Terrorismo
Josu Ternera: un cabecilla más temido que respetado dentro de la banda
Ha participado en la definición de las estrategias criminales en cada momento
José Antonio Urruticoechea, «Josu Ternera» ha sido, dentro de ETA, más temido que respetado por razones que él debe saber y que no se conocen después de la emisión del documental referido a su persona, bien porque no se le haya preguntado al respecto o no lo haya querido contar.
Víctimas del terrorismo que tuvieron ocasión de ver la película en una sesión privada ya habían comentado su «rictus agresivo» que asustaba, en una extraña actitud de permanente cabreo; su absoluta falta de empatía hacía los que habían sufrido los ataques de la banda terrorista ETA y una especie de autosuficiencia, ajena por completo a conceptos de inteligencia y a cualquier tipo de arrepentimiento. Una brutalidad propia de un analfabeto emocional.
En cierta ocasión, un preso de la banda, que mantenía ciertas discrepancias y no seguía al pie de la letra las consignas del colectivo, el EPPK, fue visitado por una persona que le advirtió que su actitud ya era conocida por «Josu». Cuentan que el recluso palideció y en adelante se dejó de disidencias que nada bueno le podían reportar. Al parecer, Urruticoechea ya ejercía como parlamentario vasco y se ocupaba de los «derechos humanos».
«Ternera», que el próximo 24 de diciembre cumplirá 73 años, está en ETA desde los 20, en que empezó a cometer atracos con fines recaudatorios para la organización criminal. En 1973, según confiesa en el citado documental, participó, además de en un asesinato, en el robo de 3.000 kilos de explosivos en un polvorín de Hernani, Guipúzcoa, 50 de los cuales fueron utilizados en el triple asesinato de la calle Claudio Coello de Madrid, el 20 de diciembre de aquel año, en el que murieron en entonces presidente del Gobierno, almirante Carrero Blanco, su escolta y su chófer. De su implicación en ese atentado existe la prueba de que sus huellas fueron encontradas en un piso de la localidad madrileña de Getafe que había sido utilizado por la banda para ultimar los preparativos y reunir a su cúpula dirigente.
La muerte, en aquellas fechas, en un enfrentamiento con la Policía, del entonces jefe del «aparato militar», Eustaquio Mendizábal, «Tkikia», le aupó a este puesto y, ya desde entonces, nunca ha dejado labores de dirigencia dentro de la banda criminal.
Aunque siempre ha tratado de presentarse como el elemento negociador de ETA, el hecho de haber pertenecido a su «dirección», que es la que decidía las líneas de actuación de los «comandos» y los atentados selectivos, le confiere una responsabilidad en los mismos. De hecho, está procesado por el perpetrado contra el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, en diciembre de 1987.
Siempre ha negado cualquier responsabilidad por lo que llama la atención que, siendo como era parlamentario de la izquierda abertzale, huyera precipitadamente de España al saber que iba a ser citado para declarar sobre aquella barbarie. ¿Si nada tenía que ver con este asunto por qué puso pies en polvorosa?
Desde entonces, como un auténtico experto en clandestinidad –son muchos años de militancia en ETA– se mantuvo oculto hasta que la Guardia Civil consiguió encontrar su pista y logró su detención, el 16 de mayo de 2019 en Sallanches, Francia.
Ha estado relacionado, como jefe etarra, con todos los procesos de negociación con los distintos gobiernos socialistas. En el del 1989, en Argelia, cuando acababa de ser detenido en Bayona junto a Elena Beloki, fue reclamada su excarcelación , que fuera conducida a la capital magrebí y estuviera presente en las conversaciones. Después, sí estuvo en las de Suiza y Oslo, que no condujeron a nada, aunque Ternera», en su estrategia de presentarse como el «hombre de la paz», haya pretendido siempre echar la culpa de lo que salía mal a los radicales. Como si no hubiera roto un plato en su vida. Es significativo que ETA la confiriera, en mayo de 2018, la responsabilidad de la lectura del comunicado sobre la supuesta disolución de la banda terrorista. Eso no se le encarga a quién es un cero a la izquierda.
El documental es una anécdota, porque no ha contado lo que tiene que contar.