Macroeconomía
La locomotora alemana descarrila y se queda al borde de la recesión
El PIB germano cae un 0,1% en el segundo trimestre lastrado por la guerra comercial y los problemas del sector del automóvil
El PIB germano cae un 0,1% en el segundo trimestre lastrado por la guerra comercial y los problemas del sector del automóvil.
La debacle de la economía alemana, certificada ayer con una contracción del 0,1% de su PIB en el segundo trimestre del año, llevó a muchos alemanes a echar la vista atrás para recordar la «década dorada». Aquella en la que Alemania creció durante diez años e instauró uno de los ciclos alcistas más largos de la historia de la República Federal. Ahora, esa década ha llegado a su fin y la locomotora de la zona euro está fallando y parece ir directa a la recesión. Algunos indicadores adelantados sugieren que el PIB germano también caerá en el tercer trimestre, lo que sumiría al país en una situación de recesión técnica.
«La evolución de la balanza comercial internacional frenó el crecimiento de la economía, puesto que las exportaciones registraron una mayor caída trimestral que las importaciones», aseguró la Oficina Federal de Estadística (Destatis), que ofrecerá más información el 27 de agosto. La contracción supone un freno para la primera economía de la zona euro, tras un aumento de 0,4% del PIB alemán en el primer trimestre. Alemania ya rozó la recesión técnica en la segunda mitad de 2018, cuando a una contracción del 0,2% en el tercer trimestre siguió un cierre de año plano. Con todo, algunos medios como el económico «Handelsblatt» se apresuraron a decir que «todavía no hay razón para entrar en pánico», ya que la recesión ha sido hasta ahora relativamente leve, aunque apuntó que si el conflicto comercial entre Estados Unidos y China empeora, las economías de países emergentes continúan desacelerándose o Gran Bretaña abandona la Unión Europea de la peor forma posible, la caída económica germana podría convertirse en depresión.
Una posibilidad que ayer llevó a muchos economistas alemanes a apuntar directamente a la bancada política. Uno de los primeros fue Joachim Lang, gerente general de la Federación de la Industria Alemana (BDI) que, además de señalar al comercio exterior y al sector de la construcción, intuyó que «se avecinan meses turbios que amenazan con convertirse en años si la política no toma medidas». En esta línea, el ministro de Economía, Peter Altmaier, tuvo que salir al paso y, en declaraciones concedidas al periódico «Bild», dijo que las cifras son un toque de atención. «Estamos en una fase de debilidad económica, pero aún no estamos en recesión», aseguró. Su ministerio indicó que es poco probable que el impulso provenga del sector industrial, cuya asociación BDI se sumó al creciente coro de voces que pide al Gobierno la reactivación del crecimiento deshaciéndose de su regla de equilibrio presupuestario y financiando más inversiones públicas a través de la emisión de nueva deuda.
No obstante, el Ministerio alemán de Economía arrojó balones fuera y aludió a los conflictos comerciales o al Brexit para excusar el empeoramiento de la industria teutona, aunque también destacó que la economía doméstica sigue siendo robusta, que el empleo y los salarios están aumentando o que las políticas monetarias y fiscales están dando impulsos positivos. Incluso la canciller, Angela Merkel, dijo el martes que no son necesarios nuevos estímulos.«El dato del PIB definitivamente marca el final de una década dorada para la economía alemana», aseguró el economista Carsten Brzeski para quien, a pesar del crecimiento en 35 de los últimos 40 trimestres, desde el tercer trimestre de 2018, la economía se encuentra «de facto» en una situación de estancamiento. «Fue una década de fuerte crecimiento gracias a las reformas estructurales anteriores, el estímulo fiscal, el apogeo de la globalización y los “esteroides” proporcionados por el Banco Central Europeo (BCE) en forma de tasas de interés bajas y un euro relativamente débil», precisa el experto.
En el lado de los escépticos, el rotativo «Bild» se preguntaba en grandes titulares si corre peligro el empleo de los alemanes, el gran miedo. «No hay necesidad de pánico, sino de actuar», apunta Brzeski, para quien el futuro de la economía germana depende en gran medida de la evolución de eventos externos y de las medidas que tome Berlín.