La Palma
Militares ante el volcán: “El ser humano no puede controlar una catástrofe de esta envergadura”
La UME explica su difícil y frustrante misión: “Es muy duro decirle a alguien que una montaña de fuego va a pasar sobre su vivienda”. El Ejército aloja a los evacuados en un cuartel
«Es una catástrofe de tal envergadura que el ser humano no la puede controlar». Quien habla es el cabo mayor Reinaldo Estévez Sánchez, uno de los efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) desplegado en la isla de La Palma y que define con esas palabras la situación que se han encontrado tras la erupción del volcán. «¿Se puede estar preparado para algo así?», se pregunta. «No lo sé, pero siempre hay que intentarlo», responde tajante, recordando una máxima de su unidad: «El peor enemigo de una emergencia es la improvisación».
Y es que la UME tiene experiencia en incendios, inundaciones, grandes nevadas, terremotos... pero jamás se habían tenido que enfrentar a la erupción de un volcán. Lo más parecido –sin llegar a ser lo mismo– lo vivieron el año 2011, cuando se desplegaron en la isla de El Hierro ante los seismos que anunciaban la erupción de un volcán submarino. Pero su misión «estaba más enfocada a los terremotos o a los deslizamientos de terreno, porque la erupción fue en el mar», recuerda.
Eso sí, casualidad o no, a principios de 2020 comenzaron a preparar su gran ejercicio anual, «Canarias 2020», en el que iban a simular erupciones volcánicas en Tenerife y Gran Canaria. Pero la pandemia del coronavirus anuló este simulacro y no fue posible poner en práctica sus capacidades y procedimientos ante una emergencia de este tipo. Eso sí, el cabo mayor hace hincapié en que toda la preparación previa «nos ha servido mucho, porque teníamos mucha información, muchos datos, mucho contacto con las diferentes administraciones y organismos... Todo lo que habíamos preparado nos ha venido bastante bien ahora».
En primera línea
Y eso es lo que están poniendo en práctica los aproximadamente 140 efectivos de la UME que se encuentran en la isla realizando diferentes misiones, muchas de ellas en primera línea, pisando incluso la lava aún incandescente mientras avanza despacio.
En principio, según explica el cabo mayor, el contingente en la zona es suficiente: «Las características de la emergencia están dimensionadas y adecuadas al personal que hay aquí, porque no estamos solos, tenemos otros organismos con los que trabajamos conjuntamente y en principio está la gente que tiene que haber». Eso sí, si fuese necesario, en Gran Canaria y Tenerife hay otros dos pelotones (40 militares) preparados para desplegarse según reciban la orden.
Todos ellos están a las órdenes del director técnico del dispositivo, que es quien, en coordinación con el resto de los organismos involucrados, les marca las diferentes misiones que han de realizar. Y una de las principales labores de estos uniformados es la de dar seguridad, acompañar y ayudar a los vecinos que van a ser evacuados a sacar de sus casas sus enseres personales.
A ello se dedican los efectivos del Segundo Batallón de Intervención en Emergencias de la Unidad (BIEM II) y, tal y como reconoce Estévez, «es muy difícil decirle a una persona que tiene pocos minutos para recoger las cosas que considere como de más valor. Es complicado ver sus caras, verles decidir qué se llevan y qué no... Es lo más duro. Es una situación en la que hay que tener mucha empatía con ellos porque lo están pasando muy mal y ayudarles en todo lo que podamos», reconoce, reiterando esa carga emocional que implica esta misión: «Con todo el dolor de su alma salen dejando todos sus recuerdos atrás. Es muy duro decirle a una persona que se aproxima una montaña de fuego y que va a pasar por encima de su vivienda» Y pese a ello, «la gente está teniendo un comportamiento ejemplar».
Pero la UME también vigila de cerca cómo se comportan las coladas de lava gracias, entre otros, a los drones «Phantom», reconociendo su tamaño y el camino que sigue gracias a las cámaras térmicas que portan.
Lo vigilan desde el aire, pero también desde el suelo, pisando incluso la lava aún incandescente que va devorando todo lo que encuentra a su paso. Allí están los efectivos del Grupo de Intervención en Emergencias Tecnológicas y Medioambientales (GIETMA), que llegaron desde Madrid con sus equipos y vehículos especiales para comprobar la calidad del aire y ver si es respirable o arrastra algún elemento perjudicial para las personas. Ataviados con equipos de protección, oxígeno y máscaras especiales, trabajan tanto debajo de la chimenea principal como en el frente de la colada para controlar esos gases que emana el volcán. Son los que más se acercan, los que están en primera línea.
«Poco más se puede hacer», repite el cabo mayor, dejando claro de nuevo que están a merced de la naturaleza y que no pueden hacer nada para frenarlo. «Lo único que puedes hacer es desalojar, intentar que no haya víctimas y, a partir de ahí, dar seguridad y ver con los especialistas por donde va la colada, las posibles rutas que puede tomar e ir desalojando por delante... Porque en algunos puntos la lava tiene hasta ocho metros de altura y lleva tal fuerza que sólo podemos dar seguridad y ver la distancia que le queda para llegar al mar. Pero no se puede hacer mucho más», repite con cierta frustración.
Y a pesar de que no pueden luchar contra este enemigo, no han querido dejar nada a la improvisación y los equipos desplegados «vienen configurados como sección multirriesgo» por si fuese necesario atajar los «efectos colaterales» de la lava. «Si se produce un terremoto y colapsa un edificio, tenemos un equipo de rescate urbano... O si la colada provocara un incendio podemos actuar para evitar una segunda emergencia». Aunque, tal y como confirman los expertos, la temperatura que genera es tan alta que llega a succionar los incendios que causa.
Allí estarán todo el tiempo que haga falta, pues nadie sabe a ciencia cierta cuándo concluirá la erupción. Hasta entonces, seguirán tratando de mitigar los efectos de una catástrofe que no por predecible es controlable y a la que únicamente pueden observar para tratar de adelantarse a los «ataques» de un enemigo nuevo para ellos y que avanza lento mientras lo destruye todo.
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