José Antonio Vera
Es el vecino que tenemos
Seguro que el Rey de Marruecos no falta a una cita con Macron o Scholz
Tiene razón López Aguilar cuando dice que «no elegimos a nuestros vecinos». A nosotros nos ha tocado Mohamed VI igual que Putin a Zelenski. El dilema es qué hacer cuando te cae en suerte un vecino «peculiar», por llamarlo de alguna manera. Si te «tragas todos los sapos» como propone el socialista canario, o si por el contrario te choteas de él poniéndote gallito y enseñándole los dientes. Probablemente ni una cosa ni la otra. En un vídeo que circula por ahí aparece Zelenski riéndose a carcajadas del tirano ruso cada vez que este hablaba en la Cumbre Minsk II, a la que asistían también Merkel y Macron. Ni la alemana ni el francés hacían gesto alguno de sorna, pero en la otra esquina de la mesa, el presidente ucraniano no paraba de mofarse de Putin cuando este pedía respeto para la población ruso-hablante del Donbás. De aquellos polvos estos lodos, podría decir alguien con alguna razón, sin que eso implique justificar la injustificable agresión putinesca. Y es que como dice Juan Fernando, los vecinos te vienen dados, no los eliges.
Si nos reímos a mandíbula batiente de Mohamed VI y su proyecto saharaui, es fijo que el alauí nos responderá con alguna invasión migratoria en Ceuta, una avalancha en Melilla, un pelotón en Perejil o una ofensiva de mensajes sobre el carácter marroquí de Ceuta y Melilla. Si queremos evitar eso, es obvio que hay que tragarse varios sapos, e incluso alguna culebra. Siempre que no sea humillante, claro está.
Sabemos que Sánchez llegó a La Moncloa con ínfulas de «grandeur». Lo primero que hizo fue importunar al sarraceno pasando de ir a Rabat a visitarle antes que a nadie, como impone la tradición diplomática española cada vez que cambiamos de primer ministro. Así lo hicieron González, Aznar, Zapatero y Rajoy, aunque no les agradara la idea. Nos gustará o no, pero es nuestro vecino y es el que tenemos. Por eso mismo también fue un gesto gratuito dar alojamiento en España al jefe del Polisario tratando de ocultarlo a Rabat. La respuesta a aquello fue la invasión de Ceuta por parte de diez mil marroquíes ilegales incontrolados, en su mayoría chavales. Algo injustificable, que criticaron nuestros socios de la UE. Pero es la manera de funcionar ahí abajo, mucho más si les facilitamos el trabajo desprotegiendo militarmente nuestra frontera. Cosa que no nos debería sorprender, pues ya montaron la Marcha Verde en el pasado y la toma del Perejil después. El Sáhara lo perdimos. Perejil no, gracias a que Aznar supo actuar con decisión. A una medida de fuerza hay que responder con autoridad. Tendiendo la mano siempre, pero advirtiendo de que si nos obligan, no nos vamos a cruzar de brazos. Hay medios para hacerlo. Llevarse bien sin renunciar a nuestros derechos. Aznar supo tejer mejor que nadie la política de equilibrios con Marruecos, sabiendo que somos amigos, pero no primos. Por eso no hay que renunciar a visitar Ceuta y Melilla cada vez que proceda, ni a la españolidad de los peñones por pequeños que sean, ni a mantener los lazos culturales e históricos que siempre tuvimos con el Sáhara Occidental.
Es obligado entender a Marruecos, sí. Marruecos tiene que entender a España, también. Si lo hizo Aznar y lo hicieron González, Rajoy y Zapatero, cada uno a su manera, ¿por qué no Sanchez? No se comprende la política de bandazos de su diplomacia, propolisario con González Laya, prosumisión plena a Rabat con el ministro Albares. Si eres sumiso al extremo te pierden el respeto. El resultado es el ninguneo. Seguro que el Rey de Marruecos no falta a una cita con Macron o Scholz. Con nosotros sí, porque Mohamed VI quiere que quede patente su superioridad internacional, convirtiendo la «histórica cumbre» en un «histórico fiasco». Muchos acuerdos, es verdad. Pero el plantón del monarca alauita es de los que hacen época. Es su manera de vengarse.