Extremo Centro

El arte de perder dinero

Los españoles nos enfrentamos a un verdadero desafío que pondría a prueba la paciencia de un santo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de Ucrania, Volodimir ZelenskiMiguel GutiérrezAgencia EFE

Recuerdo al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, señalando la frontera autonómica de Valencia como si fuera la Línea Maginot, con cientos de cuerpos de seguridad inmóviles mientras el agua se llevaba media provincia y la esperanza de una generación de vivir en un Estado que funcione. La reciente DANA que sufrió Valencia nos dejó a todos una postal para no olvidar: cinco meses después de prometer toda la ayuda del mundo solo al valenciano que la pidiera, apenas se ha ejecutado un 8 por ciento de las ayudas nacionales.

En ese mismo lapso, España ha tenido tiempo para deleitarnos con Francoland, un nuevo consejo de administración en Televisión Española, dos programas de humor político en la cadena pública con monologuistas coñazo y hemos dado matraca para diez vidas con un especial que conmemora que el principal aprendizaje sobre la pandemia del coronavirus es que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, es una criminal.

Mete miedo que esta banda la emprenda con el gasto de ámbito militar, con su halo de misterio y sus cosas de thriller de espías, un patio de recreo ideal para nuestro ejército de magos. Que si aumentar la inversión en Defensa tiene lógica, no la tiene el negar la realidad de lo que va a suceder.

Estamos ante la próxima mina de oro en el Klondike. Se avizora un presupuesto en el horizonte y los buitres ya sobrevuelan el cadáver exquisito sobre el que se van a desplegar. Los españoles nos enfrentamos a un verdadero desafío que pondría a prueba la paciencia de un santo: confiar en que se van a comprar tanques y misiles sin repetir lo que hicieron con las mascarillas durante la pandemia.

El presidente de EE UU, Donald Trump, con la delicadeza de un rinoceronte en una cristalería, ha decidido sacarnos a bofetones de la infancia. Crecer duele y llevar el gasto militar al 2 por ciento del PIB, todavía más. El dinero de los fondos europeos ya se ha desvanecido como el humo de un puro en un vendaval, sin dejar rastro ni resultados.

Pero ahora vamos a ponernos muy serios y de verdad, esta vez seguro que los unicornios existen, te lo digo con la mano en el corazón. Se vienen misiles guiados por la sensibilidad feminista, inversión en minas con certificado de sostenibilidad. Munición eco-resiliente, y mucho tanque eléctrico de nueva generación. Nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Y, en el peor momento, descubriremos para lo que sirve un cañón. Que sí, que la patria son los hospitales, claro, hasta que te meten un misil balístico en un cruce de tu propia ciudad. El cuajo para afirmar esas cosas hay que demostrarlo en Kyiv o en Siria. No en un campus universitario lleno de profesores de ciencias políticas tan jipis como calentucos.

Ni idea de a cuánto cotiza en el mercado chino el kilo de expresidente, pero haciendo estimaciones sobre gestiones estelares pasadas, va a costarnos un huevo y parte del otro.

Espero que ya que se ha puesto a traicionarnos a todos, por lo menos lo cobre bien. No a la guerra, pero que pare primero Vladimir Putin de bombardear. Quizás cuando veamos cómo una futura marcha verde derriba la valla de nuestra frontera sur entenderemos la gravedad de defender antes los intereses de Marruecos que los de Murcia, por ejemplo.

Seguridad nacional, lo llaman y para eso habría que tener algún intelectual de izquierdas menos y algo más de nación.