Rebeca Argudo
Sánchez y la Historia
En un desconcertante alarde de soberbia, Pedro Sánchez (perdón por el pleonasmo) decía que «una de las cosas por las que pasaré a la historia es por haber exhumado al dictador». Una de ellas. De las muchas. Inabarcable lista de hitos. Yo no tengo tan claro que exhumar a nadie sea un mérito histórico. Tampoco tengo claro que sea de buen gusto decirlo de uno mismo y aún menos en el homenaje a una escritora por el aniversario de su muerte. Más bien, me parece de tener la delicadeza de un harrijasotzaile en mal día. Pero en algo hay que darle la razón a nuestro impúdico presidente: son muchas las cosas por las que pasará a la Historia. Por ejemplo, por proponer como magistrados del Tribunal Constitucional aJuan Carlos Campo (exministro de Justicia) y a Laura Díez (exalto cargo del Ministerio de la Presidencia). Cierto es que tanto unos como otros han propuesto siempre a los miembros que les correspondía eligiéndolos de entre los de sus simpatías. Tampoco vamos ahora a ponernos estupendos. Pero se respetaba una especie de pacto tácito, muy de agradecer, por el cual se mantenía cierto decoro en cuanto a cierta prudencia que evitaba que fuesen directamente miembros del partido. De la cuerda sí, pero sin carné. En este caso es de una desvergüenza inaudita que ambos hayan formado parte del Gobierno. Es que no hay forma, ni en neolengua sanchista siquiera, de enunciarlo de modo que levemente maquille lo que es pasarse con regocijo la separación de poderes por libidinosas partes de la anatomía humana.
Hasta Podemos, que está esperando que pase una mosca para tirarse al suelo y gritar penalti, se ha echado las manos a la cabeza y ha pedido las sales. No porque le parezca un intolerable asalto a las instituciones, una falta de decoro y un atropello a la razón. No. Porque le parece fatal que Campos al Tribunal Constitucional, sí, y Victoria Rosell, al Consejo General del Poder Judicial, no. Atención al razonamiento de los morados, porque no es baladí y da una buena medida de su compromiso de Estado: lo que les parece mal no es la politización de la judicatura, lo que les parece mal es que la politicen otros y no ellos. Y no cualquiera: su socio de Gobierno. El que debería agradecerles su apoyo y al que le siguen dando los números porque su falta de vergüenza torera les facilita el poder patalear y mantener la poltrona al mismo tiempo sin rubor, porque dimitir es una palabra que no entra en su vocabulario (Podemos es como Bruce Willis en «El Sexto Sentido». Son los únicos que no saben que están muertos).
Confía el Partido Popular en que desde Europa tiren de las orejas a Sánchez y le obliguen a desbloquear la situación tanto del Consejo General del Poder Judicial como del Constitucional. Pero eso es, en realidad, como confiar a los cuarenta en que Papá Noel te traiga en Nochebuena lo que has pedido si no has salido a comprarlo tú. Aunque parece que una intervención de Europa sería la única posibilidad de que se retomasen las negociaciones, esto no ha ocurrido tampoco hasta ahora, pese a que ya se ha pronunciado en más de una ocasión y ha insistido en que los pasos a dar van en la dirección de lo que sostiene el Partido Popular. Pero todo lo que no es Sánchez es facha y toda negociación con fachas pasa por su claudicación sin concesiones. Hará bien Núñez Feijóo en no caer en la trampa y aguantar el envite. Nos va en ello el Estado de Derecho y la salud democrática. Y no queremos que Sánchez pase a la Historia por haberse cargado ambos ante nuestra impasibilidad e indiferencia.
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