Editorial

Una causa perdida para la democracia

El balance de la cita no por esperado resulta menos desolador y peligroso para las libertades, el bienestar y la convivencia en el país

El Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el 41 Congreso Federal del PSOE en el Palacio de Congresos y Exposiciones. A 1 de diciembre de 2024, en Sevilla, Andalucía (España). El 41 Congreso Federal del PSOE concluye en Sevilla con su jornada de clausura celebrada en Fibes. Durante el evento, se trazaron las líneas estratégicas del partido para los próximos años, destacando el compromiso con las políticas sociales, la igualdad y la sostenibilidad. La clausura contó con la presencia de...
Clausura del 41 Congreso Federal del Psoe en SevillaRocío RuzEuropa Press

Pedro Sánchez culminó el congreso federal como un acto de exaltación al líder y de obediencia sin espacio para el debate, la autocrítica o la fiscalización del trabajo de la Ejecutiva. Nada. Fue el cónclave de la aclamación, de la bendición de la peor política, la más sucia, y de la conversión de las viejas siglas en un movimiento de corte bolivariano caudillista contrario a la democracia y embarcado en un proyecto de mutación constitucional. El balance de la cita no por esperado resulta menos desolador y peligroso para las libertades, el bienestar y la convivencia en el país. El continuismo en la nueva y mastodóntica dirección de lealtad sanchista fue una declaración y un mensaje de que el fango y la mentira formarán el medio que el poder instrumentalizará en su beneficio y como defensa contra los que señaló como enemigos, la Justicia, la oposición y los medios de comunicación independientes. Pedro Sánchez aprovechó su intervención de clausura para dejar en el aire una amenaza contra todos ellos, que lo es también contra los ciudadanos, con el aviso inequívoco de que utilizará el BOE, es decir, la Moncloa para reprimir los ataques e imponer lo que bautizó como una nueva política progresista. El BOE como arma y la cancelación de facto del Legislativo, como ya anunció en su día, son marcas indelebles de la autocracia y la rúbrica de un alma autoritaria. Sánchez escribió la banda sonora del congreso que pasó por la victimización, la «cacería humana», en palabras de Santos Cerdán, los bulos, el odio contra un gobierno «limpio», acosado y atacado «por tierra, mar y aire» y las agresiones verbales «e incluso físicas». El presidente se atrincheró en el argumentario conocido, con la arrogancia acostumbrada y el tenebrismo de siempre. No respondió por nada ni nadie le pidió cuentas por tanto en una prueba irrefutable de la degeneración del que fuera organización democrática a una comunidad de naturaleza sectaria. El sanchismo se reivindicó en la política del muro, el frentismo, la polarización y el guerracivilismo, transformando a todo el que disiente del pensamiento único en el enemigo a destruir sin que le tiemble el pulso con operaciones de estado como la de Isabel Díaz Ayuso. La apología de la corrupción que Sánchez orquestó en el cónclave hispalense, con las ovaciones a los artífices del robo de los ERE y a su esposa, tetraimputada, quedará como una de las páginas más deshonrosas de la historia del PSOE. El cierre de filas con todos los señalados por los escándalos acomodados en la dirección, más de lo mismo. El sanchismo quiere la eternidad más allá de 2027 por más derrotas electorales e hipotecas con sus socios que acumule. Sánchez no vacilará en poner patas arriba el estado de derecho. En ello está, que para eso ha colonizado las instituciones. Las referencias al PP «golpista» y a la urgencia de «acabar con la derecha» hablan por sí solos. Ni la gestión ni la gente importan. Se cree capaz de manipular todo con el engaño institucional. Desde el infame abandono de los valencianos a la ruinosa política de vivienda, a la que aspira a apuntillar con estatismo y una empresa pública. El escenario es terrible y temible.