrada de los restos en el Valle en 1959. La vía testifical consistiría en el testimonio de los arqueólogos, que descartaron científicamente, a petición del juez, que los restos se encontraran en la fosa original del barranco de la Bartolina y la tercera por la vía, la declarativa, por los testimonios de la familia.
Sin embargo Pablo Linares, presidente de la Asociación en Defensa del Valle de los Caídos, se muestra escéptico al respecto. Linares sostiene que existen cientos de republicanos identificados con sus nombres y apellidos en el mausoleo. "Si los 81 del barranco de la Bartolina no vinieron identificados es porque no se conocían sus identidades", subraya. El testimonio de los arqueólogos diciendo que no quedaban restos en la fosa original es correcto pero la causa es el movimiento de tierras efectuado en la zona por el ayuntamiento de Calatayud en 1999. La propia Arico reconoce que antes de este incidente podría haber hasta 2.700 restos de represaliados. En cuanto a los testimonios de la familia, recogidos por tradición oral, no serían plenamente concluyentes debido a las décadas transcurridas desde los fusilamientos al traslado y desde el traslado al procedimiento judicial de las exhumaciones en El Escorial en 2016.
Lo cierto es que la propia familia Lapeña es consciente de las dudas que existen sobre el verdadero lugar donde descansan los restos de sus antepasados. Hace apenas un mes, en una entrevista a «El Independiente», Purificación Lapeña admitió: «Cabe la posibilidad de que no estén allí los restos, pero al menos queremos que se busquen y, si están, que se saquen. Tener al menos la certeza...». Y lo cierto es que el día en el que los descendientes de los Lapeña puedan despejar esta necesaria y comprensible certeza puede estar próximo: la Justicia, lenta pero segura, va despejando con tenacidad los obstáculos para que -quizá gracias a un análisis genético- las hipótesis den paso a la verdad.
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