Artistas
Querido Emilio que estás en los cielos
La vida y la muerte nos sale al encuentro cuando menos lo esperamos y en este caso y como bien dijera Miguel Hernández: «Temprano levanto la muerte el vuelo». Siempre se teme al día de las alabanzas, al reconocimiento masivo de que todo lo hicimos bien y que fuimos perfectos e intachables. Cuando estas cosas suceden es porque algo grave nos arrebató la vida.
En el caso de don Emilio se dirán muchas cosas, hermosas, cabales y llenas de fuerza porque fue un hombre intachable, pero alguien tan modesto como yo, puedo decir que en el presente siglo XXI pude compartir con el buenos y menos buenos momentos y conocer en profundidad a un hombre que defendía a los suyos como algo propio. Para él, la lealtad la respetó y la ejerció y siempre estaba al lado del que le era fiel y jamás lo abandonó, hasta en los pequeños detalles y las situaciones familiares. Siempre tenía en su memoria la enfermedad de sus allegados, los problemas de sus subordinados y siempre procuraba estar cerca de todos y pasar muy desapercibido. De ahí que no en vano tenga a personas como la fiel Paulita de toda la vida que no se quieran jubilar aunque debieran haberlo hecho hace varios años por la edad. Las personas que siempre lo quisimos y hoy si cabe más que nunca, lo recordamos con el inmenso dolor que produce la pérdida de alguien a quien tanto se quiere y con quien se ha compartido tanta alegría y a veces un poco de dolor. Seguramente habrá muchas personas que lo sientan tan de verdad como lo siento yo, pues hoy cuando en el día final se escribe, de bien poco vale ensalzar los méritos profesionales, pero sí dar a conocer los méritos personales que mucha gente seguramente nunca conoció de Emilio Botín. La parte humana de un hombre que sólo pensó en trabajar y crear empleo y riqueza mas por vocación que por necesidad, gozando de una gran sensibilidad en su plano personal y humano, pues han sido muchas veces las que me ha llamado a cualquier hora del día para sólo decirme «Manuel, ¿cómo esta tu hija?». –Mi hija, que afortunadamente ya está muy bien–. En más de una ocasión en la que tuve que hablar con él, jamás dejó de atenderme al igual que su fiel Ignacio Benjumea. Siempre procuró que se hablara poco de él y las grandes atenciones que tenía con gente tan modesta como yo procuraba mantenerlas en la cercanía de su intimidad y su cariño.
No está en mi ánimo tratar de ser importante a la sombra de un hombre que lo fue además de notable y singular, no quiero que estas palabras nacidas del corazón se puedan interpretar como oportunistas ante una situación tan llorada por todos. Tan sólo con ellas quiero llevar ante su recuerdo el agradecimiento y respeto que siempre tuve y tengo por él, y tampoco mi interés está en dar a conocer sus virtudes, sus éxitos y sus grandes logros. Lo mío es mucho más simple y cercano, es reflejar la suerte de haber podido mantener a través de los años una amistad sincera y entrañable siendo tan distantes nuestras situaciones sociales. Emilio Botín y su entorno formaron una gran muralla de lealtad, sencillez y cariño y en esa muralla yo fuí posiblemente el pilar más oculto, pero fuí inmensamente feliz y presumo de seguir siéndolo con las personas que han llorado conmigo y ellas lo saben y siento tener que decirlo, pero el gran respeto, la entrañable amistad que me une con ellas me obliga a tributarles mi más hondo homenaje por haber sido leales a un proyecto de vida y convivencia.
Lástima que no podamos seguir compartiendo pequeñas cosas que nos llenaban a los dos de vida y alegría y que disfrutábamos principalmente en primavera. En alguna ocasión traté de escribir algo sobre su vida y siempre lo evitó y me reiteró que sólo quería seguir trabajando un poco más cada día .
Aún creo que no es verdad, que sólo es un mal sueño y la evidencia me hace afirmar que es cierto, Emilio Botín ha muerto... Desde mi silencio, desde mi cercanía en lo sentimental y en lo humano, tan sólo puedo decir que fue un gran hombre, un gran amigo y una gran persona y que su parte humana, tan desconocida para muchos, era superior a la financiera y es precisamente ésa la que trato de recordar y hacer partícipes a todos de su gran sensibilidad, que muchos desconocieron, pero que fue más importante si cabe que la financiera.
Siento de verdad no poder articular mis palabras, pues también a mí me sorprendió la madrugada... Habrá opiniones de todo tipo, por supuesto no coincidentes, pero sí quiero dejar escrito que Emilio Botín además de un gran banquero fue una gran persona con una sensibilidad tan grande como su lealtad y que estoy seguro de que seguirá manteniendo en todos los espacios del aire y quien no lo haya conocido en esa faceta de su vida no sabe cuanto ha perdido pues ya no puede volver.
Hoy la vida sigue, el tiempo continúa pasando, el sol, el viento y la actividad diaria siguen su incansable rumbo, pero en este tránsito de la vida hemos perdido a un hombre que vivió para el propio afán de su trabajo y la obsesión de crear riqueza y crecer. Nadie podrá olvidar cuando en los años sesenta y setenta se celebraban las reuniones de los siete presidentes de los grandes bancos, y que en la relación de éstos Emilio Botín era uno de los últimos por tamaño... Guernica, Escámez, Boada, Vals Taberner, Pedro de Toledo y todos los demás presidentes ocupaban el centro de la mesa y Botín se sentaba en un extremo sin hacer ruido y siempre en silencio. El tiempo lo vio crecer también en silencio y acabar como uno de los bancos mas grandes del mundo, habiendo liderado la absorción de sus competidores. Ésa ha sido su obra financiera que por tradición ha superado a toda la saga familiar.
Hoy quise ensalzar su faceta humana, su sensibilidad, su cercanía con la gente, su modestia y sencillez y las grandes cualidades de un hombre leal con los suyos y al que siempre echaremos de menos y pondremos como ejemplo tantas veces como hablemos de una persona ejemplar...
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