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Opinión

Cartas desde Singapur: Made in ¿Qué importa?

Marina Bay Sands hotel en Singapur WALLACE WOONEFE

Singapur es un país en el que se pueden encontrar todo tipo de bienes del Este y vender todos los del Oeste, donde encontrar todo lo que se desea y, en ocasiones, más de lo que se busca, como escribía en 1515 Tomé Pires, boticario portugués que comerciaba por estas tierras. El timón de Lee Kuan Yew transformó esta ciudad-estado en un rincón del mundo lleno de comerciantes exóticos; de las mejores mentes; de progreso y conciliación. El polo de atracción está claro: el crecimiento, la estabilidad y su fiscalidad.

Sede asiática de las grandes multinacionales se posiciona como puerto de entrada a Asia Pacífico. Año tras año, conquista el ranking de las economías más competitivas elaborado por el IMD World Competitiveness Ranking. Hay muchísimos elementos que influyen este desarrollo. La diversidad es uno de ellos. Su multiculturalidad, la mezcla de pieles, de formas de pensar… El 37% de su población es extranjera. Principalmente proveniente de Malasia, China e Indonesia. En España, para ponerlo en perspectiva, es del 10% con Marruecos, Rumanía y Ecuador como principales países de origen.

Abrazar la diversidad nos permite avanzar como sociedad, pero codificarla como parte de nuestro ADN no es tarea fácil. Supone abrir las puertas a muchos fantasmas. Como seres humanos buscamos estabilidad y seguridad. La inmigración expone las vulnerabilidades de nuestra estructura social. ¿Es nuestra economía lo suficientemente flexible como para absorber la llegada de extranjeros? La falta de certidumbre nos hace sentir inseguros y ser rápidos a la hora de poner etiquetas. Se clasifica entre buenos y malos inmigrantes en base al valor que aportan al país y a su poder adquisitivo. ¿Traes contigo dinero? ¿Cuidarás de nosotros o tenemos que cuidar de ti y tu familia? Por mucho que hayan decidido dejar atrás sus hogares en busca de oportunidades, se hablará de invasión y de que vienen a quitarnos los trabajos. Ya no hablemos si se trata de un menor no acompañado. La dignidad está fuera de la ecuación.

No todos los que lleguen serán fundadores de empresas que empleen a miles de personas o traigan millones debajo del brazo para comprar viviendas de lujo en las capitales de provincia. Tampoco los que nos vamos. ¿Por qué cuando nosotros españoles tenemos que migrar y dejar atrás nuestra tierra somos buenos inmigrantes? En muchas ocasiones nos hemos de lanzar a la aventura y encontrar un trabajo de camarero o barista para salir adelante. ¿Acaso los 2.654.723 de españoles que residimos en el extranjero lo hacemos para aprovecharnos del sistema del país de destino o porque buscamos nuevas oportunidades? Entonces, ¿porqué creemos que los migrantes que llegan a nuestro país son diferentes? ¿Acaso cuando los españoles emigramos no ocupamos puestos de trabajo en el extranjero? La gran mayoría siente arraigo por su hogar y las condiciones que empujan a esa persona a dejar todo atrás pueden adoptar muchas formas: Guerras, desempleo, persecuciones, sequías… Entiendo que la gente con empleo menos cualificado pueda tener miedo a perder su trabajo frente a los que llegan. Esto podría ser combatido poniendo cierto énfasis en el entrenamiento de las habilidades de nuestros compatriotas sin tener que esperar a los cursos del INEM. En Singapur hay una agencia gubernamental, Skills Future, que se dedica a esto. Quizá algo similar nos dotaría de una mayor seguridad y confianza. Ayudaría a diseñar una masa de trabajadores cualificada que junto a estructuras sociales más flexibles harían de nuestro país un organismo vivo capaz de adaptarse a las condiciones de contorno.

Pero, ¿cuánto de racional hay en este miedo? Los estudios de Joseph Altonji and David Card indican que el modelo de oferta y demanda no es aplicable de manera directa a la inmigración. De hecho, no existe certeza de que el salario de los locales se vea impactado por esta. Lo único que si podemos asegurar es que es muy sencillo alimentar los miedos de la sociedad con campañas de desinformación. Trabajemos en restituir la confianza de los ciudadanos. Cerremos la puerta a los fantasmas. Este no es el único frente que tiene la inmigración, pero sí uno que podemos atajar con relativa facilidad.

No sacrifiquemos más talento extranjero. Construyamos un presente a prueba de futuro. Una tierra de oportunidades, de visionarios y de líderes multiculturales a la que llamar hogar.

P.D: España, te echo de menos