José Antonio Vera
Las tribulaciones de Illa
El socialista es preso de los compromisos de Sánchez con el independentismo. En circunstancias normales, el PSOE saldría elegido con el apoyo del PP y la abstención de Vox
Salvador lla ganó, o fue el más votado, pero sus opciones de ser investido no acaban de estar claras. Más bien al contrario. Le ha dicho a Josep Rull que renuncia a presentarse después de haber asegurado que, caso de vencer, de inmediato se candidataría. También lo dijo la otra vez, con idéntico resultado.
Ni se candidató tras las anteriores elecciones, ni por lo que se ve lo va a hacer ahora. Mucho criticar a Inés Arrimadas, para acabar al final haciendo lo mismo. Aunque aún tiene tiempo para armar una mayoría que le lleve a Sant Jaume. No hay complicación con el apoyo de los Comunes. Están tan necesitados que apoyarán a Illa, y lo que haga falta.
El problema es ERC. Los republicanos no pueden auparle sin conseguir algo a cambio, y han puesto de precio el pacto fiscal en forma de concierto vasco. Algo que ya figuraba en la investidura de Sánchez, ciertamente. El problema es que, como no se fían del guía, quieren certificarlo por escrito y con compromisos de cumplimiento, no vaya a ser que les engañen, como en otras ocasiones.
¿Está dispuesto el presidente? ¿Lo está Illa?. Semejante decisión enervará a las autonomías del PP, y lo que es peor, también al PSOE. Emiliano García-Page lo ha anticipado, igual que los socialistas extremeños. Puede que no sea la mejor idea soliviantar de nuevo a todo el mundo por complacer al independentismo.
Amén de que es suicida darle la soberanía fiscal a quienes no demuestran lealtad. El golpe separatista del 17 fracasó porque Carles Puigdemont no tenía la llave de la caja. Sin dinero no hay poder, y sin poder no hay independencia.
Por eso descarriló aquello, y por eso puede que, de haber una segunda oportunidad, como anticipan los indepes, el golpe no fallará de contar con independencia fiscal, salvo que Sánchez mande a Barcelona la Legión, cosa inimaginable.
Luego la investidura de Illa se torna pesadilla. Dice el candidato socialista que jamás votará a Puigdemont. De acuerdo, pero Puigdemont tampoco le va a votar a él, y las condiciones de ERC complican sobremanera el escenario.
El socialista es preso de los compromisos de Sánchez con el independentismo. En circunstancias normales, con un PSOE parecido a lo que fue el partido en tiempos de Felipe, el del Vallés saldría elegido con el apoyo del PP y la abstención de Vox.
Ya hicieron eso los populares en el País Vasco, pese a que Patxi López nunca lo agradeció. Los socialistas creen que el PP tienen la obligación de apoyarles sin nada a cambio. Y a eso no está dispuesto a jugar Feijóo.
En buena lógica sería necesario que en Cataluña el nacionalismo golpista pasara a la oposición, al menos durante cuatro años. Pero tal opción es hoy imposible porque Sánchez perdería de inmediato La Moncloa, y porque Illa ni tan siquiera se atreve a hablar del asunto con el PP, por mucho que su relación con Alejandro Fernández sea en realidad inmejorable. Ambos comparten planteamientos.
El del PSC no es ni comunista ni secesionista, pero la vida le está obligando a transitar por derroteros otrora inimaginables. Es su gran drama. Atribulado se le ve, y con razón. Pasan los días y no atisba un rayo de luz. Apenas la satánica silueta de un Puigdemont crecido en su derrota.
Le ha birlado la Presidencia del Parlament, pese al apoyo que le quiso echar el Tribunal Constitucional de Conde Pumpido, que ahora no se atreve a destituir a Rull. Desobedecer en Cataluña vuelve a salir gratis. De ahí que esté diciendo el fugitivo a su camada: «Tranquils companys, que el Puigde es presentará y guanyará». Y en eso está.
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