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Macroeconomía
España acumula una década con la productividad estancada y se aleja de sus competidores europeos
La productividad aumentaría un 4,9% si las empresas "rezagadas" incrementaran su eficiencia hasta el valor mediano de su sector, según un informe de Fundación BBVA y el IVIE
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La productividad, el motor imprescindible para el crecimiento económico de cualquier país, lleva una década estancada en España. Es uno de los grandes problemas estructurales de la economía española y aunque se han dado pequeños pasos en los últimos dos años, creciendo un 2,71% en 2022 y un 1,05% en 2023, la brecha con el el resto de competidores europeos no ha hecho más que agrandarse. Este problema, menos visible que el desempleo o la inflación, tiene profundas implicaciones: mantiene al país anclado en un crecimiento que no termina de despegar y limita la capacidad de generar más riqueza por habitante, es decir, de aumentar el PIB per cápita. Si las empresas rezagadas, es decir, las incluidas en el 40% con menor nivel de productividad en cada sector, aumentaran su eficiencia hasta el valor mediano de su sector, la productividad de la economía española aumentaría un 4,9%.
Así se desprende del segundo informe del Observatorio de Productividad y Competitividad en España elaborado por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), que advierte de que España no consigue converger a los niveles de productividad -qué tan eficientemente se usan los recursos para generar bienes y servicios- y competitividad de las principales economías europeas, como Países Bajos, Alemania, Suecia, Francia o Finlandia.
El informe advierte de que la eficiencia productiva de España lleva estancada una década, con un nivel de la Productividad Total de los Factores (PTF) en 2023 idéntico al de 2013. Esto implica que se produce prácticamente lo mismo con los mismos recursos que en 2013, sin mejoras atribuibles a innovaciones, avances tecnológicos, mejor organización o cualquier otro factor que aumente la eficiencia. Este estancamiento refleja una falta de progreso en la capacidad estructural de la economía para generar más valor por cada unidad de trabajo y capital.
El problema en España no es uniforme. El tejido empresarial está dividido: algunas empresas y sectores están a la vanguardia, superando incluso los estándares europeos, mientras que muchas otras, en el 40% menos productivo, frenan el avance general. El estudio analiza 23 sectores, y destaca que en 11 la productividad cayó entre 2013 y 2023, destacando el de la energía eléctrica y gas, con un efecto negativo del -7,97% sobre el valor añadido bruto (VAB) del sector por los efectos de la guerra en Ucrania. En cambio, en los otros 12 sectores las variaciones de la productividad fueron positivas, destacando las industrias extractivas, que contribuyeron al crecimiento del VAB sectorial en un 8,03%. Los últimos años (2020-2023) son más positivos, predominando las contribuciones al crecimiento del valor añadido bruto en 16 de los 23 sectores, con las industrias extractivas (16,08%) y el suministro de agua y gestión de residuos (15,39%) a la cabeza, pero con un importante lastre: el suministro de energía eléctrica y gas (-27,34%).
No obstante, los autores del estudio advierte de que los sectores con mayor peso en la economía no siempre son los más productivos, un hecho que también lastra la productividad. En concreto, de los cinco sectores con mayor peso en el PIB, tres registran una contribución positiva a la productividad y empujan con fuerza el agregado -comercio y reparación (1,79%), actividades profesionales y científicas (3,49%), y administración pública (0,28%)-, mientras que en los otros dos son negativas y frenan la productividad global -actividades inmobiliarias (-0,62%) y sanidad y servicios sociales (-0,91%)- entre 2013 y 2023. Resulta llamativo que la administración pública registre tasas positivas de productividad porque, tradicionalmente, este sector se asocia con ciertas ineficiencias estructurales, como la falta de competitividad presente en el sector privado, la elevada burocracia y cierto rezago en innovación.
El estudio señala también la importancia negativa para la evolución de la productividad de las empresas "rezagadas". Por ejemplo, entre el 10% de las menos productivas, más del 40% sufre una situación financiera comprometida, al no tener rentabilidad suficiente para cubrir los costes financieros y casi un 15% de ellas son empresas zombis (alrededor de 40.000), es decir, económicamente inviables pero aún operativas. Estas empresas no solo contribuyen negativamente a la productividad, sino que también representan un 21,5% del empleo en este grupo de menor productividad, lo que afecta a unos 90.000 trabajadores. Si estas empresas no mejoran, seguirán siendo un lastre para la productividad y "sería beneficioso para la economía española que salieran del mercado", afirman los autores.
Sin embargo, por su importante peso, si se consiguiera impulsar la productividad de las empresas situadas en el 40% de las menos productivas, el efecto sería notable en la productividad de la economía española: aumentará un 4,9%. Las mayores ganancias de productividad se darían en la energía y en los servicios (6,4% y 5,8%, respectivamente).
En las manufacturas, el sector primario y la construcción, las ganancias de productividad se situarían entre el 3% y el 3,7%. El estudio señala que, en general, en los sectores más digitalizados es menos frecuente la mayor distancia a la frontera, por lo que el problema de productividad en las empresas rezagadas es menor y las ganancias de productividad potenciales (4,5%) son, por tanto, más reducidas que en las ramas menos digitalizadas (5,6%). En el sector productor de TIC la ganancia sería tan solo del 3,8%.
El informe sugiere que España necesita políticas específicas para mejorar la productividad de las empresas rezagadas, sin descuidar a las que ya son líderes. Esto incluye fomentar la digitalización, eliminar barreras administrativas regulatorias y financieras y diseñar estrategias sectoriales adaptadas a las necesidades de cada área de actividad. La Fundación BBVA también ve necesario facilitar la salida de aquellas empresas no viables, minimizando el impacto económico y social de estos procesos mediante herramientas como la ley de segunda oportunidad, la facilitación de acuerdos de reestructuración de deuda y la reducción de trabas administrativas. Estas medidas buscan evitar que las empresas se mantengan activas pese a generar pérdidas continuas y fomentar un entorno más dinámico y competitivo.
Entre las recomendaciones de Fundación BBVA para la mejora de la productividad también destaca ampliar el número de empresas exportadoras regulares, incorporando pymes capaces de mantenerse en esos mercados por su especialización, productividad, costes y modelos de gestión. Otras líneas de actuación son la mejora en la formación para facilitar el cambio del patrón de crecimiento, impulsar la inversión en activos intangibles, aumentar el grado de digitalización de las actividades, colaborar con empresas líderes en entornos próximos y atraer inversión extranjera con capacidad de arrastre.
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