Crítica de cine
«El hombre de las sombras»: Llega el hombre del saco
Dirección y guión: Pascal Laugier. Intérpretes: Jessica Biel, Jodelle Ferland, Stephen McHattie, William B. Davis. Estados Unidos, 2012. Duración: 106 minutos. Terror
Estamos en territorio comanche, un pueblo que fue minero y que ahora no es más que un vertedero de desechos humanos. Podría salir del imaginario del Daniel Ray Pollock de «Knockenstiff» o de «Winter's Bone», un agujero que no aparece en los mapas. A quién le importa que algunos niños hayan desaparecido sin dejar rastro, alimentando la leyenda urbana del Hombre Alto, un hombre del saco cualquiera que devora a la depauperada población infantil en lo más profundo del bosque. La película juega, en su primer tramo, a crear una atmósfera entre gótica y realista, iluminada por la heroína –una enfermera viuda (Jessica Biel) que, cual ángel de la guarda, parece extender sus alas sobre este Twin Peaks sin oficinas de empleo– que se convertirá en la linterna moral del espectador hasta que las tornas cambien, las apariencias engañen y el francés Pascal Laugier, que volteó estómagos con «Martyrs», decida cambiar de género, sacudirse el aspecto de remake de «Jeepers Creepers» y soltarnos una lección de dudosa ética.
La sorpresa es mayúscula, sobre todo, porque la película hace trampas para justificar lo injustificable. Aunque no lo crean, Laugier está haciendo cine social: los mitos terroríficos sirven para maquillar de tinieblas las buenas acciones de los buenos samaritanos, para que los pobres sean castigados en su pobreza, para que la vida no esté de parte de los condenados. Y hasta aquí puedo leer, sólo decirles que el mensaje es preocupante. Y lo es porque lanza una propuesta de selección antinatural sin ser consciente de la gravedad de lo que plantea: desafiar la idea de determinismo social desde un acto de crueldad extrema que, por descontado, no tiene ningún sentido dramático, y es puro truco efectista para malas conciencias de multisalas.
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