Macroeconomía
La brecha de renta per cápita de España con Europa se agranda al 18%
El diferencial per cápita con la eurozona se ha ampliado un 3% desde la pandemia y apenas se ha reducido en tres decenios
Los españoles no remontan su renta per cápita, que apenas ha reducido su diferencial con la media europea desde 1995. Es decir, que en los últimos 28 años el progreso económico se habría estancado en las economías familiares, con una brecha entre la renta per cápita española y la de la eurozona que alcanza ya el 18%. Solo en los últimos cuatro años, este abismo habría alejado los bolsillos españoles de los del continente un 3%, situación que ha golpeado al poder adquisitivo y a la productividad. Así lo constata en Instituto de Estudios Económicos en su último informe de coyuntura económica del primer semestre del año, que señala que la reversión del proceso de convergencia con Europa, en términos de renta per cápita y de productividad, muestra «un deterioro competitivo de nuestra estructura económica y compromete el potencial de crecimiento futuro», pese a que contradictoriamente «se presentan tasas de crecimiento del PIB y de empleo superiores a la media de los países de nuestro entorno».
En este sentido, la economía española mostró, a lo largo de 2023 y en los primeros meses de 2024, un «notable dinamismo» que superó las previsiones de los analistas. El año pasado, frente a un crecimiento inicialmente esperado en torno al 2%, finalmente alcanzó el 2,5%. Además, la tendencia de suave desaceleración que se esperaba no solo no se confirmó, sino que se produjo una aceleración en el último trimestre.
Sin embargo, las economías familiares no han evolucionado en el mismo sentido. La brecha de la economía española con respecto tanto a la eurozona como a la de los países de la OCDE se ha ido incrementando, especialmente desde 2019. La propia oficina estadística europea Eurostat, determinó que el consumo individual per cápita –referido al poder adquisitivo– no repunta en España y es menor al registrado antes de la pandemia. Los datos reflejan que la capacidad de compra de los españoles se situó en torno al 85% de la media de la UE, seis puntos menos que en 2019, cuando llegábamos al 91%, lo que coloca a nuestra economía entre las que peor evolución han tenido y de las que más ha perdido en un espacio tan corto de tiempo, en contraposición con otros países de nuestro entorno, que también experimentaron descensos, pero no de una manera tan acusada, además de superar de largo la media comunitaria.
Durante el periodo 1995-2005, España presentó un importante proceso de convergencia con respecto a los principales países de la UE, pero el estallido de la crisis financiera, primero, de la deuda soberana, después, y finalmente la pandemia ha alejado a la renta per cápita española de nuestros socios comunitarios, por una implementación de medidas económicas que han revertido esta situación ni controlar la caída.
Tras estos dos primeros periodos de crisis, el proceso de convergencia volvió a reactivarse, si bien con menor intensidad, pero la pandemia de covid ha vuelto a agrandar la diferencia con nuestros homólogos europeos en renta per cápita, productividad, competitividad y rentabilidad empresarial, pese a que se presenten tasas de crecimiento del PIB y de empleo superiores.
El Banco de España ya puso sobre aviso en sus últimos informes macroeconómicos anuales de esta brecha insalvable entre España y Europa en el PIB per cápita, determinando que este índice se encuentra un 17% inferior a la media de los países de la UE –en línea con las cifras del IEE–, una brecha que no se ha logrado nunca enjugar y que se disparó tras la pandemia. Pero los datos acumulados en el último trienio no son solo consecuencia de la crisis pandémica, sino que simplemente han amplificado los problemas que ya venía padeciendo España desde hace más de una década, y que no ha sido capaz de superar el desfase de PIB per cápita con respecto al resto de países de la región.
De igual manera, la «tendencia es desalentadora en productividad en los últimos años», apunta el IEE, que contrasta con el crecimiento de la productividad en la eurozona y en la UE en general, de la que España se ha rezagado cerca de un 5% respecto a la media europea desde 2012. Este deterioro ha incidido directamente en la ampliación de la brecha de renta per cápita con la OCDE, «reflejando una preocupante divergencia económica y un menor crecimiento relativo en España», señala Gregorio Izquierdo, director general del IEE, que advierte de que «si no se acometen reformas para reactivar el crecimiento de nuestra productividad y no se corrigen los elevados niveles de desempleo y déficit y endeudamiento público, quedarían expuestos los principales desafíos económicos del país a medio y largo plazo», lo que agravaría sus dificultades de convergencia en términos de renta per cápita con las economías más avanzadas. Incluso el propio Banco de España, en sus últimas proyecciones macroeconómicas, destaca que partiendo desde el año previo a la pandemia (2019) y sin contar con la diferencia estructural que existía antes de esa fecha –cifrada en unos 14 puntos–, la renta por habitante en España estaba en 2023 aún por debajo y era un 96% de la registrada en la eurozona, con una caída de cuatro puntos.
El IEE también destaca como elemento de esta situación de desventaja con Europa que el tejido empresarial está soportando mayores costes laborales unitarios que en los últimos años, de forma que en el primer trimestre de 2024 se situaron un 20% por encima de los niveles de finales de 2019. Al mismo tiempo, la productividad por ocupado continúa disminuyendo, de forma que su nivel en los tres primeros meses de 2024 se sitúa un 4,1% por debajo de los niveles precrisis.
Dentro de los costes laborales, destaca el centro de estudios de la CEOE la «notable subida de las cotizaciones obligatorias», que en el primer trimestre fueron un 22,6% superiores a las del mismo periodo frente a 2019. En esta línea, sus expertos constatan que España se ha convertido en «uno de los países europeos con las cotizaciones sociales más elevadas pagadas por las empresas en porcentaje del PIB», situándose en el 9,5% del PIB en 2022, por encima del 7,1% de promedio en la UE.
Por tanto, el IEE estima que el aumento de la ocupación será en torno al 2,3% para 2024, mientras que en 2025 dicha tasa podría ser del 1,5%. Con esta pérdida de intensidad en el ritmo de creación de empleo, la tasa de paro se estabilizará en el 11,6% este año y en el 11,2% en 2025. Así, «el diferencial de tasa de paro con Europa apenas se reduce, puesto que, según Eurostat se mantendrá en el 6% en estos dos ejercicios».
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