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Verde Cellnex
Análisis de ciclo de vida para reducir el impacto ambiental de casi todo
El ACV es el método para identificar todos los puntos de la vida
de un producto desde su fabricación hasta que se tira o recicla
![Etapas de ciclo de vida del producto](https://fotografias.larazon.es/clipping/cmsimages01/2024/12/19/3D5B7AB4-9FF5-480B-A5CC-0E1727085830/etapas-ciclo-vida-producto_98.jpg?crop=1008,567,x0,y214&width=1900&height=1069&optimize=low&format=webply)
Para calcular la huella de carbono de un producto o servicio, para modificarlo y reducir su impacto ambiental, para desarrollar uno nuevo, -más si se quiere demostrar que es mejor que otros similares-, para obtener una ecoetiqueta… los objetivos pueden ser muchos y variados.
Para todo ello hay, primero, que conocer sus características, e identificar los impactos ambientales de cada materia prima, de cada recurso utilizado y de cada proceso, y así saber dónde hay que actuar, qué materia prima hay que cambiar o reducir y cómo se puede disminuir el consumo de energía o agua. En definitiva, todo lo que se requiera para alcanzar el objetivo previsto.
Además, hay que hacerlo con método. Ese método es el análisis de ciclo de vida (ACV). Con él se detalla toda la historia del producto y los impactos ambientales de los procesos y componentes necesarios para su producción, uso y fin de vida.
Un ejemplo, la fabricación de un ladrillo, «si yo fabricara ladrillos y quisiera conocer sus impactos ambientales de la cuna a la tumba (como se expresa el ciclo de vida completo), -explica Virginia Marín, socia fundadora de la consultora ambiental Abaleo y profesora del máster de Gestión ambiental en el ISM (Instituto Superior del Medio ambiente),- necesitaría evaluar tanto la materia prima, la arcilla, como el consumo de energía, de agua y de gas natural necesario para el horno. Más del material de embalaje y el transporte para ponerlo a la venta».
Sería la primera parte, la siguiente «si el ladrillo va a ser instalado en un edificio, para poder colocarlo y hará falta algún tipo de mortero, pues habría que evaluarlo. Y, luego llegaríamos al fin de vida, cuando ese ladrillo ya no se utiliza porque se ha roto, lo cambiamos o lo convertimos en residuo. ¿Qué pasa con ese producto al final de su vida útil? Va a reciclado, a un vertedero o se incinera. Todos los impactos ambientales que se han producido a lo largo de toda esa cadena de procesos, es lo que evalúa el ACV».
¿A qué se puede aplicar este estudio? Por la experiencia de Martín se puede afirmar que a todo: «a un jamón, una farola, una dorada de estero, eventos, abonos agrícolas o un barco de la Armada». En este último caso, «salvo a las zonas que son secretas».
Una norma internacional
La metodología a seguir para hacer el análisis de ciclo de vida de un producto o servicio está definida en la norma ISO 14040 de la Organización Internacional de Normalización (ISO, en sus siglas en inglés).
Decidir el objetivo, «que pueden ser variados: se quiere saber la huella de carbono de ese producto, obtener una ecoetiqueta o una declaración ambiental de producto», señala Martín. Disponer de esta declaración es interesante, por ejemplo, «para participar en licitaciones públicas. Con la contratación pública verde, cumplir esos de criterios añade puntos para la adjudicación. Por ejemplo, si es un producto que se va a instalar en una carretera». La información que aporta un ACV es imprescindible para poder comparar adecuadamente un producto convencional con uno mejorado o creado de nuevas, «y saber por dónde hay que empezar si lo que se busca es reducir los impacto ambientales». Otra situación posible sería «para sustituir una materia prima por otra. Con un ACB se comprueba y demuestra si la alternativa es mejor. Puede resultar que la nueva aparente ser idónea pero que, una vez analizadas ambas y comparadas, realmente no lo sea».
ACV y ecodiseño, aliados
Tras definir los objetivos, irán las fases de inventario, la recopilación de toda esa información ya mencionada; la evaluación de los respectivos impactos ambientales y, finalmente, la interpretación de la información obtenida. Con todo hecho, ello llega se podrán tomar las decisiones estratégicas desde el punto de vista empresarial. Es decir, dónde actuar, qué cambiar, incluso, qué se deja de momento.
En la fase de diseño de un producto o servicio, la información que proporciona el ACV es una más de las que entran en consideración «puede haber necesidades de ergonomía, de calidad, etc. Con las latas de bebidas, -pone como ejemplo Martín-, el aluminio es muy intensivo en energía, pero es el material adecuado. En casos así, se aplican criterios de ecodiseño para ver cuál sería la cantidad máxima que se podría reducir. En este caso, seguramente afectaría al espesor de la lámina de aluminio».
Sectores que actualmente están aplicando mucho el ACV en su actividad son «la construcción, la organización de eventos de todo tipo, desde congresos a deportivos, y los festivales y conciertos de música. Estos sobre todo para calcular su huella de carbono y después compensarlo».
Información al consumidor para que pueda ser agente de cambio
Aplicar el análisis de ciclo de vida a gran escala. Es lo que ha hecho Leroy Merlin con su proyecto Home Index y al evaluar 140.000 referencias que se encuentran en sus tiendas de bricolaje, decoración, construcción y jardinería.
Durante cinco años han trabajado internamente y con sus proveedores para evaluar aspectos que van desde las materias primas a la reparabilidad, el transporte o el proceso de fabricación de los productos que ponen a la venta.
Desde agosto pasado en España, y hace un año y medio en Francia, a través de cartelería en las tiendas, de la web y de la app es posible consultar la evaluación de cada producto. Es similar al etiquetado ya conocido de los electrodomésticos, y se condensa en una letra de la A, para os de menor impacto ambiental y social a lo largo de toda la cadena de la cuna a la tumba, a la E, los que más. O con mayor margen de mejora, como prefieren expresar en Leroy Merlin.
Los objetivos de la empresa con este proyecto básicamente fueron «abordar de manera eficaz los desafíos en materia ESG (ambientales, sociales y de gobernanza, en sus siglas en inglés). Estamos en un contexto legislativo mucho más exigente, un mercado en continuo cambio y con unos consumidores más conscientes. Tanto como que 8 de cada 10 prefieren un producto sostenible a otro que no lo sea en igualdad de condiciones económicas. Este enfoque permite mejorar continuamente y ofrecer información transparente a nuestros clientes, que podrán tomar decisiones de compra más conscientes», explica Cristina Sánchez, directora ejecutiva de Impacto Positivo de Leroy Merlin España.
La metodología utilizada «robusta, testada y auditada, tiene en cuenta hasta 30 criterios del ciclo de vida, e incluye además de los ambientales aspectos sociales, éticos y de la salud de las personas», detalla Sánchez.
En estos meses los productos con etiquetas A, B y C han supuesto el 55% de las ventas en toda España. Y, entre los que tienen clasificación A, el más vendido es un suelo cerámico que imita madera.
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