Andalucía
Una «Maleni» rumbosa y lenguaraz
Si alguien ha dejado ríos de tinta en su paso por la política, esa ha sido Magdalena Álvarez Arza, una andaluza de rompe y rasga, polémica hasta la cepa, incómoda por sus diatribas dialécticas, pero siempre bien colocada. Pieza troncal del Gobierno de Manuel Chaves en Andalucía, como consejera de Economía y Hacienda dio muchos quebraderos de cabeza a cuantos con ella trabajaban y, por supuesto, a sus compañeros en Madrid. Atrevida, iracunda, con un tono chulesco, a «Maleni» nadie la pisaba un callo ni le tapaba la boca. Era, como bien dijo un día Alfonso Guerra, una lenguaraz en estado puro, con esa ronca voz de su tierra. Nacida en San Fernando, Cádiz, pero malagueña de adopción, «Maleni» tuvo una buena formación como Doctora en Ciencias Económicas y opositora al Cuerpo de Finanzas del Estado. Pero su carácter, algo «arrabalado», era su perdición. Hasta el punto de que Chaves, antaño su protector, acabó harto de sus salidas de tono y vio el cielo abierto con la victoria de Zapatero. Entonces utilizó su cuota andaluza y la mandó a Madrid como ministra de Fomento. Ahí es nada. Poderío enorme, en el gran departamento inversor del Estado, que ella utilizó como gran mandona. Los empresarios del sector la temían, los periodistas la cortejaban, pues siempre les daba un titular, y sus compañeros de partido la querían lejos. Pero tras la salida de ZP, quedó magníficamente ubicada en el Banco Europeo de Inversiones. Fue, junto con Leire Pajín y Bibiana Aído, el trío de las niñas bien colocadas. Se la veía mucho últimamente por Madrid, en el restaurante vietnamita que tanto frecuentaba en su etapa de ministra, y por los alrededores de la casa que mantiene en una estupenda zona de la capital. Desde su cargo en el BEI, con un magnífico sueldo, seguía en contacto con la política española. Rumbosa, descarada y sin pelos en la lengua, lo que habrá dicho al conocer su imputación por la juez Alaya. Estrella del titular, seguro, no se callará.