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Editorial

El Dos de Mayo y la esencia de una nación

Hay, en efecto, en la conmemoración del Dos de Mayo, un sentimiento de rebeldía, una intuición popular que se despierta cautelosa frente a lo que no está bien,

La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, preside el acto cívico militar por el Dos de Mayo. Juan Carlos HidalgoEFE

La Comunidad de Madrid celebra su fiesta grande en una fecha, el Dos de Mayo, que tiene una fuerte resonancia nacional, tan notable, que podemos afirmar que, en ese día, España se reivindicó como nación y lo hizo con la entrega y el sacrificio de sus hombres y mujeres, que se negaron a perder su identidad como pueblo y a ser gobernados bajo extrañas leyes.

Madrid, la capital del mayor imperio conocido, fue el epicentro de una sublevación cuya onda expansiva llegaría hasta los reinos más lejanos, allende el Atlántico, y que pondría los cimientos de un nuevo modelo político e institucional, en el que los españoles dejarían de ser súbditos para convertirse en ciudadanos. La gesta no fue fácil ni exenta de dolor, violencia y destrucción, pero demostró al mundo que la unidad y la tenacidad del pueblo español le hacen capaz de superar cualquier dificultad, por dura que sea.

Hay, en efecto, en la conmemoración del Dos de Mayo, un sentimiento de rebeldía, una intuición popular que se despierta cautelosa frente a lo que no está bien, que bien puede explicar por qué los madrileños eligieron tal efeméride para celebrar su fiesta regional, además, en las mismas calles y plazas donde vecinos de toda condición se enfrentaron, prácticamente desarmados, a los batallones de fusileros y dragones franceses y, también, donde primero resonó el eco de Móstoles y su grito de «la Patria está en peligro, acudid a salvarla».

Por supuesto, no queremos caer en el fraude intelectual, mera mixtificación, de superponer en el mismo plano tiempos, gentes y circunstancias que nada tienen que ver. Paralelismos tan efectistas como inverosímiles y que, siempre, suponen un agravio para alguien. Pero sí nos parece oportuno recordar al actual Gobierno que, pese a quien le pese, Madrid y los madrileños, hayan nacido en cualquier parte de España o del mundo, siguen conservando ese instinto de rebeldía, esa intuición que alza las cejas, a la que nos hemos referido antes, cuando ventean que algo no cuadra. Explica, en buena parte, el tirón político de Isabel Díaz Ayuso, la simpatía que despierta en buena parte de la población y, también, su ascendencia sobre los ciudadanos de otras regiones de España.

Buscar la confrontación ideológica y, por los hechos, personal con Díaz Ayuso nos parece un error, porque lo que defiende la presidenta de Madrid es lo que sus gentes han defendido siempre: un lugar abierto a todos, en el que se puede salir adelante con trabajo y confianza en los propios valores y en el que la libertad individual pesa más que cualquier condicionamiento ideológico. Madrid, en palabras, ayer, de la presidenta, como región abierta a todos, comprometida con el futuro de toda la nación y sin ceder ni un paso a quienes buscan el enfrentamiento entre españoles, los mismos que el Dos de Mayo de 1808 destilaron de la esencia de esta gran Nación.