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Editorial

La pose indigenista de la izquierda mexicana

la respuesta del Gobierno es la única posible entre dos naciones soberanas que separaron sus destinos políticos hace más de doscientos años y que se deben un trato de mutua cortesía institucional.

Claudia Sheinbaum será la primera mujer presidenta de México, según datos oficiales José MéndezEFE

No conviene dejarse arrastrar por la pose indigenista de la izquierda radical mexicana, una ficción cínica para cualquier conocedor de la realidad actual de los pueblos originarios en México, pero tampoco admitir la ofensa gratuita al Jefe del Estado por parte de la nueva presidenta electa, Claudia Sheinbaum, en la estela de su mentor, el populista Andrés Manuel López Obrador.

De ahí que no podamos estar más de acuerdo con la respuesta impecable de nuestro Gobierno, ordenada por el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, la única posible entre dos naciones soberanas que separaron sus destinos políticos hace más de doscientos años y que se deben un trato de mutua cortesía institucional. Entendemos que la familiaridad con la que los iberoamericanos se relacionan con España lleve a algunos de sus dirigentes, como en este caso, a creerse con derechos de crítica que no se arrogarían con Francia, por poner un ejemplo, pero no por ello se deben tolerar, en especial, cuando responden a cuestiones de política interna, en una manida estrategia de buscar un responsable exterior de los propios problemas.

Y los problemas de México no son, precisamente, pequeños. No sólo el sexenio de López Obrador ha dejado plantada una bomba de relojería con la reforma del sistema de elección de los jueces, que es la eliminación en la práctica de la independencia judicial, sino que ha favorecido la recuperación de las organizaciones vinculadas al narcotráfico, que en algunas zonas del país, cada vez más numerosas, se han convertido en un estado dentro del estado.

Son casi 200.000 las víctimas mortales que ha causado la violencia de los cárteles durante el mandato del presidente saliente, sin contar el ingente número de desapariciones forzadas, que son las peores cifras de muertes jamás registradas, ante la impotencia, muchas veces culposa, del gobierno y de las instituciones. Deja, además, el sexenio a 48 millones de mexicanos en situación de pobreza y a otros 9 millones en situación de extrema pobreza.

Cifras que explican por sí mismas la alarmante desigualdad social que reina en la segunda potencia económica de Iberoamérica y en los que deberían centrarse todos los esfuerzos de la nueva presidenta, entre otras razones, porque México cuenta con un plantel de historiadores de excepción, muy alejados de los planteamientos populistas y maniqueos de su clase gobernante. La realidad es que mexicanos y españoles comparten afectos de larga data que se están robusteciendo a medida que ambos pueblos estrechan relaciones de todo tipo, económicas, culturales, universitarias, turísticas... México representa las mayores inversiones de toda América en España y España no le va a la zaga en la correspondencia. Sheinbaum tendría que estar segura de que si puede contar con alguien es con esa España a la que insulta.